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Escobar: La humillante «victoria» de la dictadura cubana

Desde el fallido asalto al cuartel Moncada en 1953 hasta la debacle de la Tarea Ordenamiento, la derrota ha sido una constante en la historia de lo que se ha dado en llamar la Revolución Cubana. La intención de industrializar el país, la pretensión de «liberar» América Latina, la Zafra de los 10 Millones, el Plan Alimentario, el perfeccionamiento empresarial, el desastre de Granada y el desmantelamiento de la Red Avispa bastarían para afirmar que han sido más escasas las victorias.

A un precio que nadie podrá calcular hasta que no se desclasifiquen los documentos secretos del Ministerio del Interior, la represión para impedir la Marcha Cívica por el Cambio convocada por el grupo Archipiélago ha resultado efectiva solo porque se lograron mantener las calles vacías a golpe de terror. Para ello fue necesario la movilización de miles de efectivos en todo el país, poner a disposición cientos de vehículos y realizar innumerables gastos en logística.

Más que el desproporcionado desembolso de las arcas públicas para infundir miedo a una población desarmada, habrá que evaluar cuánto se gastó en capital político, cuánta confianza internacional se dilapidó, cuánta decepción en sus propias bases habrá provocado el despropósito de usar la fuerza frente a quienes solo querían caminar por las calles. Por las calles de su propio país.

Por abyectas que sean las personas que se prestaron para participar en los mítines de repudio contra los organizadores de la marcha, la suciedad que ha quedado en sus conciencias crecerá con el tiempo

Por abyectas que sean las personas que se prestaron para participar en los mítines de repudio contra los organizadores de la marcha, la suciedad que ha quedado en sus conciencias crecerá con el tiempo. Cuando su descendencia vea en las redes sociales la vulgaridad, el abuso, la intolerancia brutal con que sus padres o abuelos insultaban rabiosamente a ciudadanos decentes, no tendrán forma de explicar a sus hijos o a sus nietos que estaban haciendo lo correcto.

Si esa es la paz que ha proclamado quien enarbola el título de «presidente de la República», si ese es el tipo de diálogo que ha afirmado estar dispuesto a promover, entonces es él quien provoca la confrontación y los deseos de decirle: «Guarde usted esas propuestas, no nos entendemos».

Esta del 15 de noviembre de 2021 será una «victoria» amarga de recordar, se esconderá debajo de la alfombra, como ocurrió con los mítines de repudio de 1980 que no aparecen en ninguna efeméride gloriosa de las que muestra el oficialismo, y cuya participación como victimario nadie anota orgulloso en su autobiografía.

Debiera darles vergüenza.

 

 

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