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Gehard Cartay Ramírez: Divide y vencerás

Esta viejísima regla política la viene aplicando exitosamente el chavomadurismo luego de su derrota en 2015, cuando perdió abrumadoramente el control de la Asamblea Nacional.

No pudo hacerlo antes, a pesar de haberlo intentado. Pero entonces las circunstancias eran otras. Ellos se sentían asistidos de un apoyo mayoritario de la población y la oposición no terminaba de establecer una estrategia correcta y efectiva frente al régimen de Chávez. Los partidos históricos se habían quedado parapléjicos, sin poder dar respuesta al desafío que tenían ante sí, mientras surgían nuevas fuerzas políticas, que, sin embargo, no podían tampoco definir un rumbo frente a la nueva situación política.

Por estas razones, aquel esquema político partidista no le preocupaba al régimen. Fue el tiempo del “no volverán” y de calificar como “golpistas” “escuálidos, “apátridas”, “imperialistas” y otros cognomentos a quienes los adversaban. Eran también los tiempos de las movilizaciones multitudinarias a cada rato y por cualquier razón y de un indiscutible prestigio internacional del gobierno recién instalado, que para algunos significaba la irrupción de una otra “revolución” en Latinoamérica, tema tan del gusto de los intelectuales izquierdosos de Estados Unidos y Europa.

Como siempre sucede, el paso del tiempo fue poniendo las cosas en su lugar: el proyecto autoritario, militarista, intolerante y dictatorial del teniente coronel Chávez y su logia golpista terminó desenmascarándolos ante la opinión pública internacional como los falsos demócratas que fingieron ser para llegar al poder por la vía electoral en 1998, luego de que fallaron al intentarlo por la puerta trasera del golpe de Estado en 1992. Ya desde 2002 habían venido advirtiendo que la suya era “una revolución pacífica, pero armada” y que sus adversarios no volverían al poder “ni por las buenas ni por las malas”.

Pero esa autosuficiencia chavomadurista sufrió un revés significativo con la apabullante derrota de 2015, producto de un descuido de ellos, tal vez confiados en sus maniobras y fortalezas electorales. Aquella elección, múltiple por diversas razones, no pudieron controlarla. Y ya sabemos lo que vino después: el acoso contra la Asamblea Nacional que ganó la oposición, la utilización de su TSJ para anular todas sus decisiones, la persecución, exilio y prisión contra varios de sus diputados, etcétera, etc.

Pero, en paralelo, calladamente y mientras su TSJ declaraba “en desacato” (¿?) al nuevo parlamento y despojaba a la oposición de las dos terceras partes que había ganado, el régimen apeló a otra maniobra también efectiva: la compra de un sector de diputados para intentar controlarlo, lo que no fue posible al no alcanzar la mayoría requerida. Aun así, impusieron una directiva de facto, le entregaron Capitolio Federal mediante el uso de la fuerza armada y continuaron persiguiendo a la Asamblea Nacional presidida por Guaidó.

Así nacieron los llamados “alacranes”, falsos opositores al servicio del régimen. Pero la cosa no terminó allí: para asegurarse de que esa leal oposición continuara a su servicio despojaron a las legítimas autoridades de los partidos opositores de la personería jurídica, los símbolos y las tarjetas electorales y se las entregaron a sus socios “alacranes”. De esa manera, estos se prestaron a la farsa de las elecciones presidenciales de mayo de 2018 y las de diciembre de 2020. Por cierto que los resultados, como era de esperarse, fueron entonces pobrísimos para los partidos colaboracionistas, pues Falcón, su candidato presidencial, obtuvo una votación insignificante y en las de diciembre pasado apenas eligieron unos pocos diputados. Ante tal descalabro, el régimen les “regaló” algunos parlamentarios, descontados de los 50 de la circunscripción nacional que se reservaron para ellos.

Perdone el lector este breve recuento, pero en este país de memoria tan corta hay que hacer estos recordatorios cada vez que se pueda. Y vienen al caso para poner de manifiesto cómo la regla política del “divide y vencerás”, puesta en práctica por el régimen, seguirá siendo utilizada para ellos mantenerse en el poder.

Ahora los “alacranes” se disponen a seguir en ese juego con el régimen, de cara al evento de noviembre próximo. Aunque cuentan con una ayuda importante, como lo son las tarjetas electorales de los partidos históricos, su gran falla es que no cuentan, en realidad, con la base de esas organizaciones y tendrán que apoyarse en unos pocos cuadros partidistas ya bastante menguados y sin credibilidad. La otra gran falla son los candidatos a gobernadores que anunciaron la semana pasada, la mayoría de ellos poco conocidos, y los que sí lo son tienen en su contra que la gente los perciba como políticos viejos, desfasados y desprestigiados, sin nada que ofrecer en un momento que reclama nuevos liderazgos.

Me atrevo a asegurar desde ya que ninguno de ellos ganará. Sólo cumplirán con el triste papel de restarle algunos votos a los candidatos que presente la oposición democrática. Al final, pareciera que la maniobra del régimen al dividir a la oposición va a terminar beneficiando a los candidatos del chavomadurismo, aunque no es descartable que alguno de los postulados por la tarjeta de la Unidad pueda colarse en una que otra entidad.

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