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Francoise Hardy, la musa de los sesenta

An album cover, showing her holding an open black umbrella behind her. Her hair is light brown, falling to her shoulders and in bangs. She wears a brown jacket.

El primer álbum de Hardy, «Tous les Garçons et les Filles» («Todos los chicos y las chicas»), salió a la venta en 1962. La canción que da título al álbum fue su primer gran éxito, y fue compuesta por ella.

 

La mejor despedida a Françoise Hardy (1944 – 2024, París, Francia) es escuchar su música, una y otra vez. Se lo merece quien fuera suprema intérprete de la balada pop francesa, y protagonista con una voz etérea de melodías melancólicas a ratos, atrayentes siempre, fiel reflejo de la década que la convirtió en ícono, los sesenta, esa década maravillosa que ella conquistó para siempre. En Francia nadie representó la música y la moda de los sesenta como Françoise Hardy. En moda, fue la musa de diseñadores como Yves Saint Laurent y Paco Rabanne.

Alguien dijo que ella era bella casi sin saberlo, como un hecho natural, sin que implicara mayor esfuerzo. Y su carrera musical fue tan larga como se lo permitió el cáncer que sufrió por mucho tiempo. Su último álbum apareció en 2018.

 

A black-and-white photo of her on a sidewalk in New York City, with pedestrians and cars visible behind her. She is in the foreground, with long dark hair but minus the bangs.

Francoise Hardy en Manhattan en 1965. Bob Dylan fue uno de sus muchos admiradores.

 

Leemos en el New York Times: «Bob Dylan se enamoró de ella y escribió sobre ella en las notas de su álbum de 1964 «Another Side of Bob Dylan«. Las notas empezaban así: «Para Françoise Hardy/A la orilla del Sena/Una sombra gigante/De Notre-Dame». Cuando dio su primer concierto en París, en mayo de 1966 en el Olympia, Dylan se negó a volver al escenario después de un intermedio a menos que ella fuera a verle a su camerino.

Esta chica parisina cantó al amor buscado y no encontrado, al amor perdido, al tiempo que pasa, a las esperanzas incumplidas. Y siendo ella misma cantautora, trabajó con afamados compositores, como Serge Gainsbourg, quien escribió para ella en 1968 palabras que encarnaban plenamente el icono en que ya se había convertido: «Bajo ningún pretexto/querría tener/los reflejos de la infelicidad». 

Emmanuel Macron, en nota pública de despedida a nombre de sus compatriotas, la describió como una cantante que «con elegancia reservada, casi tímida, no dudó en poner al desnudo la emoción cruda en sus baladas sentimentales.»«Cantaba al amor soñado, engañado, herido».

En una entrevista en el año 1986 afirmó sin dudar: «he tenido la suerte de tener 18 años en 1962». Y nosotros, los que hemos sido testigos fieles de su carrera, de su influencia, de sus canciones, algunas de ella emblemáticas, nunca la olvidaremos, siempre la tendremos presente.

 

 

 

 

 

 

 

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