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Gonzalo Palacios / Recuerdo del exilio #3, coda: Tres mujeres que me endiosaron.

From Watergate to Hugo Chavez: An ex-diplomat's memoirs

       

  Recién electo presidente, Hugo Chávez se despide de Gonzalo Palacios Galindo al terminar su fracasada visita a la capital del Imperio, diciembre 1999 en Andrews Air Force Base, Maryland. Chávez le sugirió  a Palacios no regresar a su patria… 

 

 Lectores:  Los valores culturales y cívicos venezolanos que rigieron y definieron las actividades que me habían vinculado a la Patria comenzaron a desaparecer. Yo y millones de compatriotas, sufrimos una violenta decapitación moral y gubernamental a partir del primer golpe de Estado del dictraidor (sic) Hugo Chávez. Comenzaba mi exilio…

Endiosamiento

Como dijera yo al comenzar el tercer recuerdo, “Dentro de un mes, Marzo 7, cumpliré ochenta y siete años.” Tres días antes cumplirá años la muerte de mi padre Ricardo Palacios Rivas en Maracay. Él tenía 58 años de edad (Caracas,1883 – Maracay, 1941). El endiosamiento que caracteriza la vida  de los seres humanos había concluido para él; continúa hoy día para mí. Los exilios agravan y modifican el endiosamiento de quienes los hayamos vivido. Al cambiar mis circunstancias, mis diversos periodos de exilio profundizan el íntimo  proceso de endiosamiento. Como nos aseguraba Ortega y Gasset, aquí y ahora “Yo soy yo y mi circunstancia,” (en Meditaciones sobre el Quijote). Paso a identificar a “tres mujeres que me endiosaron.” Aclaro el título: 

Endiosamiento: transformarse en Dios. Objetivo de religiones auténticas. En el cristianismo Dios es Amor, ergo, en-dios-amiento significa en-amor-amiento: no  miento.

Tres mujeres: tranformarse en Amor requiere incorporarlo a las diversas personas en que evolucionamos a cada aquí-y-ahora. Nuestra existencia es expresión temporal de nuestros aquí-y-ahoras con sus dolores, alegrías, enfermedades, salud y demás estados emocionales. Imposible e innecesario incluir en este recuerdo a todas las amistades, hombres y mujeres, que participaron en mi endiosamiento. Las tres que exteriorizo aquí, las “hago yo interiormente en el aula inmensa de mi memoria” (como hiciera San Agustín, Confesiones, X, 8, 14): mi madre, mi amiga, y mi esposa. 

Josefina Galindo de Palacios

 El endiosamiento de cada humano comienza al instante de su concepción. Fui el decimosegundo vástago de mis padres, el séptimo y último Palacios Galindo que sobreviviese poco después del parto. Que el proceso de endiosamiento habia comenzado, pudo comprobarse por la transformación corporal que experimentó la pareja enAmorada. En mi caso, como en el tuyo, mi querido lector, a partir del instante en que un espermatozoide penetró el ovum en nuestras madres, el Amor, el Omnipotente Creador, nos confirió vida, biológica y espiritual. Sobrevivir implica la perenne conjugación del Verbo del Dios Amor: amar. “Y el Verbo se hizo carne;” San Juan inicia asi la narrativa de la vida y sobrevivencia del Hijo del Amor, Jesuscristo. 

Quienes mantengan la estúpida opinión que buena parte de la humanidad ha sido concebida sin intervención alguna del Amor, ni conocen ni quieren conocer al Amor que los creó. Como lo expresó el poeta, 

  “Le faltó fuerza aquí a la alta fantasía;

Pero ya giraban mi deseo y mi voluntad

Como rueda que la mueve igualmente

El Amor que mueve al sol y a las otras estrellas.”

Dante, El Paraiso, canto XXXIII, 142-145

Mi Amiga Yolanda.

Desde el cafetin de la Facultad de Arquitectura, 195?, al aquí y ahora en el que Yolanda y yo permanecemos, conjugaremos perennemente el verbo del Amor. 

Cuando Amamos sin cesar, 

incondicionalmente, 

sin limites espacio-temporales, 

sin leyes ni normas sociales; 

cuando desechamos las máscaras que nos esconden;

cuando el Amor se presenta en su Gran Teatro como es, 

  sin condiciones humanas, invisible y espiritual.

Es  cuando Él nos enseña a vivir eternamente,

EnAmorados, enDiosados. Gracias, Amiga. Me oyes?

Anne Sullivan [de] Palacios

Cronológicamente Anne es la tercera mujer de mi enAmoramiento. Ya se habrán dado cuenta los lectores que en el teatro del Amor y entre los enAmorados, la cronología ejerce el papel que le concede el autor de cada obra. “Quienes tuvimos la suerte y bendición de dejarnos de pendejadas y permitimos al Amor permanecer en nosotros. A pesar de los años, no somos ni viejos ni pendejos.” Así lo dije anteriormente; ahora que estoy más cerca de los 87, me complace confirmar la verdad de mis palabras. 

La conocí hace seis décadas. Meses después nos casamos en el Norte, que había dejado de ser “una quimera.” Que durase ese matrimonio dudaron mis hermanos y posiblemente mi madre. Uno de ellos, mi padrino, fue el único que vino a la boda.  Intuición masculina me aseguró que Anne sería mi única esposa, y así es, hasta hoy. Pero desde el principio nos dimos cuenta – por separado, es cierto – de que no hay diferencia que venza al “Amor que mueve al sol y a las otras estrellas.

Los Sullivan fueron gente correcta, cumplidos con sus deberes patrios y familiares. Cuando le pedí la mano de su hija, Míster Sullivan me preguntó: “¿Qué te contestó ella?” Me había topado con mi primera diferencia cultural, la independencia de los hijos en Estados Unidos. Lamentablemente, la educación católica recibida en Caracas, en el Imperio Norteño y en Roma, no me dio a conocer al Amor Omnipresente. Gracias a Anne, en el transcurrir de estos 59 años se refinaron mis conocimientos del Amor. Libre del pasado y del futuro, siempre aquí y ahora, me deleita el enAmoramiento colectivo de mi madre, mi amiga, y mi mujer.

 ¿Qué resultará de haber vivido estos recuerdos? Contestaré pronto. Ochenta y siete años dejando atrás el pasado y viviendo el Presente Perpetuo, nos permite verlo nítidamente. Los obstáculos materiales y espacio-temporales que nos impiden verlo aquí y ahora desaparecen Amando en la Eternidad.

 

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