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Gloria Lomana: ¿Quién dijo que habría buenas noticias?

«A estas alturas caben muchas reflexiones, la más inmediata: ¿qué le deben al régimen de Maduro quienes le apoyan o se muestran tibios?»

¿Quién dijo que habría buenas noticias?

   María Corina Machado, Edmundo González y Nicolás Maduro. | Ilustración: Alejandra Svriz

 

 

«Había una vez, pero ya no», es el pensamiento y las emociones que se percibe entre la comunidad venezolana que reside en España. El día de la manifestación en la Puerta del Sol, yo anuncié por mi red X que a las 6 de la tarde acudiría a la protesta. Una querida amiga venezolana, luchadora por ideales y por sobrados motivos, rehusó acompañarme. «¿Para qué? Ya está todo perdido» –fue lo que me dijo. Aún no habíamos visto a María Corina Machado burlando su forzosa reclusión, heroica ante el mundo para seguir arengando contra el pucherazo que Maduro tenía programado consumar. Sabíamos que Edmundo González estaba dispuesto a jugarse la vida por la libertad, y que presidentes y expresidentes iberoamericanos clamaban contra la corrupción del tirano, autoproclamado vencedor sabiéndose perdedor, expoliador de elecciones sin molestarse en presentar papeletas aunque fueran falsas, violento repartidor de odio y armas entre paramilitares.

Había una vez, pero ya no… es la expresión más diáfana del desistimiento, más allá de la desesperación. Cuando se pierde la esperanza, cuando tu país está en manos de un generador de caos en vez de ser liderada por un solucionador de problemas, entonces es cuando se acaba también la impaciencia del cambio porque sabes que tu destino queda clavado al suelo, por el bulevar de los sueños rotos cuando ves que España no enarbola la razón democracia, Europa es tibia, los dos bloques reviven la Guerra Fría, el liberalismo en declive frente al comunismo que alimenta tiranos por cálculos geoestratégicos, donde los derechos humanos no forman parte de la discusión.

China conoce bien la represión política; en mis retinas y en las del mundo libre que lo pudo ver, están los tanques y la infantería aplastando manifestantes en la simbólica plaza de Tiananmén, si bien el régimen decidió explorar la libertad en la economía lo que ha generado una creciente clase media. La dirigencia del Partido Comunista es una retahíla de patriotas corruptos, con algo más de disimulo a como lo hace Putin, si bien las ambiciones son semejantes sobre rutas, puertos, energía y posiciones de poder, explorando oportunidades incluso donde no parece haberlas. Hablamos de una potencia global, China, de otra pujante regional, Rusia, con peones como Venezuela donde la corrupción no se disimula, se roba a manos llenas sin recato, se trafica con la droga obscenamente, sin remordimiento alguno por llevar a sus gentes a la más absoluta miseria, obligados a sobrevivir con salarios de un puñado de dólares. También en las retinas tenemos imágenes para la historia, el éxodo de casi 8 millones de venezolanos huyendo de su país, con las familias al hombro y apenas unos hatillos, forzados por la miseria y el asco que genera un régimen político de semejante catadura. A estas horas en que escribo, hay más venezolanos expatriados por esta corrupta miseria política que ucranianos huidos por la guerra. Gentes que viven lejos de su país con el desespero que da la impotencia, a quienes Maduro obstaculizó su voto. Todos los sabemos. Por eso, a estas alturas caben muchas reflexiones, las más inmediatas dos: ¿qué le deben al régimen quienes le apoyan o se muestran tibios? Porque, ¿cuánto de impune se ve el tirano que, sabiéndose perdedor en las elecciones de julio, ni siquiera se molestó en preparar urnas con papeletas falsas? Esa es la desfachatez del populismo rampante, la causa de toda la miseria, económica y moral, que hoy vive Venezuela.

«Hay que sentir orgullo del pueblo venezolano, ejemplo de coraje y lucha cívica por la libertad, como no hicimos los españoles contra el dictador»

 

La pregunta que surge ante este tipo de regímenes es a qué se debe el empeño en disfrazarse de democracias. Por qué montan paripés en torno a unas elecciones. Corea del Norte vive cerrada en su trasnochado comunismo, aclamando al líder en permanente toque de corneta, y así quieren aparecer ante los ojos del mundo. Cuba ha vivido más de 70 años en su controladora dictadura sin mayores preocupaciones por cambiar esta imagen, hasta que el heredero de los Castro, el hoy presidente Diaz-Canel convocara una farsa electoral en que algunos candidatos no pudieron presentarse y los que lo hicieron fueron validados por el Partido Comunista, único legal, en función de sus niveles de patriotismo y adhesión a la «revolución». Con métodos similares, Nicaragua ha hecho elecciones arrestando a los candidatos de la oposición que no se «exiliaron», e inhabilitando a periodistas. Insisto en la pregunta: ¿qué les lleva a ponerse el disfraz de demócratas si su política es aplastar la voluntad de sus pueblos con militares corruptos, jueces y periodistas amordazados?

Por eso en Venezuela, uno de los países más ricos del mundo en petróleo, minerales nobles, piedras preciosas y tierras raras, la corrupción ha sido galopante para desviar esa riqueza a los bolsillos de los maduros, las delcys o los diosdados y, por supuesto, para controlar a los militares, garantes del blindaje ante cualquier presión nacional o internacional. Curioso que, incluso así, hasta a un botarate cantamañanas como Maduro le interese la batalla del relato, hasta el punto de crear un ministerio para Diosdado Cabello que se denomina Relaciones Interiores, Justicia y Paz, tres conceptos que se ignoran tanto como se pregonan. Por eso, estos tiempos no son para tibios, se reclama coraje para encabezar la verdad que hace libres a los pueblos.

Todos conocemos venezolanos en España, pues, junto con los colombianos, encabezan los ránquines de iberoamericanos llegados a España en los últimos años, lo que parece que se incrementará tras la reelección de Maduro. Allá han dejado familias que, con el nivel de vida que tienen (o mejor dicho que no tienen, pues es raso), saben que jamás podrán costearse una visita a España. Madres y padres sin hijos viviendo su vejez en soledad. Es de este modo cuando, poniendo caras y ojos al drama, cobra más duelo el hecho de que la comunidad internacional sea laxa a la hora de reconocer al presidente electo que ganó las elecciones, Edmundo GonzálezCurioso sería que vaya a ser Trump quien venga a defenderle, frente a la inanidad de las democracias europeas. El petróleo pone el precio al silencio cómplice del dictador.

Cuando todo lo demás está perdido, siempre quedará el futuro. Es preciso repetírselo a los jóvenes venezolanos que agotados malviven en España por mandar unos euros a sus mayores. España es tierra de acogida, porque sabemos lo que es el exilio, más en estos tiempos en que se rememora la dictadura. Por eso hay que sentir orgullo del pueblo venezolano, ejemplo de coraje y lucha cívica por la libertad, como no hicimos los españoles contra el dictador. Son los héroes de nuestro tiempo. Un gran luchador por la paz, reconocido pacifista como fue Mahatma Gandhi, pregonaba: «Cuando me desespero, recuerdo que a lo largo de la historia la verdad y el amor siempre han ganado. Ha habido opresores y asesinos que parecen invencibles, pero finalmente caen. Piénsalo siempre». Me gusta invitaros a pensar eso porque este es de los pensamientos que alimentan el alma.

 

 

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