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‘Fake news’ y otras filfas

Se puede decir “noticia falsa” si se inventa un hecho, y “noticia falseada” si se manipula el relato

Algo hay dentro de la locución fake news que me suena incongruente. No se trata ya de que resulte ajena a nuestro idioma, sino de la contradicción interna que se puede ver en ella. Es decir, el aparente oxímoron (oposición entre los términos) que implica la idea de “noticia falsa”.

La palabra “noticia” adquiere en nuestra lengua dos significados. “Noticia” es un hecho, y “noticia” es asimismo el relato de ese hecho. Por eso decimos “ha sucedido una noticia” y también “escribe una noticia”. En el primer caso nos referimos a algo de interés que acaba de ocurrir, y en el segundo mencionamos la narración que le corresponde.

Si atendemos al primer significado (el hecho), se puede apreciar una contradicción entre los términos “noticia” y “falsa”, porque esa expresión obliga a concebir “noticia” como algo que no ha ocurrido. Es decir, un hecho que sería un no-hecho.

Se supone además que lo sucedido y lo que se narra deben coincidir, de modo que la realidad obtenga su representación cabal. Y así como un Rolex falso es cuando menos un reloj, una noticia falsa no es siquiera una noticia, pues le falta el requisito indispensable de haber acaecido.

Por tanto, fake news puede entenderse en español de dos maneras, dependiendo de si se ha mentido al inventar un hecho o se ha engañado al manipular su relato. Así, cabe considerar “noticia falsa” a la que concierne a un hecho no ocurrido (asumiendo el oxímoron), y “noticia falseada” (corrompida, adulterada) a la que transmite un relato inveraz, ya sea porque se le añaden datos inexactos, erróneos o inventados, o porque se silencian aspectos relevantes.

Además, disponemos de otras palabras españolas para traducir fake news, aunque quizás ninguna ofrezca tampoco una frontera nítida entre esas dos falsedades.

Un grupo de ellas recoge en sus definiciones la locución “noticia falsa”. Se trata de “bulo” (“noticia falsa propalada con algún fin”), “infundio” (“mentira, patraña o noticia falsa, generalmente tendenciosa”), “paparrucha” (“noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”) o “camelo” (“noticia falsa”, “simulación, fingimiento”). Por su parte, la definición de “patraña” no incluye “noticia falsa”, pero se acerca al concepto: “Invención urdida con propósito de engañar”; lo mismo que sucede con la propia palabra “invención” (“fingir hechos falsos”).

Un segundo grupo incorpora a su definición el término “engaño”, es decir, la acción de “hacer creer a alguien que algo falso es verdadero” (y lo mismo se engaña al inventar que al falsear). A saber: “trola” (“engaño, falsedad, mentira”), “embeleco” (“embuste, engaño”) y “filfa” (“mentira, engaño, noticia falsa”). En este apartado, me quedo por gusto personal con la última, que entró en el Diccionario en 1925 y que ya había usado antes Galdós, entre otros, en su episodio Zaragoza, en 1874: “Lo publicado en la Gaceta del 16 era una filfa”.

Por su parte, la opción “mentira” (“engaño, noticia falsa”) abarca también las dos posibilidades, así como sus equivalentes “embuste” (“mentira disfrazada con artificio”) y “cuento chino” (“embuste”).

Todas esas palabras de buen español están a nuestro alcance; sonoras y contundentes, cálidas en su expresión, indignantes a veces. Sin embargo, triunfa en el lenguaje público la locución inglesa, fría y técnica, ajena, distante y ambigua.

Parece fake news. O sea, parece mentira.

 

 

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