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Foro de São Paulo: las dos décadas perdidas de la izquierda americana

El apoyo a Maduro muestra que muchos partidos han pasado por el poder sin dejar de lado sus dogmatismos

Las fiestas callejeras con las que el XXV Foro de São Paulo ha celebrado estos días en Caracas los «logros» chavistas muestran que mucha de la izquierda latinoamericana se encuentra tan desnortada como cuando en 1990 se creó el propio Foro para buscar rumbo ideológico tras la caída del comunismo soviético.

La insensibilidad de tantos grupos de izquierda ante el colapso que sufre Venezuela en todos los órdenes –con una grave crisis humanitaria que por su volumen puede catalogarse como el mayor daño social en muchos años en toda la región– es prueba de que el paso por el poder de muchos de esos partidos no les ha servido para una «cura de realidad» que les llevara a dejar de lado dogmatismos y ganar en sensatez.

En las últimas dos décadas hubo en Latinoamérica una oleada de gobiernos de izquierda, marcada por la llegada a la presidencia de Hugo Chávez en 1999 y dominada por el tono de su bolivarianismo. En 2009 había catorce países con gobiernos de ese tipo (en 2019 quedan cuatro) y sus alianzas propiciaron tanto la creación de Unasur como la conversión de Mercosur en una plataforma ideológica. Ciertamente se registró una reducción de la pobreza, pero en no pocos casos ha sido bastante coyuntural, pues los ingresos del «boom» de las materias primas se destinaron en parte más a programas-dádiva que a sustentar reformas más definitivas.

Perdido el tren

En lugar de aprovechar ese tiempo de gobierno y de bonanza económica para transformarse en fuertes partidos socialdemócratas, altanamente institucionales, siguiendo el ejemplo de Partido Socialista de Chile o incluso el Frente Amplio de Uruguay, la mayoría de las formaciones de izquierda ha insistido en el populismo (algo que también afecta a mucha derecha), perdiendo la oportunidad de modernizarse durante esas dos décadas de gobierno.

Es recriminable que ante el colapso venezolano esos partidos no admitan el fracaso del modelo y procedan a un cambio de discurso. El Partido Socialista Unido de Venezuela no lo hace porque no piensa como un partido político sino como una mafia delincuente, pero ¿por qué habría de comportarse igual el resto de integrantes del Foro de São Paulo?

Cierto que hubo dirigentes que sintieron vergüenza de acudir a Caracas. Algunos partidos, además de los antes mencionados, no se presentaron, como Comunes y Revolución Democrática, ambos integrados en el Frente Amplio de Chile, o bien el PRD de México y Proyecto País de Ecuador. Y otros rebajaron el rango el jefe de delegación: del PTE brasileño, pilar básico del Foro, no acudió su presidenta, Gleisi Hoffmann, sino la secretaria de relaciones exteriores; y en representación del MAS no acudió el presidente boliviano, Evo Morales, un habitual de estos encuentros y quien sí estuvo en la reunión celebrada en La Habana el año pasado. La proximidad de elecciones en algunos lugares, como en el caso de Bolivia, desaconsejó hacerse una foto con Maduro. Todo eso hizo que a las sesiones asistieran menos de la mitad de los 800 delegados anunciados en un principio.

Búsqueda de financiación

Además de esa estridencia de celebrar el régimen de Maduro, abrazándolo como el mayor éxito social del continente –cuando todo el mundo ve el «rey desnudo»–, lo peculiar de este XXV Foro de São Paulo ha sido lo extraño de ver a Diosdado Cabello como organizador del encuentro. Cabello, por más que número dos del PSUV (y presidente de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente), nunca ha sido un «dirigente» de la izquierda latinoamericana y siempre se ha mantenido distante de cualquier estructura manejada por los cubanos.

Al fracasar el intento de echar a Maduro del 30 de abril –en una operación en la que participaba el ministro de Defensa y el presidente del Tribunal Supremo, pero que dejaba a Cabello fuera de cualquier pacto y por tanto en manos de la justicia de Estados Unidos–, Cabello rápidamente marchó a Cuba, el otro gran foco de poder que había quedado al margen, para unificar fuerzas. Allí Cabello se implicó del todo en la organización del encuentro del Foro de São Paulo.

Esa comunión de intereses entre el Cabello y el Foro ha sido vista con suspicacia. Algunas tesis apuntan a que, desprovista la izquierda latinoamericana de los ingresos a los que tenía acceso cuando estaba en los gobiernos de los distintos países y además falta de la financiación que podía venirle de la brasileña Odebrecht o de la venezolana PDVSA, hoy se ve necesitada de los fondos ilícitos que maneja la red criminal del chavismo, en la que Cabello ocupa un claro lugar de mando.

Así, en la reunión de Caracas, Cabello buscaba la imagen del apoyo incondicional (que no ha sido tal) de la izquierda regional a un régimen cuya pervivencia le interesa tanto a Maduro como a él mismo; mientras que los partidos del Foro, igualmente interesados en que no caiga la poca izquierda gobernante que queda, acudían en busca de posibles limosnas, algunos tapándose la nariz.

 

 

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