Fernando Mires: La Cumbre de las Dictaduras (MPNA)
Ya podemos imaginarnos el acto de clausura de la cumbre del MPNA. Nicolás Maduro pronunciará un discurso recordando con voz entrecortada el legado del Presidente Chávez. Los representantes de Bolivia y Nicaragua no podrán contener las lágrimas. Millones de venezolanos apagarán la televisión maldiciendo a las cadenas de Maduro. En el Hotel Venetur de la bella isla Margarita nadie escuchará el ruido infernal de las cacerolas retumbando en toda la nación.
El Movimiento de los No Alineados (MPNA) no es un movimiento y no es no-alineado. No es un movimiento porque no persigue un objetivo común y no es no-alineado porque el no-alineamiento, válido en los marcos de la Guerra Fría – ya no rige.
Lejos están los tiempos (mediados de los años cincuenta) en los cuales líderes como Nasser desde Egipto, Nehru desde la India, Sukarno desde Indonesia, Tito desde Yugoslavia, y otros, levantaron la idea de formar un gran frente internacional tercerista, anticolonialista y tercermundista.
Tercerista, porque intentaba romper la bi-polaridad impuesta por el dualismo EE UU – URSS. Anticolonialista, porque la mayoría de las naciones provenía desde un pasado colonial. Tercermundista porque también en su gran mayoría, se trataba de países económicamente subdesarrollados o –según la jerga de la época – en vías de desarrollo.
El MPNA perseguía objetivos políticos y económicos. Los dos más importantes eran la soberanía internacional y el “despegue” económico hecho sobre la base de una cooperación recíproca entre sus miembros. En siete conferencias esos principios fueron confirmados en respectivas declaraciones. En sus momento de auge, a comienzo de los años ochenta, el MPNA llegó a contar con 120 países.
Sin embargo, la geopolítica internacional desvirtuó muy pronto el carácter del movimiento. El Kremlin logró concitar el apoyo de naciones post- coloniales, entre ellas Vietnam, Camboya y Laos, las que de hecho pasaron a representar a la URSS en el MPNA. Por otra parte, como consecuencia del gran cisma provocado por China, el mundo dejó de ser bi-polar para transformarse en tri-polar. Mao Tse Tung no desperdició la oportunidad para buscar aliados dentro del MPNA en contra del “social-imperialismo” de la URSS.
No por último, algunos gobiernos lograron cambiar el tenor tercermundista originario por uno de tipo “anti-imperialista” y luego, radicalmente anti-norteamericano. Particularmente intensivo fue el trabajo emprendido por la Cuba de los Castro. Durante una breve fase marcada por desavenencias con la URSS, Cuba apoyó a gobiernos “neutrales”. Después, como colonia de la URSS, Cuba operó como punta de lanza del bloque soviético. Hoy se limita a conducir al llamado “socialismo del siglo XXl” a través de su alianza con la Venezuela chavista y una periferia formada por Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Es importante mencionar que hoy, dentro del MPNA, actúa de modo coordinado un bloque de dictaduras islámicas. Tampoco debemos pasar por alto la mano negra de Putin moviendo a países-fichas como son Azerbaiyán, Bielorrusia y Siria.
El MPNA agrupa, en su gran mayoría, a dictaduras y autocracias del mundo, naciones en las cuales son violados los derechos humanos más elementales. En total, 48 dictaduras, sin contar a los regímenes autoritarios camuflados como democráticos.
La presencia de Corea del Norte entre los no-alineados es más que simbólica.
No menos simbólico que la presencia de Corea del Norte es el país donde tiene lugar la cumbre del MPNA (13-18 de Septiembre de 2016). En la Venezuela de Maduro no hay división de poderes. El Parlamento ha sido clausurado por el poder judicial y el poder judicial ha sido prostituido por una chusma sin calificación profesional. Incluso, el legítimo derecho a elegir y des-elegir a sus representantes, le está siendo negado, en estos mismos momentos, a su ciudadanía.
Nos encontramos, en síntesis, frente al movimiento políticamente más alineado de nuestro tiempo. Una verdadera internacional de las dictaduras.
Ya podemos imaginarnos el acto de clausura de la cumbre del MPNA. Nicolás Maduro pronunciará un discurso recordando con voz entrecortada el legado del Presidente Chávez. Los representantes de Bolivia y Nicaragua no podrán contener las lágrimas. Millones de venezolanos apagarán la televisión maldiciendo a las cadenas de Maduro. En el Hotel Venetur de la bella isla Margarita nadie escuchará el ruido infernal de las cacerolas retumbando en toda la nación.
Al día siguiente, muy temprano, carros blindados manejados por agentes cubanos pasan a buscar a las alegres damas de compañía que esperan en la puerta del hotel. Los jeques y príncipes petroleros ordenan reponer las botellitas de gin que se dispensaron con la venia de Alá durante la noche. Algunos delegados africanos serán llevados al aeropuerto con los pantalones mal abrochados. Un grupo de caribeños sigue cantando a ritmo de pachanga. Un periodista ha sido arrestado por los agentes de seguridad por haber encontrado restos de materiales radioactivos en la habitación del delegado de Corea del Norte. Los representantes de otros países sud-asiáticos se van con sus portadocumentos, satisfechos del éxito alcanzado en sus negocios personales. El representante de Bielorrusia conversa desde su celular con Putin. En un sillón del foyer, un delegado chileno mira hacia el vacío con una indesmentible cara de “que putas hago yo aquí”. Un grupo de traductores comenta que nadie escuchó a nadie. El personal de aseo arroja a los contenedores cientos de papeles con las resoluciones de la Cumbre. Las delegadas venezolanas, muy previsoras, llevan en sus carteras rollos de papel tualé sustraídos en los baños. La enorme estatua de Chávez piensa con tristeza en su pronta decapitación.
¿Habrá llegado la hora en la que las democracias también comiencen a alinearse entre sí? No olvidemos: la antigua Atenas fue derrotada por una alianza de tiranías. Hoy no debe ocurrir lo mismo.