Estonia, Letonia y Lituania celebran el 30 aniversario de la «cadena báltica»
Los ecos de aquella gesta siguen reverberando a día de hoy
(EFE).- Gobiernos, partidos y organizaciones civiles de Estonia, Letonia y Lituania celebran el 30 aniversario de la llamada «cadena báltica», una cadena humana de unos dos millones de personas que cruzó y unió a los tres países para exigir su independencia de la Unión Soviética.
Los ecos de aquella gesta siguen reverberando a día de hoy. Mucho más allá de las fronteras europeas. Este fin de semana están previstas en Hong Kong tres cadenas humanas, inspiradas en la que unió los bálticos, dentro de su campaña de protestas contra el Gobierno de Pekín.
Los primeros ministros de los tres países, el estonio Jüri Ratas, el letón Krisjanis Karins y el lituano Saulius Skvernelis, participaron este viernes en un acto conmemorativo en el Monumento a la Libertad de Letonia, en centro de Riga, donde comenzaron en 1987 las protestas contra el régimen soviético.
Pero no fue hasta dos años después cuando se formó la «cadena báltica» el 23 de agosto de 1989, una forma pacífica y espectacular para mostrar al resto del mundo que Estonia,Letonia y Lituania querían ser libres. La cadena humana conectó Tallín en Estonia, a través de Letonia, con Lituania y llegaba hasta la frontera con Polonia. Casi 700 kilómetros.
«Las personas, cogidas de las manos, pueden ser más fuertes que la gente con armas», escribió en la red social Twitter Ratas.
El 23 de agosto no era una fecha cualquiera, cogida al azar. Ese mismo día, en 1939, la Unión Soviética había engullido a los tres pequeños países bálticos, amparada en las cláusulas secretas del pacto Molotov-Ribbentrop, que regulaban el reparto de Europa oriental entre Berlín y Moscú. Poco había durado su independencia de Rusia, lograda en 1918.
La demostración de la población báltica fue posible por la llegada de la «glasnot» (apertura) de Mijaíl Gorbachov, que rebajó las restricciones a las concentraciones públicas
La demostración de la población báltica fue posible por la llegada de la «glasnot» (apertura) de Mijaíl Gorbachov, que rebajó las restricciones a las concentraciones públicas y las actividades sociales no organizadas por el Estado.
No obstante, algunos intentos anteriores habían acabado mal. En 1987 un intento de manifestarse junto al Monumento de la Libertad de Riga se saldó con barricadas de autobuses públicos y decenas de jóvenes detenidos.
Un año más tarde sí que los opositores pudieron concentrarse el 23 de agosto sin interferencias de las autoridades soviéticas y en aquel otoño empezaron a conformarse los denominados frentes populares, unos movimientos políticos semiautónomos que empezaron aplaudiendo a Gorbachov y acabaron reclamando la independencia.
Aquella primera concentración tuvo lugar poco después de que el comunista letón Mavriks Vulfsons, desafiando la línea oficial, hizo públicos los acuerdos secretos del Pacto Molotov-Ribbentrop, que la Unión Soviética había mantenido casi cinco décadas en secreto.
La organización de la «cadena báltica» fue todo un reto en una era sin teléfonos móviles ni internet
La organización de la «cadena báltica» fue todo un reto en una era sin teléfonos móviles ni internet. Cientos de activistas locales, miembros de los frentes populares y otras asociaciones independentistas en decenas de ciudades y pueblos organizaron la ruta en secreto, en muchos casos sin dar parte a sus propios jefes.
Mucho ha cambiado desde entonces en los bálticos. Dos años después colapsó la Unión Soviética, incapaz de sobrevivir a los ingentes problemas internos de corte político, social y económico y al desmoronamiento que comenzó con la caída del muro de Berlín en octubre de 1989.
Hoy, Estonia, Letonia y Lituania son miembros de la OTAN y de la Unión Europea, que desde 2009 conmemora el 23 de agosto como una fecha especial, el Día Europeo del Recuerdo a las Víctimas de del Estalinismo y el Nazismo.