Fernando Mires: Después del 1-S
En términos generales el 1- S sucedió como estaba previsto, y aún con algo más. El saldo puede ser considerado altamente positivo. La multitud reunida en las calles de Caracas fue enorme. Ese día tuvo lugar una de las demostraciones políticas más gigantescas habidas en la historia de Venezuela. Se comprueba una vez más que el Revocatorio era desde el punto de vista político, la más popular, la más movilizadora, incluso la más radical de todas las propuestas que en un momento manejó la MUD. Ya no vale la pena insistir sobre ese punto. Está cerrado.
A partir del RR16 ha quedado claro que la oposición ha vencido políticamente al régimen. Es mayoría absoluta en las urnas y en las calles. Maduro es un gobernante derrotado. Todas sus cartas políticas están agotadas. Solo le quedan las militares. De ahí los esfuerzos desesperados de sus secuaces, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez, por desplazar las confrontaciones a un espacio militar. El pueblo -se vio muy claro en la ridícula demostración convocada por Maduro- ya lo perdieron; tal vez para siempre. Los dos pilares básicos del chavismo originario -los votos y la calle- están tomados por la oposición.
La lucha por el Revocatorio ha sido enmarcada dentro de los cuatro puntos cardinales trazados por la MUD. Es pacífica, es democrática, es constitucional y es electoral. No todos están contentos con esa línea dentro de la oposición. Algunos, concordando peligrosamente con Maduro, quisieran ver elevada la lucha a un nivel más confrontativo. Pero así es la MUD y así es su línea. A los que están en desacuerdo solo se les puede sugerir que intenten formar otra MUD, o algo parecido. Si no lo han hecho después de tantos años significa que no han sido capaces. Y eso no puede ser culpa de la MUD
Henrique Capriles -quien “algo” tiene que ver con el RR-16- lo dijo muy claro: “Si nosotros estamos luchando porque se reactive la Constitución, el método tiene que ser pacífico”. En efecto, no se puede lograr un objetivo pacífico usando vías violentas.
Capriles establecía de ese modo una relación medios-fines en las cuales los medios no pueden ser separados de los fines, algo incomprensible para quienes confieren a los medios un carácter puramente instrumental. Más claro fue Capriles cuando dijo: “Si desvirtuamos la actividad del 1-S desvirtuamos al Revocatorio”.
Hay quienes piensan que el 1-S la MUD pasó por sobre la voluntad de las multitudes. Pero las masas no son voluntades imaginarias. Las fotografías muestran claramente que a esa marcha concurrió gente de todos los estratos sociales. Muchos de los que bajaban desde los cerros asistían por primera vez a una manifestación anti-gubernamental. Había, además, ancianos, niños, amas de casa y hasta lisiados en sillas de rueda. Si asistieron fue porque creyeron –en contra de las amenazas de Maduro- en el carácter pacífico de la marcha. La MUD no engañó a nadie. Puso los itinerarios, los límites de lugar y de tiempo. La irresponsabilidad de los convocantes habría sido muy grande si hubiera cambiado los objetivos durante el curso de la demostración.
El 1-S puede ser considerado como un gran ensayo general. Una demostración de fuerzas que no podrá pasar desapercibida por el régimen. Muy pronto vendrán movilizaciones más largas y decisivas.
El régimen, evidentemente, conciente de su inferioridad numérica, intentará cerrar por todos los medios la posibilidad revocatoria. Hay que tener en cuenta en ese sentido que no estamos hablando de políticos normales. La camarilla de poder que asumió el legado de Chávez está formada por seres que puede ser caracterizados, sin ningún problema, como sociópatas. Como tales, creen que hagan lo que hagan, estarán legitimados por una razón de la historia de la cual se sienten depositarios. En breve, se trata de personas trastornadas por el uso del poder y por tanto muy peligrosas. Si alguna vez aceptarán un diálogo, solo será cuando no tengan frente a sí ninguna otra alternativa de sobrevivencia política.
Bajo esas circunstancias, la pregunta que se plantea cada opositor es la de qué puede suceder en caso de que el régimen logre imponer, mediante la apelación a la fuerza bruta, la imposibilidad del RR16. ¿No llevará eso al desencanto total? Puede ser efectivamente que así ocurra durante algunos tramos. Pero también puede suceder lo contrario. Pues si el régimen no da salida al RR, aparecerá ante los ojos del mundo violando abiertamente a la Constitución del país. Que a la de Almagro se haya sumado la voz de Carter -en el pasado reciente acusado de “pro- chavista”– para exigir el cumplimiento de los plazos revocatorios constitucionales durante el año 2006, es un hecho que habla por sí solo. Entre la creciente oposición interna y la creciente oposición externa surgirán muchas vinculaciones.
Ni las multitudes del 1-S ni la MUD se dejarán robar sus derechos constitucionales. Si eso ocurre habrá llegado la hora del enfrentamiento definitivo entre un régimen dictatorial y el pueblo ciudadano.
Las circunstancias descritas llevarán, si se da ese caso, a los partidos de la MUD a buscar un diálogo directo con las FAN. Un diálogo que vaya mucho más allá de una carta abierta escrita el día antes de cada demostración. Pues para nadie es un misterio que muchos militares, ante la evidencia del fracaso total del régimen, no estarán dispuestos a amarrar su destino al de una camarilla sin apoyo social y sin dotes políticas.
Actuando en contra de la Constitución el ejército está condenado a convertirse en una banda de delincuentes armados. Con y dentro de la Constitución, protegiendo los derechos ciudadanos de las grandes mayorías, puede llegar a ser una de las instituciones más respetables de la nación.
Por ahora el régimen goza de la razón de la fuerza. La ciudadanía opositora, en cambio, posee la fuerza de la razón. Los procesos históricos de la modernidad han indicado claramente que nunca los primeros han logrado imponerse sobre los segundos. Venezuela no será una excepción.