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Francisco y las ideologías

 

                  Papa Francisco on X: "En estos días me han llegado muchos mensajes de  afecto y me han impresionado especialmente las cartas y dibujos de los  niños. ¡Gracias por esta cercanía y por

 

 

El fallecimiento del Santo Padre Francisco ha generado una corriente de pesar, solidaridad y compasión por su partida, así como por su pontificado. También ha surgido una tendencia en la opinión pública que lo señala como un “papa comunista” o de “izquierda”. La accesibilidad de todas las personas a las modernas redes sociales permite que esas manifestaciones de solidaridad y de cuestionamiento se difundan masivamente, y, obviamente, hay quienes asumen esas opiniones sin mayor estudio ni análisis.

Calificar al Papa recientemente fallecido como “comunista” o de “izquierda” carece de fundamento real, y revela no solo una simplificación básica de conceptos, sino también un profundo desconocimiento del pensamiento que Francisco sostuvo a lo largo de su fructífera existencia.

La caracterización “topográfica” de lo que se entiende como izquierda y derecha constituye un reduccionismo típico de quienes abordan la vida social y política desde el fanatismo y los eslóganes. Sabemos que el comunismo es una doctrina política que condujo a la humanidad a sistemas brutalmente autoritarios, negadores de los derechos humanos. Promueve el odio a través de la lucha de clases como método para imponer “la dictadura del proletariado”, una etapa previa —en la utopía de Marx— a la construcción de una sociedad socialista donde, supuestamente, desaparecería el Estado y se establecería una comunidad sin leyes, privilegios ni desigualdades. A la par del comunismo surgió el fascismo, que de manera directa construyó sociedades verticales, centralistas, autoritarias y nacionalistas. Contra ambas ideologías se pronunció de forma clara y precisa el Papa. Conviene reflexionar sobre la pertinencia de las ideologías: ¿Tienen sentido? ¿Son útiles, necesarias o convenientes? Hay quienes consideran que son nefastas, innecesarias o incluso que ya han perdido sentido. Se ha llegado, inclusive, a proclamar el “fin de las ideologías”. 

El 11 de julio de 2015, el Papa Francisco, durante su visita pastoral a La Asunción, Paraguay, afirmó: “Las ideologías terminan mal, no sirven.” Esta declaración me llevó a escribir, días después, en mi columna semanal del Diario El Nacional, una reflexión sobre el tema. Entonces señalé: “Tal aseveración nos coloca ante una nueva reflexión sobre el pensamiento político, la doctrina y la ideología. Nos obliga a interrogarnos respecto a estos conceptos fundamentales en la vida política y social de la humanidad.

Nos lleva también a tratar de entender el magisterio de la Iglesia y las afirmaciones del Sumo Pontífice. No pretendo asumir una postura de intérprete del mensaje apostólico, pero todo discurso debe analizarse tanto en su contexto conceptual como en el sociopolítico en que se produce.”

Las afirmaciones del Papa, como bien señalaron entonces varios medios de comunicación, fueron expresadas en medio de una homilía y de manera improvisada. No constituyen un documento sistemático que ofrezca una visión global sobre una materia tan relevante como la ideología en el contexto de la filosofía y la ciencia política. Sin embargo, sus palabras reflejan una profunda preocupación por el rol de las ideologías, particularmente en el contexto latinoamericano.  Las palabras del Papa, a mi modo de ver, deben entenderse a la luz de “la circunstancia que estamos viviendo” en América Latina.

Nuestro continente es, en este inicio del siglo XXI, víctima de un afanoso ideologismo. Desde el Foro de Sao Paulo y con el impulso del triunfo de Hugo Chávez en Venezuela —utilizando la inmensa riqueza petrolera—, se reactivó una corriente ideológica que estaba latente, esperando el momento para resurgir con fuerza. Detrás del llamado “Socialismo del Siglo XXI” se ha ocultado una regresión social disolvente: el autoritarismo.

El Papa habló tras visitar dos países gobernados por personajes caracterizados por una infinita ambición de poder y un narcisismo exacerbado, todo ello justificado en nombre de una “ideología revolucionaria” que, falsamente, pretende redimir a los pobres.

Pienso que el Santo Padre se refería a ese ideologismo, no a la necesidad  de tener valores o una cosmovisión que oriente el quehacer humano. No rechazaba el marco conceptual desde el cual, a partir de los valores del mundo actual, podamos construir la “civilización del amor” de la que nos habló San Juan Pablo II. Francisco afirmó: “Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo.”

Y agregó: “En el siglo pasado, las ideologías terminaron en dictaduras: piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo.”

“Uno de los métodos de esas ideologías era apartar a las personas mediante el exilio, la prisión o los campos de exterminio, ya fueran nazis o estalinistas.” Francisco identificó claramente las ideologías que los cristianos rechazamos: el nazismo y el estalinismo. Hoy, esas ideologías han adoptado otros nombres y rostros, pero en esencia permanecen iguales: violan derechos humanos y construyen relaciones “incompletas, enfermas o malas” con el pueblo.

En América Latina, el “Socialismo del Siglo XXI” reencarna estas ideologías. Promueve el odio, divide las naciones en “buenos” y “malos” según su apoyo o rechazo al poder, judicializa la política, produce presos y exiliados políticos, e incrementa la pobreza.

Del discurso papal no se desprende que el ser humano deba vivir sin guía espiritual o sin una orientación social. Por el contrario, su constante llamado a la justicia, a la equidad, a la integridad ética de la persona humana y a la preservación del planeta —reflejado magistralmente en su encíclica Laudato Si’—, constituye una profunda contribución al pensamiento humano y a la Doctrina Social de la Iglesia.

En sus enseñanzas no hay espacio para el dogmatismo inflexible y fanático de las ideologías totalitarias. Así lo expresó también al condenar el chantaje político como una forma de corrupción: “El chantaje es una forma de corrupción que deja sin libertad a las personas.”

El “Socialismo del Siglo XXI” se ha desarrollado a través de prácticas chantajistas que propiciaron la más brutal corrupción de los últimos tiempos. Como bien dijo Francisco: “La corrupción es la polilla, es la gangrena de un pueblo. Ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado.”

La imposición ideológica, el desconocimiento del pluralismo, y la reducción de la política a la obediencia ciega a un modelo único han convertido a esos regímenes en copias de las ideologías totalitarias que llevaron al siglo XX a dictaduras, guerras, muertes y pobreza. Contra esas ideologías —hoy reeditadas en América Latina— habló, con meridiana claridad, el Sumo Pontífice. 

Este análisis, que ya realicé en 2015, me confirma la necesidad urgente de dotar la vida política de ideas vivas: aquellas capaces de regenerar una vida humana digna y moderna. Esas ideas deben estar fundadas en una concepción profundamente respetuoso del ser humano, de la sociedad y del mundo, y desde ellas deben articularse políticas públicas que orienten la vida de nuestras sociedades.

 

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