España 2 – Inglaterra 3: Pitar por pitar
Las instituciones del fútbol expresan su malestar por los silbidos al himno inglés
Hay dos maneras de conseguir la felicidad; una, hacerse el idiota; otra, serlo
Enrique Jardiel Poncela
El asunto abundó ayer en las redes sociales.
Bajo la etiqueta #ESPING, se incidía en la derrota de España ante Inglaterra en Sevilla. En el muro se aplaudía la actuación de Harry Kane, se cargaba tintas contra la defensa de los españoles, se expresaban dudas acerca del relevo generacional en el fútbol de la roja y se hablaba de los desconcertantes silbidos al himno de Inglaterra.
¿A qué venían aquellos silbidos?, se preguntaban algunos tuiteros.
¿Por qué pitaba el público del Benito Villamarín? ¿Qué hay de malo en el God save the Queen? ¿Acaso hay asuntos pendientes entre el fútbol español y el inglés?
La respuesta era difusa, se diría que desconocida.
La Vanguardia intentó recoger la opinión de un abanico de sociólogos. Ninguno quiso entrar en el cuadrilátero.
–No entiendo nada del asunto. Ignoro a qué venía aquel comportamiento de los aficionados –se justificaba uno.
–Prefiero no opinar –dijo otro.
Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, se decidió a emitir sus disculpas. Lo hizo en inglés, evidentemente dirigiéndose al público británico:
“Los himnos nacionales representan los sentimientos más nobles y profundos de muchos ciudadanos. Siempre deben ser respetados. Tenemos que disculparnos ante Inglaterra y procurar que aquellos hechos no ocurran nunca más”.
Así zanjó el asunto.
Y la Federación Española de Fútbol, por medio de un portavoz oficial, atendió a este diario: “La Federación sólo actúa a instancias del acta del delegado del partido. Lo que pasa es que el acta no recoge nada en relación con aquellos silbidos. Eso sí, le aseguro que el comportamiento de los aficionados ha generado un profundo malestar en la Federación. No tenemos ni idea de a qué venían aquellos silbidos, y nos encontramos realmente sorprendidos”.
Diversas fuentes interpretaron los silbidos como una respuesta al comportamiento que algunos aficionados británicos habían mostrado en la víspera.
Hay imágenes de hooligans de noche, recorriendo el corazón de Sevilla, borrachos, pateando coches, rompiendo bancos y farolas y destrozando sillas y mesas de los veladores de los bares. Alertada por los vecinos de la zona, la Policía había tenido que actuar, ya de madrugada, para disolver a los violentos. Se calcula que 3.000 aficionados británicos habían viajado a Sevilla.
La Federación Inglesa (FA) había denunciado los disturbios de los más radicales. “Condenamos el comportamiento inaceptable desplegado en Sevilla. Con vistas al partido, pedimos a aquellos que siguen al equipo que respeten a nuestros anfitriones y se comporten de manera responsable”, había dicho a través de un comunicado. “Su comportamiento era inaceptable y sin duda rechazable. Los vecinos no tienen por qué soportar ese tipo de actitudes y comportamientos”, entró Juan Espadas, el alcalde de la ciudad.
La prensa británica obvió el asunto. Ayer prefería ahondar en las virtudes de Kane y los dos hombres bala, Sterling y Rashford. Mejor hablar de fútbol. Al fin y al cabo, se trata de esto.
EL MUNDO:
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Con un ruido estrepitoso, haciendo caer todos los cacharros de la cocina al suelo, España fue devuelta a su triste realidad. Porque la realidad de España, de esta España, es triste. Añorando aún lo que el recuerdo mantiene vivo por lo hermoso que fue, se descubre a sí misma con un puñado de buenos jugadores. Y ya. Un puñado de buenos jugadores que la igualan con el resto, que la hacen igual de fuerte o de floja que el resto. Capaz de ganar a Inglaterra y a Croacia, sí, pero también capaz de perpetrar una primera parte infame y luego no poder darle la vuelta ni por fútbol ni por coraje ni por nada. El bofetón se lo dio Inglaterra, a la que le bastó un buen delantero y dos tipos rapidísimos para desmontar a la selección de mala manera, deshaciendo de un plumazo todas las buenas imágenes que tenía en la retina el personal desde la llegada de Luis Enrique.[Narración y estadísticas: 2-3]
Al descanso se marchó España con la sensación de haber sido abofeteada de mala manera. Más que con la sensación, con la certeza. Porque, quitando los primeros cinco minutos, la nueva selección de Luis Enrique se pareció a la antigua selección de Hierro, de Lopetegui y hasta de Vicente del Bosque en los últimos Mundiales y Eurocopas. Salió el equipo animoso, entusiasta, y forzó dos ocasiones, ambas a balón parado, pero algo es algo. Primero Thiago tiró fuera un córner elaborado en tres toques y después Pickford despejó como pudo, que fue con la frente, un balón lateral de Thiago que no tocó en nadie. Era el minuto cinco y la cosa prometía.
Ocurre que la promesa debía ser falsa, porque a partir de entonces, Inglaterra creció a hombros de un delantero descomunal. Harry Kane no marcó ninguno de los goles, pero de él nacieron los tres de Inglaterra en la primera parte. De él y de la inexplicable manera de defender de la selección. No tuvo Southgate que quebrarse demasiado la cabeza pues el plan era tan sencillo como antiguo. Balón largo a Kane, que la guarda y espera la incorporación de dos balas, Sterling y Rashford. Los centrales, Ramos y Nacho, cometieron todos los errores que se pueden cometer. En el 0-1 no fueron a la disputa con Kane, que se dio la vuelta completamente solo en el centro del campo con los dos aviones ya lanzados. En el 0-2, Ramos sí fue a la disputa, pero salió despedido, y Nacho no fue capaz de recular unos metros más para esperar el previsible balón profundo. En el 0-3, con el rival teniendo el balón controlado, se quedaron de frente a la jugada y claro, fue imposible girarse a tiempo para coger a Kane, que se la dejó de nuevo de cara a su compañero.
No caben más errores en una línea defensiva. Centrales que no disputan, que tampoco reculan, que no se perfilan para correr a un balón largo. Y los laterales. Ellos también tienen lo suyo. Demasiado por delante de la jugada, no fueron capaces de cerrar en esas pelotas largas. Eso por detrás. Por delante, nadie fue capaz de sortear una línea de presión, bien ejecutada, intensa, de Inglaterra. El resultado, un sonrojante 0-3 tras 45 minutos de frustración que devolvieron a España a su realidad actual. Es un buen equipo. Sin más. Esta vez, vulnerable hasta límites sonrojantes.
A la vuelta del descanso España intentó ponerle coraje, ganas, presión y todas esas cosas que pasan a ser prioritarias cuando el fútbol no alcanza. Sin embargo, los 10 primeros minutos pasaron sin pena ni gloria. Pareció cambiar el destino del partido cuando Luis Enrique sacudió el banquillo y entraron Alcácer y Ceballos. El delantero convirtió en gol el primer balón que tocó, y el sevillano, de vuelta a la que fue su casa, movió un poco el árbol. Tras el gol, una confusa jugada entre Pickford y Rodrigo estuvo a punto de ser el segundo, lo cual quizá hubiera cambiado el partido, que no la realidad de España, una más en el panorama internacional. Llegó demasiado tarde. En la última jugada del partido, Sergio Ramos puso el 2-3 definitivo. La selección deberá buscar en Zagreb, en noviembre, la clasificación para la ‘Final-Four’ de esta Liga de Naciones que hubiera asegurado prácticamente con un punto.