Democracia y PolíticaPolítica

Elecciones en España: Sainetes, charangas, panderetas

 

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Irritación. Desánimo. Resignación. Son algunas de las reacciones del ciudadano español ante el anuncio –noticia sabida desde hacía tiempo- de que deberán repetirse las elecciones, después de cuatro meses viendo el ir y venir de negociaciones fallidas para formar nuevo gobierno, por parte de Pedro Sánchez, el a veces tambaleante jefe del PSOE, y la negativa del aún presidente de gobierno, Mariano Rajoy a siquiera intentarlo.

Los datos económicos más recientes destacan un estancamiento en las cifras sociales que importan; los agentes económicos en alguna medida están a la espera de que se resuelva el nudo gordiano institucional.

¿Culpables? Aquí la cosa se pone fuenteovejúnica: todos, si escuchamos los cantos de coro griego de los diversos partidos. Los populares culpan al PSOE, Ciudadanos a los populares y a Podemos, PSOE a Podemos, y Podemos a todos los demás.

En una nota reciente en ABC, Salvador Sostres recordaba un gag memorable sobre el infierno, del comediante inglés Rowan Atkinson (Mr. Bean) en el papel del demonio, ocupado separando a los condenados en grupos. Cuando le toca llamar a los ateos, les espeta: «You must be feeling a right bunch of nitwits» (Se deben estar sintiendo como unos tontos). Eso mismo les debe estar pasando hoy a socialistas y Ciudadanos, quienes montaron un vodevil lleno de errores, a sabiendas de que los números no cuadrarían, sin el sí (que era un imposible) de Iglesias. Y encima acudieron al sainete sin tener un plan B.

Rowan Atkinson, en «Welcome to Hell»:

 

Sufren la democracia española y los ciudadanos que la deben legitimar electoralmente, por la intolerancia, frivolidad y pereza intelectual de quienes deberían ser los primeros demócratas. Una clase política que estos últimos meses decidió irse de vacaciones de la realidad, cerrando los ojos y oídos ante su cada vez más creciente desprestigio. Y ahora exigen que el votante arregle los entuertos creados por ellos y que encima se resisten a solventar.

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El fallido trío negociador español: PSOE, Ciudadanos, Podemos.

La nueva fecha es el 26 de junio. ¿Podrá surgir una coalición de gobierno luego de esa fecha? Las encuestas no abren las compuertas del optimismo. Veamos las estrategias hasta ahora posibles o insinuadas:

-El Partido Popular: repite con el mismo caballo, que hasta ahora tiene el mismo handicap previo: nadie quiere saber nada de él. La única manera de que pueda forzar (es el verbo adecuado) su reelección es que el PP logre mejorar en número de diputados, al igual que Ciudadanos, y que encima convenza a Albert Rivera de ser socio menor de un gobierno de derechas. Su mensaje a favor de la gran coalición a la alemana (democristianos y socialistas), es pura pantalla para animar las conciencias ingenuas, a sabiendas de que mientras en el PSOE mande Sánchez los socialistas considerarán un anatema reunirse con el PP.

El PSOE: Al pre-presidente Sánchez hoy solo lo mueven dos cosas: su odio por “las derechas” –lo cual no le impide ser el mejor nuevo amigo de Albert Rivera-, y su disposición a aceptar cualquier insulto, desaire o burla de Iglesias en la esperanza de que el jefe de Podemos lo apoye para presidente. Afortunadamente, los “barones” socialistas, los jefes del partido, le han puesto límites a sus desatinos. Como destaca el periodista Santiago González, ese odio a las derechas es el legado del infausto Zapatero, un “odio al adversario, una fobia, como elemento definitorio del nosotros”.

Ciudadanos: Han querido mostrarse como los únicos sensatos de la partida, los que traen menos carga de odio en sus espaldas. Pero Rivera no puede ver una cámara o un micrófono sin que empiece a despotricar de Rajoy. Vieja tesis: su objetivo es llenar sus graneros a costa de los sembradíos conservadores, los más cercanos en ideología, a pesar de los pesares.

Podemos: Anuncia nueva estrategia, con posible pacto con Izquierda Unida. O sea, que los comunistas cosecha siglo XXI se quieren unir con los del siglo XX. Stalin los cría y ellos se acurrucan. La tesis de la “transversalidad”, de buscar espacios más allá de los ejes de siempre (derecha-izquierda), es enviada al cesto de basura. Su creador, Íñigo Errejón, supuesto número 2 del partido, está siendo progresivamente engullido por la ambición totalitaria de Iglesias. Su prioridad más obvia, a la vista de todos (menos de Pedro Sánchez) es quitarle la etiqueta de primer partido de izquierda al PSOE. Esa es la razón por la cual la elección que ellos siempre han privilegiado no es la pasada de diciembre, sino la próxima de junio, por ello jugaron a pactar con PSOE y Ciudadanos, para burlarse de ambos al final y forzar la nueva convocatoria electoral.

Izquierda Unida: El 20-D fueron víctimas del modelo de decisión empleado, el famoso y muy popular por estas regiones latinas, método D’Hondt. Por ello, en principio son razones matemáticas, que no ideológicas, las que los lanzan en brazos de Podemos. Como si Pitágoras D’Hondt no fuera suficiente, ya se ha sabido que ponen dos condiciones no precisamente doctrinarias: 1) tener en las listas al menos diez puestos con candidatos seguros de ser electos; 2) que Podemos les ayude a cubrir la deuda actual del partido, unos 16 millones de euros. Como se ve, puros principios y valores que enorgullecerían a Marx y Lenin. 

Un problema es que luego de las elecciones, las anunciadas estrategias previas quizá se pongan a un lado, y surjan las estratagemas, los empujones, el doble lenguaje, lo que divide sobre lo que une. Eso fue lo que pasó después de las elecciones anteriores, el pasado 20 de diciembre. Por ello, a algunos no les ha parecido mal la propuesta de Rajoy y sus huestes, de que cada candidato diga, por anticipado, con quiénes está dispuesto a conversar, y con quiénes no lo harían nunca, independientemente del resultado de junio. Y ya tuvo una primera respuesta: Albert Rivera ya ha dicho que un pacto con el PP es posible, pero sin Rajoy a la cabeza.

Un dato probable es que crezca la abstención. Sería natural, como que aumenten los ataques, incluso más fuertes.

¿Qué pasa si se repiten, con leves diferencias, los resultados del pasado 20 de diciembre? Lo primero es que el insólito y deprimente espectáculo de estos últimos meses no debería repetirse. Y lo segundo es que en principio sería lógico pensar que si vuelve a quedar primero el PP y el PSOE en segundo lugar (o tercero), el señor Sánchez, o quien sea que lidere a los socialistas, debería entender el mensaje de la ciudadanía, tragar duro, y aceptar formar una “gran coalición” con los populares. A fin de cuentas, en esas elecciones, más allá de los candidatos y sus pesados egos, se enfrentan dos modelos de sociedad: el europeo occidental, con el PP obteniendo la mayor cantidad de apoyos (las encuestas dicen que volverá a suceder en junio), y una variante del chavista, representado por Podemos.

Eso es un factor fundamental que la actual dirigencia socialista rehuye discutir: ¿Cómo es posible que se nieguen a negociar con un partido democrático como el Partido Popular, y en cambio han sufrido todo tipo de humillaciones para intentar convencer, sin éxito, a quienes no solo no son demócratas, sino incluso tienen como objetivo obvio destruir al PSOE? La frase de campaña socialista, que por lo visto van a repetir, «continuidad o cambio» es falaz; lo es si el cambio implica pactar con quienes desean destruir la institucionalidad democrática. 

¿Habrá nuevas posibilidades de arrumacos entre Sánchez e Iglesias? Solo si el primero acepta que Iglesias es su macho-alfa, como acertadamente me confiaba un querido amigo con mucha experiencia en estas lides de la política.

Volviendo al tema de la «Grosse Koalition«: El dilema para el actual, muy debilitado PSOE es shakesperianamente duro: o ser devorado por un PP como parte mayor de una coalición de unidad (como le ha sucedido a sus primos alemanes del SPD, que no han podido contener la supremacía y el liderazgo de Angela Merkel), o ser engullido por un Podemos encabezando la izquierda radical. En ambos casos para parte del electorado socialdemócrata ello implicaría la pérdida de identidad y la abdicación de sus principios.

Asimismo, también hay que entender que la comparación con Alemania tiene estos inconvenientes: el Partido Popular no es la Unión Demócrata Cristiana (CDU), con más de medio siglo de ser quizá el partido de Europa continental con mayor grado de estabilidad y de institucionalización democrática; El partido Socialdemócrata alemán (SPD), ha sufrido muchas divisiones, pero a su izquierda no tiene ningún rival que lo amenace -por ahora- como sí lo es Podemos para el PSOE. Por último, digámoslo sin anestesia: de lejos, de bien lejos, Mariano Rajoy no tiene el liderazgo de Angela Merkel.

Los retos que tienen los cuatro candidatos principales son:

-¿Será posible para Mariano Rajoy formar gobierno a pesar de los vetos producidos por los otros tres candidatos?

-¿Logrará Pedro Sánchez rescatar votos socialistas que, o bien se han abstenido, o se han ido con Podemos? ¿Virará, entonces, hacia su flanco izquierdo, el que le ha ido penetrando Podemos?

-¿Podrá Albert Rivera aumentar su votación lo suficiente para que su presencia sea ineludible en cualquiera de los escenarios de negociación?

-¿Logrará la suma de comunistas y podemistas quitarle al PSOE el monopolio sobre el liderazgo en la izquierda hispana?

Si se analizan bien las preguntas, se puede ver que todos los candidatos ofrecen flancos de debilidad, más que una oferta proveniente de sus fortalezas.

Ello viene confirmado por la última encuesta CIS, publicada este martes 3 de mayo, donde todos los líderes suspenden, obtienen resultados negativos en cuanto apoyo popular. (Se incluye en otra nota de América 2.1). ¿Lo más grave? Se mantiene el bloqueo político. 

¿Habrá entonces choque de trenes el 26-J? No puede haber choque de trenes sin trenes, y me temo que a menos que de aquí a la fecha electoral suceda algo que mueva las conciencias y las posturas de muchos, lo que veremos es una gran competencia por el poder -eso sí, con mucho sainete, charangas y panderetas-…entre carritos chocones.

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