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Frankenstein más débil, elecciones más lejos

El resultado en escaños no oculta una realidad: el PP arrasa en el mapa provincial y eleva su ventaja en votos sobre el PSOE, y Sumar sigue veloz hacia el precipicio

Las primeras impresiones no siempre son las buenas. Las elecciones europeas han asestado un golpe duro al Partido Socialista y al multipartito multicolor que lo sostiene en La Moncloa. A pesar de que la derrota en escaños ha sido de tan solo dos (22 el PP por 20 el PSOE), el comportamiento del votante español muestra una tendencia clara desde las elecciones generales del pasado 23 de julio. La diferencia entre el PP y el PSOE ha pasado en once meses de 1,5 por ciento a casi el 4 por ciento. En votos, de 330.000 a casi 700.000. Y los populares han ganado en 40 provincias. Dicho de otro modo: en las tres elecciones celebradas en el conjunto de España en un año (municipales, generales y europeas), el Partido Socialista no para de perder.

Y de otra forma más: lo que sucedió en España el 23 de julio fue una carambola cósmica que sólo un político como Pedro Sánchez pudo convertir en una investidura. Lo hizo a costa de formar un Gobierno imposible que no es capaz de gobernar y que lo único que ha sacado adelante es una amnistía a los condenados del ‘procés’. Cuando en noviembre el presidente del Gobierno aceptó el encargo del Rey de buscar apoyos para una investidura, Sánchez dijo que negociaría para conseguir algo más: la gobernabilidad. El tiempo ha demostrado que no lo logró: su Ejecutivo de coalición no es capaz de legislar y la mejor prueba es su renuncia a aprobar los Presupuestos Generales de 2024.

Otro dato: en estas elecciones europeas, Sumar y Podemos no han llegado al 8 por ciento de los votos, mientras que en las generales consiguieron algo más del 12. El socio principal de Pedro Sánchez se resquebraja, con la vicepresidenta Yolanda Díaz cada vez más desdibujada y Podemos sacando la cabeza a base de radicalizar su discurso: culpando a Estados Unidos de la situación en Ucrania y exigiendo la ruptura de las relaciones con el Gobierno de Israel. El problema de ser un radical, pensarán hoy los ideólogos de Sumar, es que siempre hay alguien más radical que tú.

Algo así pensarán hoy en Vox, que logra un buen resultado si comparamos con las anteriores europeas (de 4 a 6 escaños), pero que no puede obviar tres lecturas negativas. La primera es que desde las generales de julio han pasado del 12,38 por ciento al 9,62. La segunda es que no han sido capaces de rentabilizar la ola creciente de la derecha radical europea. Y la tercera es que a su derecha les ha surgido un antisistema populista llamado Alvise Pérez que con sus mensajes deja a Vox en posiciones que en otros tiempos los de la sede de Bambú habrían calificado de «derechita cobarde».

Una de las conclusiones en clave nacional de estos comicios europeos del 9 de junio es que se aleja la posibilidad de que Pedro Sánchez convoque unas elecciones generales para salir del atolladero en el que él mismo se metió cuando decidió no asumir lo que sucedió en España el 23 de julio: que su tiempo político había acabado. Decidió seguir adelante, hasta rehabilitó para la política a Carles Puigdemont, y arrastró a España a una situación ingobernable. En la calle Ferraz y en el Palacio de la Moncloa dirán que el PSC es el partido más importante de Cataluña y que las elecciones catalanas del 12 de mayo suponen que la estrategia de apaciguamiento ha sido un éxito. Sin embargo, eso es relato interesado, porque en Cataluña ha subido mucho el PSC, es verdad, pero también ha subido mucho el PP y eso también se ha notado en esta elecciones europeas.

Es muy difícil que unas elecciones europeas tumben a un presidente del Gobierno. Por eso, plantear estos comicios como un plebiscito era ventajoso para Sánchez. En cualquier caso, lo cierto es que ayer en Ferraz las caras eran largas y los mensajes confusos. Saben que esto no es un buen resultado y que seguir en La Moncloa sin poder gobernar es un dolor de muelas. El problema es que convocar elecciones es dirigirse hacia el patíbulo. Y a todo esto, hoy se empieza a negociar la mesa del Parlament, un escenario propicio para que los independentista pesquen en río revuelto. Hasta que Sánchez diga basta, si es que sabe.

 

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