Escuche a sus tripas
Es cierto que tratándose de una experiencia de laboratorio es demasiado pronto para lanzar cohetes, pero la noticia de que un trasplante de caca joven revirtió el envejecimiento en cerebros de ratones tiene que entusiasmar a quienes navegamos ya en las vecindades de la Parca…
La revista NATURE AGING informa de la prueba en el University College de Cork, Irlanda, donde la inyección de tan indigna sustancia suscitó cambios en el hipocampo –región del cerebro asociada con el aprendizaje y la memoria- de animales ancianos que de alguna forma se asimilaron física y químicamente a los jóvenes, aprendieron a recorrer laberintos con mayor velocidad y recordaban mejor su diseño en los intentos sucesivos, mientras no se registraba una situación inversa.
Muchos tipos de bacterias intestinales permanecieron sin embargo inalterados y no se registró en los veteranos un incremento en la sociabilidad; un especialista comentó que si bien el procedimiento era en apariencia beneficioso, al menos en una ocasión se saldó con una declinación cognitiva, y otro apeló a la prudencia antes de extrapolar a los humanos el ensayo con los pequeños roedores.
Es apenas una de las áreas en que la investigación de la llamada microbiota intestinal ha ganado un ritmo vertiginoso en los tiempos recientes, al punto de considerarse clave para enfrentar temas tan diversos como la ansiedad y la inmunidad y la obesidad.
Estamos, según el GUARDIAN, ante una bullente comunidad de bacterias, microorganismos, hongos y virus que contienen por lo menos 150 veces más genes que el genoma humano y evolucionó con nosotros en el curso de la historia; algunos hablan de una edad dorada en el estudio de ese órgano, con peso aproximado de dos kilos y dimensiones sólo superadas por el hígado, y sus aplicaciones médicas y un eminente epidemiólogo del King´s College de Londres ha llegado a exigir que prestemos atención a una pieza tan vital porque nos será recompensada de manera generosa.
El profesor Tim Spector ha advertido en sendas obras sobre dieta y salud intestinal que ignoramos el hecho de que trastornos como la depresión y la ansiedad son modificados en las tripas por microbios que influyen en el apetito y la capacidad digestiva en estrecha relación con el sistema inmunológico, ejerciendo un control mediante señales que ayudan a combatir infecciones como el Covid-19 y cánceres precoces.
Otro experto, el doctor Jack Gilbert, de la Universidad de California, autor de un libro de título provocador –Dirt is Good– alerta del efecto pernicioso de la urbanización en la pérdida de la diversidad microbial, por culpa de la dieta y un estilo de vida que privilegia la limpieza hogareña y el empleo de antibióticos, ausente en los países en desarrollo que, por eso, son más resistentes a enfermedades como el asma, las alergias alimenticias y desórdenes auto-inmunológicos.
Y esto ocurre porque los microbios liberan o sintetizan nutrientes de la comida, especialmente de las plantas y los polifenoles, viviendo a expensas de los substratos no-digeribles, produciendo millares de químicos útiles y generando cadenas breves de ácidos grasos responsables de la inmunidad al mantener las tripas y el colon saludables, moderando las respuestas inflamatorias del cuerpo y el metabolismo de la glucosa.
Spector supone que algo de culpa está en la comida-basura atiborrada de químicos, o quizás las enzimas o los emulsifiantes, o la carencia de fibra y el hecho de que todo se nos ofrece refinado, por lo que las comidas ultra-procesadas son dañinas para nuestra fauna intestinal y debemos evitar su ingesta regular.
Es una oportunidad fenomenal que enfrenta, sin embargo, la dificultad del volumen desmesurado de achaques que ahora se asocian con el desperfecto intestinal hasta culpabilizarlo de todos ellos y la presión industrial por arribar a menjunjes y marcas alimenticias capaces de dominarlos con el menor esfuerzo en un abrir y cerrar de ojos.
El objetivo sería precisar cómo, al menos en parte, la microbiota explica las amplias diferencias de las respuestas individuales a la comida, a fin de saber, por ejemplo, cuáles microbios se asocian con un mayor riesgo de obesidad o en cambio protegen mejor la salud cerebral, a fin de elaborar entonces la dieta más conveniente.
La frontera final de la exploración de la microbiota intestinal, concluye el reportaje, es su relación con el cerebro, mediante novísimas especialidades como la psiquiatría nutricional y la psicobiótica, desde la certeza de que las tripas poseen su propio sistema nervioso con cien millones de neuronas, conectado con el cerebro por el nervio vago, de manera que ciertos tipos de fibras pueden mejorar los procesos cognitivos complejos.
Y es a partir de allí que otra especialista, la psicóloga Kimberley Wilson basa parte de sus tratamientos en la nutrición y aspira en el futuro prescribir contra cierto tipo de problemas mentales un tipo específico de fibras para fortalecer la microbiota y redoblar su capacidad curativa.
Varsovia, agosto 2021.