Este periodista espera su biopic
Animados por el rotundo éxito taquillero de Oppenheimer, después de excelentes biopics sobre científicos tan fascinantes como Marie Curie, Stephen Hawking y Alan Turing, los guionistas de Hollywood tienen otro buen tema donde hincar el diente en el periodista, escritor y luchador ambientalista Paul Brodeur, fallecido hace pocos días en el hospital de Hyaniss, Massachussetts.
Tenía 92 años, había nacido en Boston y se graduó en Harvard antes de alistarse en el servicio de contrainteligencia del Ejército, servir en un depósito de almacenamiento nuclear en Alemania y, tras darse de baja, vivir un breve tiempo en Francia donde comenzó su carrera literaria e ingresó a la revista The New Yorker donde colaboró durante las siguientes cuatro décadas.
Fue autor de varias novelas – entre ellas The Stunt Man, llevada al cine con Peter O´Toole en el rol principal- y de recopilaciones de relatos, pero su renombre se consolidó con una labor que combinaba historia, ciencia y chismografía, centrada en denuncias ecologistas con una actitud pugnaz que le granjeó numerosas polémicas y litigios judiciales y la comparación con el novelista Emile Zolá, vitriólico testigo de la sociedad francesa de fines del siglo XIX.
Brodeur se interesó por las reclamaciones de los aborígenes estadounidenses y respaldó sus reclamaciones territoriales, escribió sobre los efectos biológicos de las microondas y los campos electromagnéticos y la destrucción de la capa de ozono por químicos de origen humano, pero sobre todo ganó notoriedad por sus denuncias de los peligros de los asbestos, desde que su reportaje El Mineral Mágico, en 1968, pusiera de relieve su incidencia en enfermedades que mataban a millares de trabajadores.
La asbestosis, por ejemplo, que se manifiesta mucho tiempo después de la inhalación de fibras de asbesto, utilizadas frecuentemente en la construcción antes de 1975, que impide cicatrizar el tejido respiratorio, calcifica las placas neurales y genera el cáncer del pulmón.
Siguieron quince años en que sus denuncias inspiraron una cadena de procesos judiciales que prácticamente arruinaron a todos los productores del mineral, a medida que una nueva legislación prohibía su utilización como material aislante en los rascacielos y en las instalaciones públicas en toda la nación.
Brodeur fue valiente al enfrentar burócratas y médicos cómplices de los consorcios industriales y colegas de la prensa tarifados para asordinar los riesgos, acreditándose en 1974 reconocimientos como los premios de la Fundación Sidney Hillmann y los gremios de abogados, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y las Naciones Unidas, por sus investigaciones sobre la amenaza a la capa de ozono representada por clorofluorocarbonos usados como refrigerantes y en sprays, contribuyendo a su prohibición por los Protocolos de Montreal de 1979.
Aquel mismo año obtuvo el premio National Magazine por una serie en cinco capítulos sobre la clausura y saneamiento de una planta asbestera en Texas, donde un tercio de los 875 empleados desarrollarían cáncer por su exposición a la mortal sustancia, que desbordó los límites de la empresa para alcanzar una enfermería que empacaba plantas en bolsas fabricadas con el material, ante la total indiferencia de los políticos locales.
Dos años después, su libro The Zapping of America reveló el bombardeo con radiación de microondas del Gobierno soviético contra la embajada estadounidense en Moscú, que provocó trastornos de salud, conocidos como el Síndrome Habana, entre el personal diplomático, y en 1989 publicó una serie de artículos en que relacionaba casos de leucemia infantil con la exposición a campos electromagnéticos producidos por las líneas de transmisión y equipos eléctricos.
Alarmista, sensacionalista, conspirador, terrorista ambiental, fueron algunos de los epítetos que endilgaron sus poderosos enemigos a quien no dejó nunca de presentarse, humildemente, como una especie de entomologista literario y un simple escritor que había trabajado para una revista cuyos editores creyeron durante algún tiempo que los temas de salud pública debían ser abordados con amplitud y profundidad.
Al final, Brodeur se refugió en Cape Cod– tal vez en la vecindad de Jessica Fletcher- en una casa modernista, rebosante de obras artísticas; dedicado a la pesca deportiva que, además de esparcimiento, le proveía en el verano de alimento junto a la cosecha vegetal de su jardín.
Varsovia, septiembre de 2023