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Fernando Schmidt: A 50 años de la guerra civil

No debemos dejar que emociones ciegas y sordas, cargadas de ignorancia, desinformación y simplismo dominen la construcción del Chile del futuro y se interpongan en la indagación científica y necesariamente paciente de nuestra Historia.

 

La guerra civil española (1936-1939) acabó en los hechos un primero de abril dejando 1,5 millones de bajas, entre las que se contaban 300.000 muertos. Un número similar partió al exilio. La mayoría para siempre. Otros 114.000 desaparecieron. Varias decenas de miles fueron fusilados en los años que siguieron hasta 1975. Muy pocos podían afirmar que no tenían un familiar, vecino o conocido en alguna de estas categorías de dolor. España entera estaba dividida y victimizada de lado y lado.

Cuando faltan 9 días para que se cumplan 50 años de los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973, cuya larga génesis y secuelas también dividió y divide a Chile, quise averiguar qué impacto había tenido en la prensa de ese país europeo el 1 de abril de 1989, cincuentenario del Día de la Victoria para algunos, o del oprobio para otros.

Es cierto que todas las sociedades son distintas, que las circunstancias históricas y los entornos geográficos difieren, que la confrontación con el pasado se maneja de modo diverso según los intereses. Pero tenemos algunos rasgos comunes con la España del cincuentenario. A fines de los 80, los Pactos de la Moncloa de 1977 habían garantizado más de una década de funcionamiento democrático, que en 1982 llevó al poder al PSOE con Felipe González. La España de 1989 protegía como un tesoro el respeto a la libertad, la promoción del ser humano en su enorme riqueza creativa y potencialidad, el desarrollo de una economía libre, moderna e integrada a Europa.

En Chile han gobernado coaliciones políticas exitosas desde 1990 que reunieron a algunos de los que fueron antagonistas en 1973. Entre todos fueron capaces de construir una amistad cívica productiva con la oposición. A pesar de las diferencias en el terreno se consolidó una visión transversal sobre el valor de la democracia y la protección de los derechos humanos. Al igual que en la España de 1989, quienes antes abogaban por un papel protagónico del Estado en la economía, ahora se comprometían con un desarrollo económico liberal, integrado al mundo, que a lo largo de varias décadas ha sacado a millones de chilenos de la pobreza y construido una sólida clase media.

Sin embargo, la España del quincuagésimo aniversario prefirió la mesura a la hipérbole. El gobierno socialista, dice el diario El País de esos días, no realizó actos públicos, aunque no pudo detener las publicaciones. “La conmemoración del 50º aniversario de la guerra civil española podrá ser silenciada este año en España, pero no podrá ser ignorada. Una docena de nuevos libros sobre la guerra civil han hecho su aparición en el mercado. Los periódicos publican series sobre la guerra en sus ediciones dominicales. La televisión gubernamental prepara un programa sobre el tema para finales de año”.

España se hallaba inmersa en buscar una solución política en Argel y en otros escenarios al problema del terrorismo de ETA, mientras en paralelo lo enfrentaba con todos los medios del Estado. Entonces, aquel era el desafío número uno para la sociedad y la estabilidad política. No el aniversario. ¿Alguna analogía?

Por otro lado, los derrotados en la guerra civil gobernaban en un clima de paz, respeto y progreso. “El triunfo electoral del Partido Socialista… y su reciente reelección el pasado 22 de junio ha contribuido a alejar los temores. Los grandes enemigos de Franco -los rojos- han vuelto al poder después de medio siglo, y el resultado no es el desastre, sino la estabilidad y la moderación”, decía El País.

El diario ABC titulaba en su portada “Nunca más la Guerra Civil”, agregando que el aniversario no se podía olvidar pero que, en beneficio de todos, tampoco resultaba conveniente reabrir la polémica nacional. Añadía en su editorial que “será necesario que el paso del tiempo borre muchas interpretaciones interesadas hasta que pueda establecerse en el conjunto de la sociedad española una versión más objetiva de la contienda y de los años que la precedieron”.

El diario reclamaba por el “nocivo juego mixtificador con que ahora trata de deformarse la historia. La guerra de 1936 no puede reducirse a simplificaciones”. Agregaba que “al cabo de cincuenta años se hace inexorable un nuevo esfuerzo de análisis. La sociedad española necesita asumir su historia con serenidad, sin desplantes ni desafíos, sin arrojar tampoco, cada día, ceniza sobre la cabeza”. El país transitaba por un periodo de paz “solo turbado por la amenaza permanente del terrorismo”. Sin embargo, “la capacidad de competir en los mercados mundiales ha coincidido con la restauración de las libertades. La reconciliación entre los dos grandes sectores enfrentados en la guerra civil es hoy una realidad”.

Concluía el editorial de ABC señalando que “la guerra civil, con su tragedia, sus heroísmos y su sangre tantas veces generosa pertenece ya a la Historia y en ella debe quedar. Hurgar en esa herida tremenda a nadie beneficiaría”.

En estos días en Chile estamos poniendo énfasis en las hipérboles. Nos faltó sentido republicano. La memoria, sin más, no conduce a la verdad. Sirve a un objetivo político pasajero, pero no a arrojar luz sobre lo ocurrido. Menos aún la recreación de mitos sobre la UP. No estoy seguro de que un Plan Nacional de Búsqueda, por más legítimo y necesario que sea, conduzca a un verdadero encuentro en este ambiente cada vez más “eléctrico”. Temo, por el contrario, que al alero de las emociones exacerbadas se deteriore en estos días previos al 18, la convivencia cívica y la brutalidad octubrista reaparezca con el justificativo de la conmemoración. No debemos dejar que emociones ciegas y sordas, cargadas de ignorancia, desinformación y simplismo dominen la construcción del Chile del futuro y se interpongan en la indagación científica y necesariamente paciente de nuestra Historia.

 

 

Embajador, ex Subsecretario de Relaciones Exteriores

 

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