Gobierno de Nicaragua: ¿cristiana y solidaria?
¿Cómo se puede hablar de paz y reconciliación con tantas familias sufriendo los efectos devastadores del encarcelamiento, el destierro y el duelo?
Mi experiencia en Centroamérica y Suramérica fue fundacional en mi formación ética y religiosa. Haber estado inmerso culturalmente en cómo estos pueblos celebran el tiempo litúrgico de la Cuaresma y la Semana Santa viene hoy a mi memoria. Acompañé a las comunidades eclesiales de base en muchas de sus tradiciones de fe y vi cómo el ayuno, la oración y la caridad son comunes a los pueblos de muchas partes del mundo cuando buscan el camino a seguir. Para el pueblo judío la Pascua es hacer memoria de su liberación de la esclavitud en Egipto. Para los musulmanes el Ramadán es el momento en que se reaviva el sentido de comunidad.
Estos días santos sirven para ahondar en la fe, para para atender a los más pobres y fomentar la reconciliación entre los seres humanos. Aún para las personas no creyentes estas prácticas son relevantes porque tienen un significado ético y de justicia social: atender a los pobres y liberar a los cautivos.
En el contexto de estos días santos más de 400 líderes religiosos, personas de fe y personas de buena voluntad: episcopales, católicos, ortodoxos, protestantes de distintas denominaciones, judíos, budistas, hindúes, musulmanes y de otras tradiciones, hemos firmado una carta abierta dirigida al Gobierno de Nicaragua motivados por el sufrimiento que experimentan cientos de miles de nicaragüenses desde abril de 2018. El peso del duelo que cargan las familias que han perdido seres queridos, la angustia de las familias que tienen personas encarceladas solo por levantar su voz a favor de los derechos humanos, y los miles de nicaragüenses que han tenido que exiliarse y emigrar por el conflicto nos ha motivado a alzar nuestras voces uniéndolas a las de todas estas personas.
Durante los años 80 muchos líderes religiosos y laicos que hicieron una opción preferencial por los pobres y acompañaron al pueblo nicaragüense que sufría la guerra de agresión del Gobierno de Estados Unidos. Ese compromiso dejó una huella indeleble en mi memoria, en mi vida y en mi formación cristiana. En mi ministerio actual en Boston, acompañando a la población sin techo, se encuentran migrantes nicaragüenses. Hemos escuchado sus gritos de injusticia, dolor y sufrimiento, notando como el Gobierno de Nicaragua ha desatado violencia y agresión en contra de sus propios conciudadanos encarcelando, silenciando, amenazando y castigando a cualquier persona que está en desacuerdo con sus políticas. El Gobierno habla hoy de una opción por los más pobres, pero el cierre de decenas de organizaciones sociales de todo tipo, que trabajaban con las poblaciones más pobres, muestra lo contrario. Sus acciones revelan, más bien, la decisión de ejercer un control absoluto.
El discurso oficial que se repite diariamente en el país insiste en que en Nicaragua se vive en paz, en alegría, en concordia y en seguridad, pero estos conceptos se han vuelto espejismos porque intentan obviar el sufrimiento de miles de hermanas y hermanos que sufren. La incertidumbre y la zozobra sembrada en el país por las formas autoritarias y arbitrarias de gobernar no abonan ni a la alegría ni a la paz ni a la concordia, ni a la seguridad, por más que los gobernantes lo repitan.
En Nicaragua no es permitido disentir, cuestionar o levantar la voz a favor de las personas encarceladas, muertas o refugiadas. Para el Gobierno es como si estas personas no existieran, como si no fuesen de la familia nicaragüense. Por más que el Gobierno se declare cristiano y solidario, sus acciones lo desmienten. No se puede obviar la tristeza de miles de familias que lloran la partida de sus hijas e hijos arriesgando sus vidas en busca de libertad, empleo y oportunidades en otros países. No se puede borrar el duelo de cientos de familias con familiares muertos o encarcelados.
La realidad de esta Cuaresma en Nicaragua es para muchas familias la de la angustia de María ante la pasión y muerte de su hijo. Estos días santos de oración y ayuno nos llevan a la reflexión que hemos plasmado en la carta abierta al Gobierno: ¿Cómo se puede hablar de paz y reconciliación con tantas familias sufriendo los efectos devastadores del encarcelamiento, el destierro y el duelo? ¿Cómo puede una nación prosperar bajo el peso de tanto sufrimiento?
El propósito de la carta es acompañar a quienes están sufriendo y alzar nuestras voces para que se les devuelva la alegría, la tranquilidad, la seguridad y la justicia a todas las familias nicaragüenses. Es lo menos que podemos hacer por hermanas y hermanos que son nuestra familia, la familia humana, la familia con la que Dios sueña.
PAUL SHOAF KOZAK: Es sacerdote episcopal en la catedral de San Pablo en Boston, Massachusetts, EE. UU.