Gehard Cartay Ramírez: Cuesta abajo

Como si fueran piezas de dominó que van cayendo una tras otra, así está aconteciendo con la sucesión de aplastantes derrotas electorales que viene sufriendo el llamado “Socialismo del Siglo XXI” en nuestro continente desde hace algunos años.
Ocurre al revés de sus victorias iniciales –también con efecto cascada– desde 2003, financiados con petrodólares venezolanos. Así, ese mismo año fueron electos Lula Da Silva (Brasil) y Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner entre 2007/2015 (Argentina); Leonel Fernández entre 2004 2012 (República Dominicana); Tabaré Vásquez en 2005 y en 2015, José Mujica en 2010 y Yamandú Orsi en 2024 (Uruguay); Evo Morales entre 2006/2019 y Luis Arce en 2020 (Bolivia); Michelle Bachelet (Chile) en 2006 y 2014; Manuel Zelaya (Honduras) en 2006 y su esposa Xiomara Castro en 2022; Rafael Correa (Ecuador) entre 2007/2017; Daniel Ortega (Nicaragua) en 2007 y hasta hoy; Fernando Lugo (Paraguay) en 2008; Mauricio Funes en 2009 y Sánchez Cerén en 2014 (El Salvador); Ollanta Humala en 2011 y Pedro Castillo entre 2021 y 2022 (Perú); y Gustavo Petro (Colombia) en 2022.
Excluyendo de este recuento a la matusalénica dictadura castrocomunista de Cuba, fueron entonces más de 15 países donde el “Socialismo del Siglo XXI”, aupado también por el “Foro de Sao Paulo”, llegó al poder en muy corto tiempo gracias a la ejecución de un programa de dominio hemisférico. Igualmente, también fueron financiados algunos candidatos ganadores en varias islas del Mar Caribe –esta semana fue derrotado Ralph Gonsalves, el primer ministro de Saint Vincent y Las Granadinas– y también sectores ultraizquierdistas de ciertos países europeos, que, si bien no ganaron elecciones, han tenido influencia en la política interna e, incluso, alguno ha llegado a gobernar en coalición con el PSOE, como en el caso de Podemos en España.
Sin embargo, aquí y ahora, la verdad es que todo ese impresionante dominio inicial del llamado “Socialismo del Siglo XXI” se ha venido desmoronando aceleradamente, comenzando por su metrópolis colonizadora y financiera. Por ahora, apenas quedan en pie también los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Colombia, Brasil y Uruguay, dictaduras sin ambages los dos primeros, y democracias, hasta ahora, los tres últimos, experiencias distintas todas, sin contar Chile, cuyo gobierno parece haberse deslindado del “Socialismo del Siglo XXI”. De todas maneras, en brevísimo tiempo, este país será gobernado por la actual oposición, al igual que sucederá en Colombia y Brasil, seguramente.
Lo más resaltante no es sólo la derrota de sus gobiernos, sino la paliza electoral que vienen sufriendo en cada elección, algunas verdaderamente catastróficas como antes en El Salvador y ahora en Bolivia y Honduras, y pronto en Chile, sin olvidar las que han padecido en Ecuador, Paraguay y Argentina, por ejemplo. En casi todo el continente se han reducido a menos del 30 por ciento, en promedio, del electorado, todo lo cual supone un grave declive de sus líderes y partidos.
Hay que advertir, sin embargo, que hay algunos casos en los que no se han impuesto prácticas autoritarias y totalitarias, a pesar de adscribir al “Socialismo del Siglo XXI”, pues se trata de presidentes moderados y demócratas, sin ansias de eternizarse en el poder, y en países con instituciones consolidadas que lo han impedido, garantizándose así las alternancias entre ellos y los candidatos opositores que han triunfado.
En Brasil, por ejemplo, a Lula, reelecto 2007, lo sucedió su heredera Dilma Rousseff en 2011 y hasta 2016, cuando los derrotó el ex militar opositor Jair Bolsonaro, a quien reemplazaría Lula en 2023. En Uruguay el opositor Luis Alberto La Calle Pou reemplazó a Vásquez en 2019 y en 2024 ganó Orsi, un socialista moderado. Algo parecido ha ocurrido en Chile: el opositor Sebastián Piñera sucedió a Bachelet, en 2010; esta lo reemplazó en 2014, y en 2018 volvió Piñera a la presidencia. Lo sustituyó Gabriel Boric, de extrema izquierda, en 2022. Pareciera que, en medio de todo, insisto en que estos países funciona la institucionalidad jurídica y sus gobernantes no han cancelado la alternabilidad democrática, respetando la soberanía popular expresada en comicios.
En Argentina ocurre también algo parecido: a Cristina Fernández de Kirchner la sucedió en el cargo el opositor Mauricio Macri en 2015 y a este, a su vez, lo reemplazó Alberto Fernández (peronista). En noviembre de 2023, Javier Milei, un fenómeno de la antipolítica y feroz opositor al kirchnerismo, ganó arrolladoramente las elecciones presidenciales y su movimiento político acaba de hacerlo nuevamente en las recientes parlamentarias. Podríamos sumar los casos de Perú y Ecuador, también, donde–a pesar de las crisis políticas recurrentes– la fortaleza de sus instituciones democráticas ha impedido que el “Socialismo del Siglo XXI” tomara el control total de las mismas.
En cualquier caso, el fracaso del “Socialismo del Siglo XXI” resulta evidente, especialmente donde ha gobernado o aún gobierna su tendencia más radical y autoritaria. Pero en casi todos se han profundizado sus crisis políticas, distorsionado gravemente sus economías y empobrecido aún más la población. Se trata de una conducta que casi no admite excepciones, lo que implica que sus políticas desde el gobierno por lo general van en contra de los lineamientos que permiten a cualquier nación lograr su desarrollo y el bienestar de sus pueblos.
