George P. Bush podría haber sido el primer presidente latino, pero respaldó a Trump
Foto de George P. Bush en el mitin donde anunció que se presentaría como candidato a fiscal general de Texas, el 2 de junio de 2021, en Austin, Texas. (Eric Gay/AP)
Hubo un tiempo en que George P. Bush parecía estar destinado a convertirse en el primer presidente latino de Estados Unidos. Bush, vástago bicultural de una de las grandes dinastías políticas de la historia estadounidense, representaba un puente entre los países de sus padres y un ejemplo del poder de la diversidad en Estados Unidos.
Pero ahora, tras perder ante el procurador general en funciones respaldado por el expresidente Donald Trump, Ken Paxton, en la segunda vuelta republicana para ese cargo en Texas, la otrora prometedora carrera de Bush está en ruinas. Su caída es un caso de estudio sobre cómo el pragmatismo político puede salir mal. También es la historia de un joven político que traicionó su identidad y potencial.
George P. Bush, hijo mayor del exgobernador de Florida y excandidato presidencial Jeb Bush, ha sido en los últimos siete años el Comisionado de Tierras de Texas y ha intentado construir una carrera en un estado que solía ser del dominio político de su familia. Desafortunadamente para él, el inicio de su ascenso en la política estatal de Texas coincidió con la llegada de Donald Trump.
Tras la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2016, Bush se enfrentó a una decisión. Podía apegarse a los valores republicanos de su propia dinastía política o abrazar el nativismo de Trump. Eligió lo segundo. “El presidente Trump es lo único que se interpone entre Estados Unidos y el socialismo”, afirmó Bush en 2020, mientras respaldaba la reelección de Trump y se hacía eco de la campaña propagandística dirigida a los votantes latinos en Florida, el estado en el que creció Bush principalmente. Tras la derrota de Trump, Bush aplaudió la destitución de la representante Liz Cheney como presidenta de la Conferencia Republicana de la Cámara de Representantes, y sugirió que Cheney “no defiende la ideología republicana conservadora”.
La entusiasta adhesión de Bush al trumpismo contrasta de gran manera con el resto de su familia, que ha rechazado a Trump desde hace años. En la campaña para las elecciones de 2016, Trump atacó a los padres de George P. Bush: se burló de Jeb Bush y lo calificó como “débil” y alguien con “baja energía”, y luego retuiteó y borró una publicación que atacaba a la esposa de Jeb Bush, Columba, quien nació y creció en México.
Bush emergió de esa experiencia no solo dispuesto a ignorar la difamación a su familia sino también más que listo para respaldar abiertamente a su bully. “¡Este es el Bush que hizo lo correcto!”, exclamó un alegre Trump en 2019.
La alineación ideológica de Bush con el trumpismo podría excusarse como un caso bastante cruel de oportunismo político. Sin embargo, hay un aspecto más profundo en su transformación que no se puede descartar tan fácilmente.
Durante el último año, Bush redobló su retórica trumpista sobre la inmigración. Demandó al gobierno del presidente Joe Biden por detener la construcción del muro fronterizo, aliándose en el proceso con el gobernador de Texas, Greg Abbott (republicano), un nativista extremo. Recientemente, mientras hacía campaña para el cargo de procurador general de Texas en Fox News, Bush afirmó que se postularía para “proteger la frontera” y se jactó de tener el respaldo del Consejo Nacional de la Patrulla Fronteriza, el cual representa a la Patrulla Fronteriza, una organización plagada de acusaciones de realizar acciones antiinmigrantes. Bush apoyó el restablecimiento de la política “Permanecer en México”, la cual obliga a algunos solicitantes de asilo que llegan a la frontera a regresar a México para esperar las audiencias de asilo, a menudo en condiciones precarias e inseguras. Esto produjo un desastre humanitario a lo largo de la frontera norte de México y, a pesar de los intentos del gobierno de Biden de cancelarla, la política está nuevamente vigente gracias a un fallo judicial.
Este tipo de retórica nativista podría esperarse de un conservador promedio y hambriento de poder que espera congraciarse con Trump. Pero Bush nunca ha sido un joven republicano cualquiera.
Mucho antes de la llegada de Trump al escenario político nacional, Bush parecía ser un hallazgo único generacional para el Partido Republicano: una estrella conservadora mexicana-estadounidense bicultural y bilingüe. En 2014, Bush grabó un conmovedor video de campaña. “Mi padre nació en Estados Unidos, mi madre en México y yo nací en el mejor estado del país: Texas”, decía un sonriente Bush, en impecable español, describiendo a su padre y a su madre Columba, nacida en Guanajuato, México. Luego elogió la importancia de la cultura latina en Texas. En 2000, en la convención republicana que nominó a su tío, Bush dio un apasionado discurso de apoyo tanto en inglés como en español. “Ahora es el momento de restaurar el sentido de honor y decencia en la Casa Blanca”, afirmó, antes de exclamar en español: “¡Qué viva W! ¡Qué viva Bush!”.
Mucho ha cambiado en las últimas dos décadas. Hoy, el joven Bush defiende políticas que su tío no habría aprobado. En su histórico estudio sobre política latina, los académicos Matt Barreto y Gary M. Segura escriben sobre George W. Bush: “Mientras se desempeñaba como gobernador de Texas entre 1995 y 2000, Bush nunca siguió la ruta antiinmigrante, aun cuando podría haberlo hecho con facilidad”. En cambio, Bush se acercó a los latinos de formas nunca antes vistas. A su vez, la comunidad latina lo premió con 40% del voto hispano en 2004.
Su sobrino eligió el camino opuesto. Y esa decisión no le ha funcionado como esperaba el “hijo pródigo”.