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Felipe González avisa sobre sus socios a Pedro Sánchez: «Llegan con votos y gobiernan con botas»

Felipe González y Pedro Sánchez se saludan en la inauguración del XIX Foro Iberoamérica. Foto BERNARDO DÍAZ

Felipe González levanta la cabeza y la voz. Sólo de vez en cuando se presta el ex presidente a analizar las guías sobre las que discurre la actualidad política, económica y social del país. Ayer fue una de esas ocasiones. González aprovechó su intervención en el Foro Iberoamérica, que se prolongará hasta hoy como preludio de la Cumbre Iberoamericana, para alertar de que en España «se está fragilizando la institucionalidad» y advertir de que o bien se ponen en marcha reformas que abran nuevos cauces a la participación ciudadana o se correrá el riesgo de caer en manos de «caudillos que se transformarán en tiranos».

González se expresó en estos términos después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchezinterviniera inaugurando el Foro. El ex mandatario no hizo mención expresa a formación política alguna, pero enhebró sus comentarios al hilo de las reflexiones que expuso sobre el régimen de Venezuela que calificó de «tiranía arbitraria».

En su opinión, en España se está debilitando el entramado institucional a través del cual se expresa la «democracia representativa», concepto éste que choca con los planteamientos asamblearios incentivados por las formaciones populistas. Los riesgos más peligrosos que citó son los que afectan a la separación de poderes y al respeto que debe existir entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Este cuestionamiento de los elementos esenciales de la democracia liberal «no es», según el ex presidente del Gobierno, «para sustituirlos por algo mejor, sino por algo peor», algo que incluso puede inducir a caer en la «tentación de buscar caudillos para que nos salven quién sabe de qué», precisó. Eso tiene que ver, explicó, con el desafecto que anida en los ciudadanos cuando votan a sus representantes pero comprueban que hay poderes que no controlan y que condicionan las decisiones de aquéllos a los que han elegido.

Felipe González, que se autodefinió como un «radical defendiendo la institucionalidad democrática», no mencionó al partido que lidera Pablo Iglesias, actual socio del Gobierno de Pedro Sánchez, pero muchas de sus advertencias enfocaban con nitidez hacia los planteamientos de la formación morada, máxime cuando su reflexión surgió como una derivada de la crítica feroz que previamente había vertido contra la dictadura de Nicolás Maduro. «Tenemos que ponernos en alerta», dijo, «porque la crisis puede ser muy seria».

«Hay un deterioro», argumentó, «de lo que conquistamos hace muy poco tiempo, de la democracia. Hay algunos gobernantes que llegan por el voto y deciden gobernar por las botas. A veces, las botas militares y, otras, las simbólicas; las botas de someter al poder judicial y anular el poder del Parlamento y de gobernar con la represión. Este es el ejemplo de Venezuela», dijo, antes de añadir que también en España existe el peligro de deslizarse hacia el autoritarismo.

En la actualidad, según el ex presidente, se están «inventando problemas para eludir los problemas reales». «Se hacen cuestionamientos de cosas», afirmó, «que no afectan a nada más que a inventarse un problema para eludir los desafíos que de verdad tenemos por delante».

Y en este escenario, apuntó, «las reformas estructurales que son dolorosillas se dejan para otra ocasión». El país, desde su punto de vista, «no está en condiciones de discutir los verdaderos desafíos», como por ejemplo la manera en la que se debe encarar y conducir la revolución tecnológica.

El ex presidente del Gobierno se refirió también a la «crispación» que existe en la actualidad en el debate político entre los líderes y advirtió de que ese enfrentamiento permanente, «aguas abajo, en la sociedad, puede producir tensiones de violencia que muchas veces se salen de control».

Aludía así González al choque frontal y diario entre las principales fuerzas políticas, agravado tras el vuelco imprevisto provocado por la moción de censura, y que ahora cercena de raíz cualquier intento de acuerdo o consenso.

En este clima de confrontación, coincidiendo con el 40 aniversario de la Constitución, quienes abogan por las «reformas razonables» desde la «centralidad» están quedando esquinados. La impresión del ex presidente es que frente al reformismo moderado están ganando terreno los «liquidacionistas», que pretenden un nuevo proceso constituyente, y los «inmovilistas», para los que la Carta Magna es «como las Tablas de la Ley». «Para los que queremos hacer reformas razonables el espacio se está reduciendo», lamentó.

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