Ética y MoralPolítica

Girauta: Discrepo

Se da por hecho que el PSOE, cuyos más notorios representantes negaron la constitucionalidad de la amnistía, la va a conceder pronto. Pero, ¿cómo? ¿Desde su Gobierno en funciones? No puede, le está vetada la presentación de proyectos de ley. ¿A través de una proposición de ley de su grupo parlamentario en el Congreso? Más allá de los problemas que la doctrina detecta en las iniciativas legislativas mientras el Gobierno está en funciones, si esta es la vía se las verán con un Senado de mayoría popular que debatiría, alargaría el tema, devolvería la proposición al Congreso, etc. Pasados dos meses de la primera votación de investidura fallida, si ninguna candidatura prospera las Cortes se disolverán. Lo que significa que Puigdemont tendrá que creer en la palabra de Sánchez sobre la concesión de la amnistía y darle su ‘sí’ antes de tenerla. Pero Puigdemont considera a Sánchez exactamente lo que es, un mentiroso patológico.

Diferentes serían las cosas si el empujoncito de Pumpido en el TC permite a los socialistas sacarse de la manga 1.340 votos más que el PP a su favor entre las 30.302 papeletas nulas de Madrid. El empujoncito, previsto aquí, ha comenzado con la admisión a trámite del recurso del PSOE que el Supremo rechazó. Entonces bastaría con la abstención de Junts, que en principio es más fácil que el voto afirmativo. Si bien todas estas elucubraciones parten de una base falsa: que Puigdemont es un jugador racional. Con todo, la convicción de que Junts hará presidente a Sánchez y de que habrá una amnistía es prácticamente unánime, siendo quizá el elemento con más peso la voz de alarma que han dado los creadores del PSOE que conocemos, el que nació en Suresnes.

Dadas las circunstancias, reconozco que mi visión sobre el asunto es una excepción. No soy tan presuntuoso como para darla por segura. Si lo miro con objetividad, desde fuera, me digo que bien puedo estar analizando las cosas como aquel conductor que se queja porque todos los coches van en dirección contraria. Aun así, mi análisis es el que es y no puedo engañarme ni engañarles. Valoro los hechos, evalúo a los personajes por sus acciones, recuerdo lo que significa un Estado, y esta es mi conclusión: ni Junts hará presidente a Sánchez ni este concederá ninguna amnistía. Expongo las razones principales que me llevaron a este convencimiento tan pronto como conocí el repentino protagonismo nacional que le tocó al fugado en la rifa electoral, y del que no me han disuadido ninguno de los centenares de artículos al respecto que he leído hasta ahora. Llámenme tozudo. Las razones:

Uno de los rasgos que detecté en la transformación independentista de media Cataluña fue el literalismo. Atenerse a las palabras fetiche renunciando a las infinitas vías que ofrece el lenguaje a la hora de hacer avanzar un proyecto es una muestra de estupidez. He asistido a ese proceso de zombificación antes de abandonar el manicomio catalán. Muchas personas antes inteligentes, dotadas para la ambigüedad y la ironía, lo bastante sociables para impedir que la hostilidad prevaleciera en una reunión de amigos, colegas o parientes, pasaron a imponer esa hostilidad a partir de unas pocas –poquísimas– ideas fijas. Se fue haciendo imposible el debate civilizado, y hablar con independentistas era hacerlo con una pared. Devinieron inaccesibles a los argumentos. En una broma privada entre algunos amigos que no habíamos sido aquejados por el trastorno nacionalista extremo, cada vez que coincidíamos con algún afectado por aquel literalismo incompatible con el diálogo nos decíamos discretamente, al oído o en voz baja: «a este ya le ha mordido un zombi». Sabíamos que el mutado era insalvable, y que una cena con él o ella en nuestra mesa acabaría mal con total seguridad. Esta certeza absoluta se debe a que el zombi nunca sale de su monotema, sea cual sea el asunto sobre el que se charle. Puedes hablar del antiguo Egipto, de la nanotecnología, del euro o de la última ‘peli’ que has visto. El zombi se las arreglará para saltar de Egipto a las mentiras históricas que impiden el reconocimiento de la grandeza catalana, de los avances nanotecnológicos al despunte científico que le espera a la Cataluña independiente, de la moneda única a la continuidad de Cataluña en la UE mientras la dictatorial España es expulsada, del cine a la injusticia de no doblar todas las películas al catalán.

Pues bien, el rey del literalismo y de los zombis es Puigdemont. Puntualizaré que el trastorno descrito afecta a las gentes del común (a la mitad), pero no es lo habitual en la elite política secesionista. He tratado con todos ellos, no pocas veces en confianza, y por regla general no están zombificados. Saben hablar de otras cosas, logran evitar las expresiones que romperían el diálogo. Puigdemont es por tanto una excepción en la flor y nata independentista. Es el más fervoroso militante, el más trastornado de todos, pero tiene poder. Este poder es ciertamente extraño: el forajido y su cohorte creen ostentar desde Bélgica la auténtica representación de Cataluña. Por literalismo declaró la independencia a sabiendas de que su acto era inútil, inviable, como lo demuestra el hecho de que lo suspendiera a los pocos segundos. Pero lo hizo, pronunció las palabras, he ahí lo esencial. Por eso no aceptará nada que no sea la ‘amnistía’, la palabra amnistía, que otorgada en una ley romperá la convivencia en España. El loco no hará presidente a Sánchez. Hay razones menores, pero sólidas, como el hecho, no muy bien comprendido en Madrid, de que lo único que Puigdemont detesta es a ERC, y al único que odia es a Junqueras.

 

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