España: Política en serie
A veces, la realidad imita a la ficción. La política española se ha convertido en una serie de televisión, que avanza por capítulos, y en la que tendremos que esperar hasta el último episodio para conocer el desenlace.
La reunión de Sánchez e Iglesias arrojó un poco de suspense a una trama que comenzaba a aburrir. En el arte de la escenificación, el líder de Podemos es el actor más consumado. No sabemos cuánto tiempo, de las escasas dos horas de reunión que mantuvieron, dedicaron ambos a hablar de un posible pacto de gobierno, dado que, según relató el jefe de filas de Podemos, conversaron sobre cine, libros (a los dos les gusta Don Winslow), baloncesto, primarias de EEUU, etc. Pero, como gran comunicador que es, enseguida supo poner el foco en lo que le interesaba: «Si yo soy el obstáculo para un acuerdo con el PSOE, no formaré parte del nuevo Gobierno».
Los flashes saltaron en ese momento mágico. ¡Iglesias renuncia a ser vicepresidente! ¡Ya teníamos un titular! Lo que tiene que aprender Rajoy de este portento de la prestidigitación.
Todo el mundo vio como una cesión lo que no era más que una engañifa. El timo del tocomocho ha sido superado por el timo de la vicepresidencia.
En pleno orgasmo almibarado (¿dónde está la cal viva?), Iglesias admitió incluso la posibilidad de reunirse con Albert Rivera… para que C’s apoye con su abstención un Gobierno respaldado por 161 diputados, como la paella, «a la valenciana».
Para mí, lo más significativo fue el apartamiento de facto de Íñigo Errejón de la responsabilidad en las negociaciones con el resto de los partidos, función que ahora asumirá él, para lo cual volverá a «dejarse la piel».
Cada uno de los tres líderes en liza cree ser el protagonista de su serie preferida. En su Juego de tronos particular, Iglesias no renuncia a su estrategia: ceder para avanzar, negociar para acabar merendándose al PSOE.
Mientras tanto, Sánchez va ganando experiencia en el arte de la supervivencia. Es como un Jimmy McNulty -el policía protagonista de The Wire– de la política, que si no se cuida, puede acabar siendo expulsado del cuerpo. Susana Díaz sueña con ese día.
Es natural que a Rivera le guste Borgen y que quiera ser como Birgitte Nyborg, que, con su pequeño partido de centro, acabó siendo primera ministra de Dinamarca. Pero debe tener cuidado porque en la versión española de la serie que estamos viviendo corre el riesgo de que su espacio político sea devorado por PP y PSOE si sólo juega el rol de comparsa.
El único que se sale del guión es Rajoy, que, como se acuesta a las 11, no tiene tiempo de ver series. Lee libros, aunque luego no se acuerde de sus títulos. Lo cual no quiere decir que no sepa cuál es su papel. El presidente quiere que los demás se empantanen en sus pequeñas tácticas que sólo buscan crear ilusiones vanas para que, al final, no haya más remedio que convocar nuevas elecciones, en las que piensa que podrá tomarse la revancha del 20-D. Más por demérito de los otros que por méritos propios.
Vamos a seguir de cerca lo que ocurra en los próximos capítulos. Probablemente, el final sea parecido al que pretende Rajoy. Porque en esta serie, la única forma de que haya final feliz es que uno de los protagonistas se suicide. Y eso, normalmente, no suele ocurrir.