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Final de triple salto: Cubanos 3 – Cuba 0

No basta con descubrir el talento y hacerlo crecer física y técnicamente. Después de eso hay que garantizar que los atletas vivan una existencia decorosa.

Cuba, cubanos, olímpico, triple salto, Jordan Díaz                                                   Jordan, Pichardo y Andy Díaz. (Fotos: Captura / COP / CONI)

 

La noticia tardó milisegundos en recorrer el universotres atletas nacidos en Cuba se confabularon para copar el podio del triple salto olímpico, pero curiosamente ninguno lo hizo en representación de la comitiva insular.

Como lo lee: el campeón Jordan Díaz compitió por España; el subtitular Pedro Pablo Pichardo defendió el pabellón de Portugal; y Andy Díaz, ocupante de la tercera plaza, estuvo en liza por Italia. La ironía no puede ser más fina: el único que saltó con la casaca de la Isla, Lázaro Martínez, acabó en el octavo peldaño de la clasificación.

Aunque pasaba por los cálculos precompetencia de unos cuantos, el suceso no dejó de impactar sobremanera. Los plenos de medallas son cada vez más infrecuentes en el máximo nivel, a tal punto que acaso pueden bastar los dedos de las manos para contar los consumados en el último medio siglo de concursos estivales.

Me acuerdo, por ejemplo, del firmado por Estados Unidos en el salto de longitud de Barcelona 92. Del de Jamaica en los 200 metros de Londres 2012. De aquellos que concretaron como en tres ocasiones los kenianos de 3000 mil metros con obstáculos. Pocos más han tenido lugar en la pista y el campo bajo los cinco aros.

El de este viernes es sui generis. Quizás incluso un caso único en la historia olímpica. Jordan, Pichardo y Andy consiguieron un pleno de cubanos, PERO no para Cuba.

El primero es el más joven de los tres (23 años), y no faltan algunas voces que presagian que acabará rompiendo el viejísimo récord del mundo de 18.29 metros establecido en 1995 por el británico Jonathan Edwards. El muchacho desertó en España durante un evento en 2021 y lo entrena una leyenda que también nació en Cuba, Iván Pedroso.

Por su parte, Pichardo es el más veterano (31) y el que más historial acumula. Ha triunfado en Mundiales y Olimpiadas, detenta la marca cubana vigente, y su fuga se produjo en 2017, luego de sostener discrepancias con la federación doméstica. Todavía lo prepara su padre, algo que en su momento vetó el INDER.

Finalmente, Andy (28) también abandonó su país natal en 2021, y en Italia se ha convertido en personaje de la mano del otrora triplista Fabrizio Donato, tercer puesto en la referida justa acogida por la capital inglesa.

El acontecimiento de ayer en París, como era de esperar, levantó ronchas que los enviados de la prensa nacional intentaron consolar con el argumento de que todos se habían formado en la llamada Escuela Cubana de Triple. Y era cierto. Cada uno se hizo saltador de élite en el Estadio Panamericano de La Habana. Lo que no se atrevieron a enumerar los relatores fueron los móviles por los que ellos decidieron emigrar.

El punto es que no basta con descubrir el talento y hacerlo crecer física y técnicamente. Después de eso –y esto es lo que se olvida en un porcentaje aplastante de los casos–, cuando los atletas comienzan a reportar victorias hay que garantizar que vivan por encima de los estándares de una existencia decorosa. Eso, y permitirles ser ellos mismos, sin encorsetarlos como portavoces de ideas políticas.

Palabras de Jordan Díaz: “En Cuba era otro estilo; te metían mucha presión. Todo era a partir de una exigencia que no siempre salía bien; te presionaban en todo. Al final la tranquilidad que tienes acá se refleja cuando haces algo mal y sabes que las consecuencias no van a ser más negativas que tener un mal resultado. Entrenar así hace que a la larga los resultados terminen saliendo”.

Los tres hombres que acaban de subirse al podio olímpico del triple salieron de Cuba precisamente en busca de esa “tranquilidad”, traducida en ambiente propicio para los entrenamientos y perspectivas futuras de una cómoda existencia. Como contó Pichardo hace algún tiempo, él llegó a dormir en las gradas del estadio y le daban “un poco de pan con café: ya no podía soportarlo más”.

Ese detalle lo pasaron por alto los “especialistas” de los medios cubanos, inteligentemente empeñados en ver solo la punta del iceberg. Pero tanta importancia reviste que ahora mismo es la principal causa de que Cuba, teniendo en sus actas de nacimiento a los tres medallistas del evento, no pueda blasonar de ninguna de sus preseas en la vitrina.

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