Falleció Alicia Álamo Bartolomé, consecuente columnista de RCL

Hay noticias que uno piensa jamás recibirá, pero inexorablemente llegan. Una de ellas fue este deceso que nos dejó perplejos. No por ignorar que a cada quien debe llegarle su hora, sino porque siempre pensamos que la hora de Alicia estaba lejos. Tenía casi 100 años pero nos acostumbró a una lucidez y una vitalidad, a una alegría y una manera tan serena y natural de hablar de esa “hora”, poco comunes en la gente de su edad.
Pero el caso de Alicia era diferente. Su profunda fe la hizo temeraria en todo tema, en especial en estos de la edad. Solía escribir sobre ello como si quisiera inocular – a todos los que compartían su camino, ya avanzado- la misma esperanza y la misma seguridad en que todo esto no era el final del camino. Ella no intuía, sabía que Dios esperaba al final del largo túnel y que había que ganarse el derecho a ver esa Luz. Y en ello pasó su vida. Entre quienes la conocimos, unos más que otros, no gravita la menor duda de que ya el Padre le abrió las puertas de par en par.
Si, por alguna casualidad, encontraba el más mínimo error en una publicación por ella enviada llamaba, reclamaba, regañaba y corregía. Como debe ser. Apenas la semana pasada ocurrió uno de esos episodios cuando apareció una palabra cambiada. Y no cualquier palabra, sino una que alteraba el sentido de la frase. Revisamos y nos percatamos de que había sido el corrector automático. Nos excusamos y ella entendió. Pero reprendía, como corresponde a una periodista veterana y responsable. ¡Y con casi 100 años a cuestas! ¿A quién puede importar un detalle a esa edad? ¡A Alicia!, perfeccionista y, por ello, maestra.
Alguna vez me invitó a sus gratas tertulias domingueras. Compartí allí con su familia, entre quienes se cuenta Edmundo Arias, reconocido actor de telenovelas en las mejores épocas de nuestra televisión y profesional de la Ingeniería, gran conversador y aún galán, aunque ya la pantalla no sea su escenario de vida. En la mayor sencillez y con toda naturalidad, allí se contaban anécdotas y se abordaban los temas sin guion ni pautas previas, en medio de la mayor espontaneidad.
Agradecemos de corazón sus columnas, no sólo las que escribía cada 25 de mes para RCL, sino las que puntualmente nos enviaba del diario El Impulso, también para que las publicáramos, lo cual hacíamos con el mayor gusto. No había una que no valiera la pena. Los escritos de Alicia eran más que una columna periodística. Eran bálsamo, sabiduría y compañía para cualquier alma que lo necesitara, lo cual llevó en su alforja para ponerlo ante la presencia de Dios. A fin de cuentas, ¿no dicen que los pecados contra la Caridad serán los más castigados? Pues la pluma de Alicia desparramaba Caridad a cada sílaba. Las frases parecían hechas para aliviar, aunque a veces también, para interpelar lo cual es una forma de aliviar. Ella, como nuestro Andrés Eloy, se la pasaba deshaciendo encajes para llegar hasta el hilo.
El día 24 nos extrañó que la columna no llegó. Tampoco el 25 estaba en nuestro email para subirla a RCL. Jamás había pasado. Pensamos que tal vez había tenido algún percance… y, casi de inmediato, llegó el correo de su sobrina Trina Álamo Gordils avisando de su partida. Sólo así podía fallar la columna de Alicia.
Nos harán falta sus mensajes, pero fue tanto lo que dejó que bastará para acompañarnos hasta que nos toque reencontrarnos. En esa famosa «hora». Alicia, mientras tanto, será una gran intercesora para que a este país que tanto amó, le llegue la paz y la felicidad que tanto le deseó.
Gracias por todo, querida Alicia. Y descansa en la eterna paz, esa que tanto predicaste y anhelaste. ¡Te la mereces!.-