Economía

Finanzas ligadas a la sostenibilidad: la salida para Latinoamérica

La crisis climática no es una predicción para el futuro, sino una realidad cuyas consecuencias son palpables todos los días. Sólo en México, treinta de los 32 estados de la República han presentado algún grado de sequía este año. Los daños económicos no son menores: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) estimó que para finales de 2030 la vulnerabilidad social y económica, en conjunto con la crisis climática, agregaría 5 millones de pobres más a las cifras de personas en pobreza poscovid. La CELAC también señala que el cambio climático representa una pérdida promedio de 11 000 millones de dólares anuales para los países de América Latina.

 

 

Ilustración: David Peón

La necesidad de encontrar soluciones crece año con año, al igual que el nivel del mar. En este difícil contexto, América Latina se enfrenta a una complicación que sus contrapartes más ricas no encaran: la urgencia de sacar a millones de personas de la pobreza y la pobreza extrema, así como combatir la desigualdad y fortalecer las instituciones de gobierno. Por ello, la región necesita un enfoque holístico para enfrentar el deterioro ambiental que incorpore estrategias sociales y de desarrollo.

Al mismo tiempo, los mercados de deuda verde a nivel mundial han explotado: tan sólo en 2020 los mercados de finanzas sostenibles verdes recaudaron 450 000 millones de dólares a nivel mundial, una cantidad similar al PIB de Argentina en 2019. Sin embargo, los instrumentos más utilizados, como los bonos verdes, solicitan a los emisores cumplir con una serie de prerrequisitos en cada uno de los proyectos que busquen financiar. Los bonos verdes exigen a las naciones emisoras que se conozca cuál será el uso preciso de los fondos que se recauden. Esta característica, si bien comprensible, los hace instrumentos rígidos.

A diferencia de los países y regiones más ricos, como Estados Unidos o la Unión Europea, el camino a la transición sostenible de América Latina necesita ser capaz de integrar sus estrategias político-social, de combate a la pobreza y de fortalecimiento de las instituciones. Los nuevos instrumentos financieros vinculados a la sostenibilidad, como los bonos ligados a ella, le permitirían a América Latina desarrollar estrategias de transición más integrales.

Los instrumentos financieros ligados a la sostenibilidad se diferencian de los clásicos instrumentos verdes en tanto se concentran en incentivar a los emisores para alcanzar metas medioambientales y de desarrollo preestablecidas, en lugar de enfocarse en financiar un proyecto particular. El ejemplo más común es vincular la tasa de interés que el bono pagará a la reducción de emisiones de carbono de la entidad emisora.

Por hacer una comparación, un bono verde se puede emitir bajo la promesa de usar el dinero para financiar proyectos de energía renovable. Las tasas y los términos del bono se pactan una sola vez de manera adelantada. En cambio, un bono vinculado a la sostenibilidad ligaría las tasas del bono al cumplimiento de su meta en reducción de emisiones. Si el país incumple su compromiso de reducir cierto porcentaje de CO2 al año, la tasa que debe pagar se dispara. En cambio, si el país supera su compromiso inicial, las tasas bajan. Si se usa el dinero para financiar energía eólica, paneles solares industriales o vehículos eléctricos, no importa: el objetivo es cumplir con metas medioambientales de la forma que mejor convenga a cada país.

Un ejemplo muy ilustrativo de los beneficios que pueden tener esta clase de instrumentos en el desarrollo económico y social alineado con metas medioambientales es el caso de Brasil.

El debate en torno a la conservación de la selva amazónica ha estado centrado en cómo balancear las necesidades económicas de los habitantes de una región tan pobre con la urgencia de proteger al pulmón del mundo. Numerosos intentos han sido hechos a través de los años para detener la deforestación; aun así, la selva sigue perdiendo territorio.

Con la elección de Jair Bolsonaro, la situación se complicó todavía más. En 2020, la Amazonia perdió 11 088 kilómetros cuadrados, un 9.5 % más que en 2019. Incluso con esas cifras, el gobierno de Bolsonaro, en una carta dirigida al presidente estadunidense Joe Biden, se comprometió a eliminar por completo la deforestación ilegal del Amazonas para 2030 a cambio de apoyo económico. La solicitud del presidente de Brasil fue de 10 000 millones de dólares.

A pesar del apetito creciente de los inversionistas por activos sostenibles, la poca credibilidad del presidente brasileño —dadas sus declaraciones y políticas anteriores— dan pocos incentivos para que líderes e inversionistas globales le otorguen estos fondos sin condiciones. La propuesta de algunos administradores de activos es que el gobierno brasileño emita un bono verde que comprometa los fondos recaudados en un proyecto de conservación del Amazonas. Sin embargo, la regulación de Brasil no permite que los fondos obtenidos mediante un bono soberano se destinen a un proyecto específico, sino que deben ir a la bolsa general del presupuesto nacional.

La salida puede ser considerar un bono vinculado a la sostenibilidad. Así, estos bonos ofrecen flexibilidad para invertir el dinero en lo que sea necesario para lograr transiciones a economías con menos emisiones de carbono.

En lugar de financiar un proyecto o proyectos particulares, cuya efectividad final puede ser afectada por los virajes políticos, el bono comprometería las finanzas públicas de Brasil al cumplimiento de metas sostenibles. Además, estas metas no se limitarían al terreno medioambiental, sino que también pueden consistir en otros de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los fondos podrían ir directamente al presupuesto general y ser usados de formas flexibles y estratégicas para ayudar al crecimiento económico, social y sostenible de Brasil.

Por supuesto, al momento de emitir tales bonos, los países deben explicar qué estrategias utilizarán para lograr sus metas ambientales y de desarrollo, pero la flexibilidad con la que cuentan es mucho mayor. Además, puede ayudar a evitar el greenwashing, ya que con estos instrumentos las excusas para incumplir los compromisos ambientales no valen. Sin duda, Latinoamérica debe explorar todas las opciones disponibles para ganar su batalla contra el tiempo y la pobreza e incluso para aumentar su influencia y relevancia geopolítica, pues las regulaciones gubernamentales y las evaluaciones de valor de mercado estarán cada vez más alineadas con la meta de reducir y capturar tantas emisiones de carbono como sea posible.

La región no puede darse el lujo de ignorar la creciente ola de inversiones verdes, pues implicaría quedar fuera de una de las mayores y más rápidas transiciones económicas de la historia. Además, se corre el riesgo de terminar siendo forzados a transicionar de formas desordenadas, no planeadas y, por tanto, con consecuencias negativas.

 

Maria Sabine Santana
Coordinadora de Investigación de ESG Latam

 

Referencias

Harris, B. Investors Urge Brazil to Use Green Bonds to Save the AmazonFinancial Times, 2021.

Una recuperación Verde y Resiliente para Latinoamérica, 2021.

Sustainable Debt, Global State of the Market, Climate Bonds Initiative, 2020.

Aguilera, V. Net Zero: una oportunidad histórica de inversión, ESG Latam, 2021.

 

 

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