Escobar: No se puede criminalizar un derecho
Un viejo chiste de abogados cuenta la historia de un juicio donde el acusado, luego de escuchar la petición de la fiscalía, le preguntó al juez: «¿Su señoría, consideraría usted una falta de respeto que yo dijera aquí una palabra obscena para calificar al señor fiscal? Cuando el juez le respondió que si hacía ese tipo de comentarios le pondría una multa por desacato a la autoridad el acusado se limitó a decir. «Ah, bueno, entonces no la digo».
La historia, probablemente de ficción, quedó allí y no sabemos si multaron al chistoso acusado.
Cuando se lee la respuesta dada a los organizadores de la marcha pacífica del próximo 15 de noviembre se advierte que las autoridades determinan el carácter ilícito de la marcha porque el derecho amparado en el artículo 56 de la Constitución no puede ejercerse en el caso de que se tenga la intención manifiesta de promover un cambio de sistema político en Cuba.
Me pregunto si sería un delito pedir que se modifique la velocidad máxima permitida en una carretera, o que se legalice el consumo de marihuana, que es algo muy diferente a conducir a 100 kilómetros por hora donde la velocidad está restringida a 80, o ponerse a vender porros en un parque de La Habana.
Promover la despenalización de actos que en la actualidad constituyen delitos no es equiparable a la comisión de los delitos que se pretende despenalizar.
Hay enormes diferencias entre cambiar el sistema político, que sería un delito según la Constitución de la República y salir en marcha por la calle para reclamar que se respeten los derechos humanos y se libere a los presos políticos; a menos que se reconozca que el sistema socialista no sobreviviría si ambas demandas se cumplieran.
¿Qué le hubiera pasado a un cubano si antes del 26 de julio de 1993 hubiera pedido que se despenalizara la tenencia de divisas? (En ese momento se condenaba a penas de cárcel por llevar dólares en el bolsillo).
¿Qué le hubiera pasado a un militante comunista si antes del Cuarto Congreso del Partido hubiera solicitado disciplinadamente que se permitiera la entrada a la organización a los que profesaban una creencia religiosa? (Entonces expulsaban de la organización a quien bautizaba a un hijo).
¿Y qué pasaría si, antes de que a los que mandan en el país se les ocurriera entregar tierras en usufructo, alguien lo hubiera sugerido (bastaba sugerirlo para ser acusado de querer privatizar la propiedad de todo el pueblo)?
Hospedarse en los hoteles, tener un teléfono celular, acceder a internet, vender la vivienda propia o el automóvil fueron durante mucho tiempo reclamos tenidos por contrarrevolucionarios. Los que demandaron esos derechos fueron acusados de enemigos del pueblo que pretendían regresar al «pasado bochornoso de la República mediatizada». Por no hablar de permitir los negocios privados y las inversiones extranjeras.
Hay una sola manera de convertir en permitido lo que se considera prohibido y es luchar por ello. Promover los cambios civilizadamente.
Si ni siquiera se permite hacer la gestión, si nos ponen una multa por exceso de velocidad, cuando solo estamos solicitando que se modifiquen los límites establecidos en una carretera, entonces la responsabilidad de lo que ocurra caerá sobre los que imponen las prohibiciones.