Ética y MoralPeriodismo

Fui calumniado por el vicepresidente de El Salvador. Lo más que puedo hacer es escribir esta columna.

Roberto Valencia es un periodista y escritor salvadoreño nacido en Euskadi. Su libro más reciente es ‘Carta desde Zacatraz’.

 

No todos los días uno es calumniado por el vicepresidente de su país en un canal de noticias internacional. A mí, al menos, es la primera vez que me ocurre.

Félix Augusto Antonio Ulloa Garay es el vicepresidente de El Salvador en el gobierno de Nayib Bukele. Hace unos días, viajó a Nueva York y concedió una entrevista de 15 minutos a la periodista Mamen Sala, de la versión en español del canal francés France 24.

En una coyuntura de aparente combate frontal contras las maras, que el propio bukelismo ha bautizado como #GuerraContraPandillas, cuando El Salvador va camino a cumplir cuatro meses bajo un polémico régimen de excepción que se ha saldado con más de 46,000 detenciones, Félix Ulloa me acusó de ser un colaborador de estas estructuras criminales.

Esto fue lo que dijo: “De hecho, un periodista español que se dice salvadoreño, Roberto Valencia, en Madrid confesó que él había llevado un mensaje de un jefe de las pandillas a una jueza. ¿Qué tipo de mensaje le puede enviar un jefe de pandilla a una jueza? Es decir, porque también había estos vasos comunicantes entre ciertos sectores de algunos medios, como donde trabaja este señor, Roberto Valencia, y otros, que han hecho de la industria de las pandillas todo un modus vivendi”.

Tras las reformas legales aprobadas en marzo, la legislación vigente establece de 20 a 30 años de cárcel para cualquiera que colabore con los pandilleros. Entenderán mi zozobra al escuchar mi nombre como poco menos que un correveidile entre líderes de las maras y jueces, en boca del vicepresidente de un régimen que controla los tres poderes del Estado y que trata como enemigos a los periodistas no alineados.

Y la prueba sobre la que Félix Ulloa construye su calumnia es que yo mismo lo confesé en Madrid, dice. Y tan ancho.

El 5 de noviembre de 2018 presenté el libro Carta desde Zacatraz en Casa de América, en Madrid. Es una obra de no ficción que explica por qué un fenómeno tan nocivo como el de las maras prosperó tanto en una sociedad como la salvadoreña.

El personaje central es un pandillero de nombre Gustavo Adolfo Parada Morales, “el Directo”, que se incorporó en la Mara Salvatrucha (MS-13) a inicios de 1996. El Directo fue un asesino que alcanzó notoriedad a finales de la década de 1990, y a quien pude entrevistar como periodista en distintas ocasiones. La MS-13 lo condenó a muerte a mediados de 1999 y atentó varias veces contra su vida. Asegurar que cuando lo entrevisté, en septiembre de 2012, aún era un líder de la MS-13, es ridículo.

Uno de los personajes secundarios de Carta desde Zacatraz es Aída Santos de Escobar, una de las juezas de Ejecución de Medidas que tuvo a su cargo al Directo. Ella tiene un rol importante en la trama. Pero Aída Santos dejó de ser jueza en junio de 2009 para integrarse en el primer gobierno del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.

Cuando ya había decidido que la historia de vida del Directo sería el hilo conductor de mi libro, gestioné ante la Dirección General de Centro Penales cuatro tardes consecutivas de entrevistas con él, entre los días 11 y 14 de septiembre de 2012.

Recapitulando: para cuando yo entrevisté al Directo, hacía 14 años que la MS-13 trataba de asesinarlo, y hacía tres años que Aída Santos había dejado de ser jueza. Todo está en el libro, es público, pero para Félix Ulloa esas entrevistas son la prueba de que yo he sido por años una especie de cartero entre las maras y los jueces. Sería gracioso si no fuera un tema tan serio, con el que el vicepresidente compromete mi libertad y mi seguridad.

No conozco personalmente a Félix Ulloa y quiero creer que su respuesta no fue algo personal. Sí sé de dónde viene esta calumnia. El 9 de abril, en los primeros días del régimen de excepción, empezó a circular en Twitter un fragmento maliciosamente recortado de la presentación en Madrid. De la hora y cuarto que duró el evento en Casa de América, alguien se tomó la molestia de seleccionar 52 segundos, para luego airearlos bajo la sentencia Periodista confiesa hechos que cometió”.
Al día siguiente el propio secretario de Prensa de Bukele, un personaje siniestro de la política salvadoreña llamado Ernesto Sanabria, se hizo eco de la calumnia y la catapultó al oficialista Diario El Salvador, lo que asegura será amplificada por youtuberos lambiscones al gobierno, y por el poderoso y caro entramado de medios y cuentas de redes sociales afines al bukelismo.
En abril opté por el silencio ante la enésima campaña en mi contra. Pero ahora, 100 días después, apenas supe que Félix Ulloa se recreó en la misma calumnia en la entrevista a France 24, decidí escribir esta columna.
¿Por qué ahora sí? Pensé en mi hija de ocho años, en que quizá dentro de 10 yo ya no esté aquí y algún día tenga ver esa entrevista en la que un vicepresidente de la República basurea a su padre periodista, tratándolo como si fuera un criminal.
¿Y por qué no lo denunciás? Es otra pregunta válida. El artículo 177 del Código Penal salvadoreño, en efecto, sanciona la calumnia: “El que atribuyere falsamente a una persona la comisión de un delito o la participación en el mismo será sancionado con cien a doscientos días multa”. El castigo sube de “doscientos a trescientos días multa” cuando “se realiza con publicidad”, como es el caso.
No lo denuncio por la convicción absoluta de que lo dicho por Félix Ulloa no es un desliz involuntario, sino una estrategia premeditada de desprestigio. Además del Ejecutivo y el Legislativo, el bukelismo controla el Poder Judicial, la Fiscalía, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos… todo. Las probabilidades de que una denuncia así prospere en un juzgado, bajo estas condiciones, son aún menores a las que tiene la selección salvadoreña de fútbol de ganar el Mundial de Qatar, para el que ni siquiera hemos clasificado.
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