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Gálvez, la candidata que puede romper la hegemonía de López Obrador

Si no hubiera sido por esa atención mediática provocada por el presidente, la opinión pública no habría descubierto la frescura política que supone la aspirante de la coalición opositora

La candidata a la presidencia de México Xóchitl GálvezAFP

 

Con dos mujeres, las dos principales candidatas, designadas ya para competir por la presidencia de México –lo que asegura que el próximo año los mexicanos tendrán por primera vez una presidenta–, al país le esperan casi nueve meses de una intensa campaña electoral. Casi al mismo tiempo, la semana pasada abrazaron su candidatura Claudia Sheinbaum por Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien constitucionalmente no puede optar a la reelección, y Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio por México, que une a la oposición.

Aunque las elecciones generales no tendrán lugar hasta el 2 de junio del próximo año, todo el tiempo que queda será un pulso entre las dos mujeres, que en realidad constituirá un combate a tres, pues López Obrador se empleará a fondo en atacar a Gálvez y esta se dirigirá tanto contra Sheinbaum como contra su mentor.

La designación de Sheinbaum por un sistema de encuestas que su contrincante interno, el excanciller Marcelo Ebrard, ha criticado por presunta manipulación, garantiza una intensa participación de López Obrador en la campaña. Ebrard habría buscado igualmente la activa intervención del presidente, altamente popular entre su electorado, pero habría marcado también algunas líneas propias que, en caso de que él hubiera alcanzado la presidencia, muy probablemente habrían llevado a una independencia política respecto del creador de Morena. Sheinbaum, en cambiodepende más de López Obrador y por eso Gálvez dedicará a este mucha de su munición, en un mano a mano en el que espera ganar en estatura presidencial. De hecho, los ataques que en los últimos meses López Obrador dirigió a la senadora fueron los que remarcaron su perfil y le permitieron, en un sorprendente ascenso, hacerse con la candidatura opositora.

Si no hubiera sido por esa atención mediática provocada por el presidente, la opinión pública no habría descubierto la frescura política que supone Gálvez, en un alud de favorabilidad que le llevó a imponerse entre los suyos, el conservador Partido de Acción Nacional (PAN), y entre los aspirantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Revolucionario Democrático (PRD). Los orígenes modestos y vagamente indigenistas de Gálvez, su llana expresión y sus posturas políticas nada estridentes han facilitado su rápida aceptación como candidata por parte del conglomerado bautizado como Frente Amplio por México.

Con todo, combatir la maquinaria política que Morena (una escisión del PRD, que a su vez lo fue del PRI) ha conseguido consolidar en poco tiempo no va a ser fácil para la oposición. En las legislativas de medio mandato de 2021, Morena superó la mayoría absoluta, junto con sus socios del Partido Verde y del Partido del Trabajo, en las dos cámaras del Congreso (el bloque oficialista cuenta con 275 de los 500 diputados, frente a 198 de los tres partidos de oposición ahora en el Frente Amplio, y con 72 de los 128 senadores, frente a los 32 del tridente opositor). Además, Morena tiene 20 de los 32 gobernadores del país, mientras que el PAN tiene 5 y el PRI 3.

Arrastre personal

En cualquier caso, si alguien puede aspirar a romper esa hegemonía es Gálvez. Es difícil que con otro candidato la unión de tres partidos ideológicamente tan dispares como PAN, PRI y PRD tuviera ciertas dosis de credibilidad. Desde el momento en que la victoria de López Obrador de cara a las elecciones de 2018 pareció inevitable ha habido pactos entre esos partidos, a dos o tres bandas, pero generalmente han evidenciado desunión operativa. Gálvez se apoya más en su arrastre personal que en el aparato del PAN, de cuyo establishment no ha formado parte propiamente, por lo que es más sencillo construir un liderazgo que apele a un electorado transversal que es contrario a López Obrador.

Es difícil que con otro candidato la unión de tres partidos ideológicamente tan dispares como PAN, PRI y PRD tuviera ciertas dosis de credibilidad

Hasta ahora las encuestas han puesto claramente por delante a Morena, pero habrá que esperar a que ver cómo los sondeos acogen la precampaña electoral que ahora comienza. A Gálvez podrían ayudarle los votos que Ebrard pueda robarle a Sheinbaum si finalmente presenta una candidatura aparte (aunque el excanciller también podría atraer algún voto opositor). No obstante, en el clima de polarización en que se desarrollarán las elecciones no sería previsible que Ebrard alcanzara una cuota importante de apoyo.

Si Gálvez ganara la presidencia, su gran reto sería la gobernabilidad: un gobierno de coalición sería en México tan novedoso como difícil de gestionar. Dado que el Frente Amplio lo forman tres partidos, en las legislativas que se llevarán a cabo el mismo día que las presidenciales cabe que el primer partido en el Congreso siga siendo Morena, dificultando con ello reformas importantes que quisiera emprender Gálvez. Una victoriosa Sheinbaum podría evitar tener que hacer equilibrios internos la no tener que gobernar en coalición, pero igualmente contaría en el Congreso con una oposición más fuerte de la que ha hecho frente a López Obrador.

 

 

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