Fernando Mires: Venezuela ¿Vencerán los votos a las balas?
La noticia recorre el mundo. El vil y cobarde asesinato político cometido en la persona del secretario general de Acción Democrática Luis Manuel Díaz en un acto electoral en Altagracia de Orituco, hará más impresentable al ya poco presentable gobierno que ejerce el poder en Venezuela.
Más allá de los motivos con los que cada uno quiera especular, lo cierto, lo evidente, es que el asesinato tiene que ver directa o indirectamente con el clima que ha sido impuesto bajo el nombre de Nicolás Maduro. Por el momento, como ya es normal en Venezuela, nada se sabe, nada está aclarado y probablemente, todo –después de que sean detenidos y liberados muchos sospechosos– se convertirá en aire.
¿Obedeció el crimen a un comando centralizado del PSUV? ¿Intentaron amedrentar a Lilian Tintori, quien se encontraba al lado del político asesinado, con el clásico mensaje gangsteril: “¿la próxima serás tú?”? ¿Fue un adelanto para el caso de que el gobierno sea derrotado el 6-D y Maduro “salga a las calle” como ya lo anunció? ¿O se trata de milicias incontroladas? ¿O de bandas y mafias chavistas autonomizadas? ¿O de un acto destinado a provocar a la oposición para que salga a las calles y así crear una situación de caos e impedir las elecciones del 6-D? Las preguntas vienen y van. La “justicia” no será por cierto la última en conocer la verdad. Pero sí será la última en decirla.
Con la intuición que sólo poseen los grandes novelistas, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez parece haberse adelantado a los acontecimientos. Ramírez escribió recientemente un artículo titulado “Cuando los votos pueden más que las balas”. Al referirse a las palabras de Maduro relativas a que en caso de perder las elecciones “no entregaríamos la revolución” y la revolución pasaría a una nueva etapa y que gobernaría “con el pueblo…” y “en unión cívica militar”, opinó Ramírez:
“¿Qué significa no entregar la revolución si la mayoría legítima de los votantes pone a la Asamblea Nacional en manos de las fuerzas opositoras? ¿Una nueva etapa de la revolución significa más radicalización y pérdida de más libertades ciudadanas? ¿más autoritarismo? ¿Qué significa gobernar en unión cívico-militar? ¿Qué pito tocan los generales y los coroneles a la hora que los votos dilucidan el asunto del poder?”
Acerca del “pito” que eventualmente deberán tocar los generales y coroneles, escribió, a su vez, en su habitual columna de los jueves, Trino Márquez:
“El mayor peligro (….) no reside en que los cuadros castrenses se alíen con el régimen para desconocer o boicotear la victoria de la oposición. Sería un golpe de Estado. El mayor riesgo reside en que las Fuerzas Armadas se inhiban de actuar frente al terror que podrían desatar los grupos paramilitares conformados por los colectivos y los militarizados por el régimen”.
Tiene razón Trino Márquez. Los grupos paramilitares, a los que se refiere en su artículo, ya mostraron sus intenciones al asesinar a Luis Manuel Díaz. ¿Tiene que ver el gobierno con eso?
La respuesta es obvia: más allá de la responsabilidad directa o indirecta que corresponda a los más altos funcionarios, nadie puede desconocer que la persona que más ha trabajado en Venezuela para crear un clima de violencia generalizada ha sido el propio Nicolás Maduro.
Maduro debe ser el presidente que sin haber estado nunca en guerra con nadie, es el que más ha pronunciado la palabra guerra en toda la historia moderna. No se conoce otro caso similar. Ni el teniente coronel Hugo Chávez, ni el capitán Diosdado Cabello, ni el general Raúl Castro lo superan. Razón de más para pensar que el propósito de Maduro no ha sido solo amenazar a la “ultraderecha fascista” como llama tan cariñosamente a toda la oposición. El propósito real parece ser crear, a través de las palabras y, después, a través de los hechos que nazcan de esas palabras, una situación artificial de guerra civil.
Quizás Maduro, desde el punto de vista de su propia lógica, tiene razón. En un espacio político civilizado ya no tiene mucho que hacer ni decir. Lo que al parecer lo desespera no es que la oposición pueda responder con violencia a sus provocaciones sino el hecho de que no lo haga.
¿A quién más que al gobierno venezolano podría convenir el espectáculo de bandas disparándose en cada esquina? ¿No sería esa una razón suficiente para declarar el estado de sitio a nivel nacional, copar de militares a las calles y ahorrarse una derrota política espantosa cómo la que lo amenaza el 6-D? Fue seguramente al evaluar esas posibilidades, la razón por la cual la MUD en una declaración emitida el 26-N, se refiere específicamente a las responsabilidades que le caben al gobierno venezolano:
“Desde el Comando Venezuela Unida queremos destacar que el Estado Venezolano es responsable, por acción y omisión, de cualquier acto de violencia en Venezuela. La prédica violenta desde los mas altos niveles del Estado es responsable de la siembra de odio.Instamos a la OEA, a la ONU, a la Unión Europea, a UNASUR, a todos los gobiernos del hemisferio y a la Santa Sede a que exijan al Gobierno Nacional y al PSUV a rechazar públicamente al uso de la violencia como arma política, que garantice a los venezolanos el derecho a votar en paz y que se comprometan a aceptar pacíficamente la voluntad del pueblo que se expresará en las urnas electorales el próximo 6 de diciembre”.
El clima de violencia provocado por el gobierno y algunos de sus seguidores no logrará detener el avance democrático, pacífico y electoral de la oposición organizada en torno a la MUD. Todo lo contrario. No serán pocos quienes al votar lo harán por la paz, es decir por una alternativa política y no militar a la crisis que vive Venezuela.
Luís Manuel Díaz cayó luchando en la forma más digna que corresponde a un ciudadano: haciendo uso de su palabra pacífica en medio de una elección decisiva para el futuro de su país.