Fernando Mires: El chavismo es muy distinto al peronismo
Un peligro que amenaza al análisis político es el pensamiento esencialista.
Traduzco: Por esencialismo entiendo la sumisión de diversos fenómenos bajo un solo concepto de modo que todas sus diferencias son anuladas. Uno de esos conceptos es el de populismo.
Nombrando al populismo cada uno entiende lo que quiere: demagogia, culto a la personalidad, participación de las masas y muchas otras cosas. Lo único que tienen en común todas estas denominaciones es la apelación al pueblo. Pero si es así, toda la política moderna seria populista pues ningún partido puede ganar una elección sin invocar al pueblo.
Lo vimos recientemente en Argentina.
Una de las razones que explica por qué Macri logró derrotar al cristinismo fue por haber apelado de modo amplio al pueblo. Mientras el pueblo de Scioli era un pueblo excluyente cuyo imaginario estaba formado por trabajadores y oprimidos, el de Macri era un pueblo incluyente: un pueblo- nación, sin distinción de ideologías ni de clases. En ese punto Macri habría sido mejor populista que Scioli.
La esencialización de conceptos puede llevar a grandes equívocos. Hay quienes, creyendo que el populismo es “cosa en sí”, han profetizado que con Macri comienza el fin del populismo en América latina. Desde esa óptica, el chavismo sería lo mismo que el peronismo. Nada más absurdo.
Si el chavismo es derrotado el 6-D no lo será por su política populista sino porque simplemente ya no tiene la capacidad de ser populista. Maduro, el anti-líder, en comparación con Chávez, ha perdido mucho pueblo. Y, evidente, no puede haber populismo sin pueblo. Pero aunque así fuera: quien asimila al chavismo con el peronismo significa que no tiene la menor idea de la historia del peronismo. Pues si nos atenemos a las diferencias podríamos incluso comprobar que no solo no son semejantes, sino en muchos puntos, antagónicos. Veamos:
- El Partido Justicialista, formado por trabajadores sindicalmente organizados, surgió al margen del Estado antes de que apareciera Perón. El PSUV en cambio nació como un partido-estado.
- A diferencias de Chávez, Perón no destruyó a los sindicatos obreros. Todo lo contrario: Los integró en una alianza pluriclasista dentro de la cual ellos constituirían uno de sus ejes centrales.
- El primer Perón no destruyó la capacidad productiva del país como hicieron Chávez y Maduro. En cierto modo continuó la industrialización ya iniciada por la oligarquía agroganadera.
- Perón, a pesar de ser militar, nunca fue militarista como Chávez y Maduro. Más todavía: el peronismo llegó a ser el partido anti-militar frente a un ejército convertido en el partido uniformado de la derecha. Jamás Perón podría haber sugerido la formación de una Junta “cívico-militar” como lo hace con tanta desvergüenza Maduro.
- Perón jamás delegó la soberanía ideológica y política a otra nación como hizo Chávez con respecto a Cuba.
No se trata por cierto de apologizar al peronismo. La enorme corrupción gubernamental del kirchnerismo es parte de su legado. Cristina solo perfeccionó los métodos mafiosos establecidos por el padre fundador. Pero las razones aquí nombradas, a las que pueden ser agregadas otras, explican por qué el mito Perón continúa vivo en el alma política argentina.
Si el peronismo regresa después de Macri, no será parecido al cristinismo: será otro peronismo. Y si se impone el matiz ciudadano que rodea a Massa y al mismo Scioli, puede que Macri pase a la historia no como quien puso fin al peronismo sino como el presidente que lo civilizó, obligándolo a convertirse en un partido ciudadano y moderno. Massa y Scioli ya lo saben: el primero rompió con el cristinismo en nombre del peronismo. Scioli se muere por hacer lo mismo y en un momento determinado, lo hará.
Como el tango, el peronismo es típicamente argentino. Más allá de todos sus males y taras es un invento altamente ingenioso –e incopiable- que permite a diversos partidos y tendencias participar en política haciendo referencia a un antepasado común, a mantener una relación con la historia nacional, a tejer un lazo de ficticia hermandad, a darse de repente la mano en medio de tantos odios.
Hay peronismo para rato. Lo que ha sido derrotado en la Argentina, y solo por ahora, es una de sus formas: la menos peronista, la menos argentina y, a la vez, la más chavista.
¿Y habrá macrismo para rato? Eso nadie lo sabe todavía. Estamos frente a una historia que recién comienza. En gran medida la respuesta dependerá del mismo Macri.