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Gabriel Albiac: ‘Mein Kampf’ en librería

Así como se blinda un laboratorio vírico, así debe ser blindado un texto eminentemente letal

Hace ya muchos años, di, en el fondo de un anticuario, con uno de los lujosos ejemplares que el Partido Nacional Socialista alemán hizo imprimir de ‘Mein Kampf’ para dirigentes amigos en España. Lo conservo como un memorial de infamia.

Anteayer, la prestigiosa editorial Fayard sacó a la venta en Francia la edición crítica del libro más homicida del siglo XX. Siguiendo la línea abierta por el no menos prestigioso Institut für Zeitgeschichte de Múnich, un equipo que integra a los máximos especialistas en filología e historia alemana contemporáneas, ha acometido la gravosa tarea de dar una edición histórico-crítica del sanguinario panfleto redactado por Adolf Hitler en la cárcel tras el fracaso del putsch tabernario de 1923: ese ‘Mein Kampf’, cuyo texto cualquier bárbaro ha podido siempre descargarse gratis desde internet.

Una desazón honda se ha adueñado de los estudiosos. Y esa desazón es más que razonable. Porque, es cierto que, como enseña Spinoza, el estudio y conocimiento de lo horrible no es ni más ni menos placentero -en tanto que estudio y conocimiento- que el de lo hermoso: bien saben de eso todos los investigadores de las taras y miserias humanas. Pero el caso de Adolf Hitler nos pone ante angustias a las cuales es difícil hacer frente.

La cercanía es la primera de ellas: un siglo no es nada en el curso de la historia. Podemos afrontar los exterminios en masa de las poblaciones enemigas, tal cual eran practicados por las legiones imperiales de Roma. Pero, a nuestros ojos, o más bien a los de nuestra imaginación, eso es arqueología que en nada nos afecta. Las largas distancias -las que se miden por milenios- disecan lo real hasta trocarlo en fósil ante el espectador presente. Lo que sucedió hace un siglo, sin embargo, sigue siendo la raíz de nuestras vidas.

La segunda angustia viene del miedo a resucitar al monstruo. Es un miedo legítimo. También, ingenuo. El monstruo no es exterior a lo humano. La lucidez del Goethe que ve en lo inhumano lo humano debiera guiar siempre nuestra mirada. No es inhumano un bloque de piedra, ni una hiena. Lo inhumano es una peculiaridad del comportamiento de los hombres. Y estudiar con rigor una variedad extrema de esa inhumanidad es un modo -quizá el único- de entender qué sea lo que como hombres nos define: esa resistencia a un mal que está en nosotros.

Fayard ha optado por: a) dar el texto en la literal torpeza del semianalfabeto que lo redactó y anotar con erudición sus disparates; b) no extraer beneficio de una cara edición, cuyos ingresos irán íntegros a una entidad protectora de Auschwitz. Son cautelas básicas. Así como se blinda un laboratorio vírico, así debe ser blindado un texto eminentemente letal. Para que los especialistas puedan estudiarlo. Como variedad de lo que de más enfermo hay en la mente humana. Conocer. También lo horrendo.

 

 

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