España: Alianza de los dos PC
Al Partido Comunista clásico, enmascarado tras las siglas de Izquierda Unida, le cuesta cada diputado cerca de medio millón de votos. Al Partido Popular, la décima parte. La ley d’Hondt zarandea las cifras para facilitar la gobernabilidad favoreciendo al partido ganador y, en menor proporción, al segundo. Para perfeccionar este sistema, en Grecia se coloca sobre la testa del triunfador la corona de laurel de cincuenta diputados de regalo.
A la vista de los resultados del 20-D, Pablo Iglesias lo vio claro: nuevas elecciones con la posibilidad de una confluencia añadida para Podemos: la de Izquierda Unida, es decir, el sorpasso sobre el PSOE y la relegación del partido centenario que engrandeció Felipe González a un modesto tercer lugar. A pesar de la reacción del expresidente, denunciando el riesgo, Pedro Sánchez no ha hecho otra política que la del personalismo estéril: mantenerse como líder socialista en lugar de retirarse discretamente a su domicilio particular, que es lo que exigía el estruendoso fracaso cosechado en las urnas.
España dispone hoy de dos partidos comunistas: el clásico, bajo la careta de Izquierda Unida, y el del siglo XXI, de corte castrista-chavista, Podemos, que ha revolucionando el mundo de la izquierda. Frente al conformismo y la arteriosclerosis del PC clásico, el PC podemita ha soplado con fuerza sobre los escombros de la socialdemocracia del PSOE y ha abducido una parte del voto moderado de la izquierda para encauzarlo hacia las sentinas de la extrema izquierda radicalizada. Y petulante. Todo el mundo sabe que cuando en la tormenta brilla un relámpago es el mismo Dios, uno y trino, que ha descendido de los cielos para hacerle una fotografía con flash a Pablo Iglesias.
No es que la alianza IU-Podemos esté ya resuelta (los resabios y los compromisos del Partido Comunista clásico son muchos y habrá que limar no pocas aristas) pero si a los podemitas les conviene la colaboración entre ambos, para Izquierda Unida es casi vital. Frente a los dos diputados de los que ahora dispone con un millón de votos, podría colocar a diez o doce camaradas en el Congreso con el acuerdo al que le invita Pablo Iglesias, que estaba hoy especialmente preocupado porque la última encuesta de EL MUNDO no avala el sorpasso.
Algunos analistas apuntan a que el retorno de un sector de la abstención al redil del Partido Popular, unido a los diputados de Rivera, podría permitir al centro derecha arañar una mayoría absoluta que le devolviera el control de la situación política. Pero si esto no fuera así, si Rajoy, tras las elecciones del 26-J se viera obligado a resignar de nuevo la investidura por no sumar los apoyos necesarios, Felipe VI, conforme a la Constitución, tendría que encargar la formación de Gobierno, suponiendo que se produjera el sorpasso, al líder del segundo partido, IU-Podemos, es decir, a Pablo Iglesias.
Algunos se han enterado ahora del proyecto madurado por el líder podemita tras el error bisoño que cometió al exigir una supervicepresidencia para él. Otros venimos anunciando desde hace tres meses esta posibilidad, no probabilidad, que nos puede deparar el circo de la política española, donde los dirigentes de los partidos políticos se exhiben haciendo las más pintorescas piruetas para alarma de los asqueados ciudadanos. Y de las ciudadanas, no se vayan a enfadar los lingüistas y las lingüistas de la Junta de Andalucía.
Luis María Anson, de la Real Academia Española