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Félix de Azúa: La memoria

«La ‘memoria histórica’ de Zapatero cambiada en ‘democrática’ por Sánchez es la última venta de jarabe contra el dolor de muelas inventado por el socialismo»

Si hay un mecanismo de nuestro espíritu que aún nadie sabe en qué consiste, ese es la memoria. De ahí que los políticos lo exploten a sabiendas de que nadie les va a poder contradecir. El último negocio, el de la «memoria histórica» de Zapatero cambiado en «memoria democrática» por Sánchez, no es sino la última venta de jarabe contra el dolor de muelas inventado por el socialismo.

Por eso no me parece extraño que Meritxell Batet, una de las más renombradas escaladoras del PSOE, se equivocara, según ha declarado, cuando dijo que las familias españolas en su mayoría no tienen problemas para pagar el alquiler de su vivienda. Se equivocó, afirma. La memoria le jugó una mala pasada. Cuando lo dijo pensaba como los miembros y miembros de la Casta, según la definieron sus compañeros de partido. La Casta política convierte a gente sin la menor preparación intelectual ni experiencia laboral en unos millonarios de nuevo cuño, unos nuevos ricos que se creen más listos que todos los pobres que no saben reciclarse en héroes de la superioridad moral. Ya se sabe lo que son los nuevos ricos.

Una vez elevados al sector exquisito de la población, se les olvida el pasado de inmediato. No hay nada que modifique tanto la memoria como los intereses económicos. De ahí la cantidad de gente que recuerda con gran precisión, dicen, los enterrados en cunetas y fosas de hace casi cien años. Menos mal que no buscamos los enterrados de las guerras carlistas. También la memoria política tiene límites, que, si no, andaríamos desenterrando represaliados de Numancia.

«Batet confundió su actual situación privilegiada con la de miles de personas perfectamente desprovistas de dinero»

El caso es que Batet confundió su actual situación privilegiada con la de varios cientos de miles de personas perfectamente desprovistas de dinero. Gente que sólo tiene, para subsistir, su trabajo. Es decir, proletarios. Así se llaman porque la otra única fuente de riqueza que poseen son los hijos, la prole. Bien es verdad que buena parte de ellos, si no la mayoría absoluta, son inmigrantes de países cuya miseria y cuya violencia les expulsó de su tierra. Pero, claro, estos no son catalanes, ni vascos, ni gallegos, ni quizás, según el pensamiento o lo que sea del PSOE de Sánchez, tampoco son españoles. De modo que la frase en la que se notó un flaqueo de memoria en la política catalana debía de haber sido «la mayoría de las familias españolas del PSOE…».

Aunque para memoria histórica y democrática, la de los serbios de Kosovo, que son pocos, pero muy de su tierra. Hace unos días se reunieron entre medio y un millar de patriotas en la llanura de Gazimestán, allí en donde el príncipe Lazar fue derrotado por el Imperio Otomano y ese es el motivo de su celebración nacional. Eso sí que es memoria, y no la discretita celebración de la derrota de los catalanes en 1714, vas a comparar. Aunque, como le manifestó un taxista al corresponsal de un periódico nacional que acudió a los fastos serbios, «no entiendo por qué se pelean tanto los serbios y los kosovares de esta región, cuando la verdad es que ambos están deseando largarse de aquí cuanto antes y a cualquier lugar».

 

 

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