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Esperanza no perdida

La frescura de un nuevo y poderoso actor alimenta la esperanza nunca perdida

 

El himno nacional de Israel reza que la esperanza del pueblo judío nunca estará perdida. Conservar la esperanza de regresar a la tierra prometida por dos mil años es una prueba cierta que la esperanza no se pierde. Que la esperanza se tarde dos mil años en materializarse en una realidad, resulta cuando menos alarmante.

Los 98 rehenes que quedan en Gaza luego de más de quince meses de cautiverio constituyen una herida abierta y sangrante para toda la sociedad israelí. Vienen a ser una prueba viviente del fracaso de un aparato de inteligencia y seguridad que se ufanaba de sus logros. La imposibilidad de traerlos de vuelta a casa, ya muchos sin vida, resultan en una amargura total para todos. Gobierno, oposición, izquierdas y derechas, discuten, pelean y se echan culpas unos a otros. Pero la solución no se consigue estableciendo culpabilidades a posteriori.

Los enemigos de Israel son muy poderosos. Tienen algo más que armas y recursos bélicos. Tienen la convicción y determinación de morir en el intento de acabar con su enemigo, infligiendo dolor y sufrimiento incluso a costa de los propios. Algo muy difícil de entender, y más complicado todavía de tener que lidiar con.

Durante estos quince largos y atroces meses, los mismos que continúan con impasibilidad, siempre ha estado presente la esperanza de lograr el rescate de los rehenes y algún acuerdo que ponga fin a las hostilidades. El optimismo respecto a algún acuerdo sube y baja. Cada cierto tiempo han habido iniciativas y negociaciones, declaraciones y presiones, anuncios y desmentidos, que alimentan la esperanza nunca perdida, la paciencia que no se agota.

El mundo entero está pendiente del 20 de enero de 2025, cuando tenga lugar la toma de posesión de Donald Trump como presidente de la primera potencia mundial. Sus declaraciones, respecto al asunto de los rehenes, han alimentado las esperanzas de una liberación pronta de los prisioneros de Gaza. Al momento de escribir esta nota, varios noticieros anuncian que se encuentran en el punto de negociación con más probabilidades de éxito nunca habidas, con delegaciones multilaterales en Qatar, En Israel, se teme tanto por el alto precio que ha de pagarse para lograr un acuerdo como por el tamaño de la decepción y frustración en caso de que, una vez más, no se llegue a nada concreto.

Donald Trump es un hombre de negocios pragmático. Como aliado de Israel, genera confianza en los israelíes y en su actual gobierno. Todos queremos un acuerdo que traiga a los rehenes de vuelta y una pacificación inmediata de la zona, cese de hostilidades y paz.  Las esperanzas están estos días potenciadas por la novedad que significa Donald Trump, por sus declaraciones previas y el compromiso manifestado. ¿Será esto suficiente para convencer a quienes pueden lograr un acuerdo de liberación de rehenes?  Hasta estos momentos, las buenas intenciones de quien será en breve su predecesor, no han sido suficientes.

Los rehenes son una herramienta muy poderosa en manos de sus captores. Les da una capacidad negociadora tremenda, una protección colosal. Israel acusa el cansancio de quince meses de mucha tensión en siete frentes bélicos simultáneos, en la extensa arena diplomática internacional que le es muy hostil y en la inclemente política doméstica de un país sencillamente acosado. Así como Israel se cansa, todos están muy cansados de esta dinámica cruel.

La frescura de un nuevo y poderoso actor alimenta la esperanza nunca perdida. Intenciones y declaraciones nunca han sido suficientes, pero debe reconocerse que la postura de Trump ha generado confianza, como la generó Joe Biden al visitar Israel justo después del 7 de octubre y mencionar el célebre “don’t”, un término que se comprobó está sujeto a múltiples interpretaciones.

Los judíos y los israelíes están muy acostumbrados a tener esperanzas, vivir de ellas y gracias a ellas. Desde una perspectiva histórica, esto es meritorio y relevante. Explica en mucho el porqué de la supervivencia de una nación en condiciones adversas. Desde una perspectiva de tiempo real de nuestros días, es parte de una ilusión que no resuelve a las víctimas.

Los judíos que viven a la espera del mesías y de la solución de sus problemas por cualquier vía sea humana o divina, o una combinación de ambas, viven un momento difícil una vez más con este delicado tema de los rehenes en Gaza y todo lo que rodea el tema. Los cambios en la geopolítica confieren, con algo de razón y no tanta seguridad, un deje de mayor esperanza.

Ciertamente, la esperanza no estará nunca perdida.  Lo que se pierde es la paciencia cuando no la vida. Esperemos lo mejor…siempre, y con paciencia.-

 

 

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