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Gehard Cartay R.: Una minoría arrogante y canalla

 

Esta es la perfecta definición de la minoría chavomadurista por ahora en el poder.

Se trata de una minoría arrogante, que se cree dueña de los venezolanos y, por eso mismo, pretende imponerle una neodictadura fasciocomunista. Lo peor es que siempre ha sido una minoría y nunca una mayoría avasallante. Ha sido una minoría desde que llegó al poder en 1998, y desde entonces nunca ha representado a la mayoría del pueblo venezolano.

Quien quiera comprobarlo simplemente debe estudiar los resultados electorales, desde 1998 hasta hoy. Por ahora, apenas un botón de muestra: Chávez fue electo en 1998 con 3.673.685 votos, lo que significa el 33 por ciento de los electores, es decir, que de cada 100 venezolanos con derecho al sufragio, sólo 33 votaron por él, mientras que el 63 por ciento restante no lo hizo.

(Y aquí debo hacer una necesaria digresión histórica para comprobar el carácter minoritario del actual régimen. Gallegos, nuestro primer presidente electo por el pueblo, logró el 58,30 por ciento de los votos en 1947, la legitimidad más elevada hasta hoy; Betancourt el 43,40% en 1958; CAP el 45% en 1973, Herrera Campíns el 40% en 1978; Lusinchi el 48,50% en 1983 y otra vez CAP el 42,10% en 1988. La legitimidad de Chávez, en cambio, alcanzó el 33,40% en 1998, cuando ganó las elecciones por vez primera con un CNE libre de sospechas en materia de fraudes y trampas.)

Lo mismo sucedió con la Asamblea Constituyente electa en julio de 1999. En esa oportunidad, los candidatos chavistas apenas lograron el 25 por ciento de los votos, es decir, de cada 100 electores, apenas 25 estuvieron de acuerdo con el régimen. Y fueron esos diputados constituyentes quienes redactaron la nueva Constitución, por la que luego votó favorablemente sólo el 30 por ciento de los electores.

(Aquella elección, por cierto, fue engañosa: con apenas ese 25 por ciento de los votos obtenidos en julio de 1999 eligieron el 92 por ciento de los diputados a la Constituyente, mientras que la oposición, que sacó el 20 por ciento de los votos, apenas logró elegir el 8 por ciento de los diputados restantes).

Ese mismo año 2000, Chávez logró su reelección con 3.757.773 sufragios, o sea, sólo el 31 por ciento de los votos, es decir, de cada 100 electores, sólo 31 votaron por él. No creo que valga la pena citar los resultados posteriores, siempre maquillados por autoridades electorales del régimen, que nunca revelaron las cifras reales de la abstención y siempre le otorgaron porcentajes sobre los votos escrutados, y no sobre el total de electores, como si la abstención y el voto nulo no fueran también un derecho de todo elector.

En cualquier caso y desde entonces, esa minoría sufriría un acentuado declive hasta llegar a la muy dudosa elección de Maduro en 2013 y la soberana paliza de diciembre de 2015, cuando la oposición democrática logró elegir las dos terceras partes de la Asamblea Nacional.

Por todo ello es razonable afirmar que el régimen nunca ha interpretado a la gran mayoría de los venezolanos, aún cuando haya ganado algunas elecciones. Una cosa muy distinta es que entonces haya obtenido la primera minoría en votos, pero eso nunca significó que los venezolanos lo autorizaran a imponerles la camisa de fuerza de un régimen neodictadorial y fasciocomunistoide. 

Pero, además de arrogante, también se trata de una minoría canalla que todavía intenta, sin embargo, imponerle al pueblo de Venezuela –a troche y moche– una constituyente fraudulenta para perpetuarse en el poder y continuar profundizando este sistema autoritario, cubanizante y empobrecedor. Y pretenden hacerlo hoy, cuando el 85 por ciento de los venezolanos clama por su salida inmediata del poder.

Por tales razones, esa minoría arrogante y canalla no quiere más elecciones, ni regionales ni nacionales, porque sabe que será derrotada aplastantemente. En su lugar, hoy quiere “elegir” una Constituyente fraudulenta, sin participación del voto soberano del pueblo, como debe ser.

Porque lo que pretende ahora es la “elección” de una Constituyente basada en la escogencia de una parte de sus miembros a través del método fascista de representantes por corporaciones inventadas por ellos mismos, y la otra parte “elegida” en base a patrones territoriales y no poblacionales, con lo cual los municipios menos poblados tendrían más representantes que los más poblados.

Por una perversión parecida a esta, que desconoció la voluntad soberana del pueblo venezolano, el dictador Marcos Pérez Jiménez tuvo que abandonar el poder el 23 de Enero de 1958. No debería olvidarlo esa minoría arrogante y canalla que hoy desafía la soberanía popular.

@gehardcartay

El Blog de Gehard Cartay Ramírez 

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