Granés: Poetas que se aburren de la poesía
¿Qué pasa cuando ya no quieren hacer imágenes, ni traslaciones, ni hacer ver que una cosa es en realidad otra?
¿Qué ocurre cuando los poetas se aburren de la poesía? ¿Qué pasa cuando ya no quieren hacer imágenes, ni traslaciones, ni hacer ver que una cosa es en realidad otra? Uno pensaría que se quedan sin oficio, pues el papel del poeta ha sido ese, demostrar que hay una realidad oculta, una serie de concordancias secretas que sólo el genio artístico puede revelar.
Pero no, al poeta que se niega a hacer metáforas se le abren otras posibilidades. Ya no buscará palabras para decir algo con sentido, sino que desafiará al lenguaje. Lo examinará, lo descoyuntará: le hará algo.
Mario Montalbetti lleva cuarenta y cinco años haciéndole cosas al lenguaje. Montalbetti es peruano y lingüista, datos que no son irrelevantes porque la poesía peruana, con César Vallejo a la cabeza, se ha caracterizado por desafiar el lenguaje. Vallejo lo destripó de la misma forma en que un niño desarma su juguete para descubrir el mecanismo secreto que lo anima. Montalbetti hace algo parecido, pero como lingüista. Sus poemas son extensiones de su oficio, experimentos en los que pone a prueba el lenguaje y su gramática, es decir, la naturaleza humana.
«Montalbetti estudió con Chomsky y entiende, como él, que la gramática es biología»
Porque Montalbetti estudió con Chomsky y entiende, como él, que la gramática es biología. Mientras la lengua es historia y cultura, un ente vivo que cambia con el uso, la gramática es la estructura innata que nos permite formar y entender oraciones. «Loro-garrir / (garrir el loro, / zur zurear la paloma) / hombre, muj / er-hablar», escribía en uno de sus poemas. Es contra ese elemento innato que se rebela Montalbetti. Como decía en otro poema, «ciertos protocolos de inteligibilidad los protocolos de inteligibilidad no son nuestros nos gusta someternos».
El poeta cree que dice, pero es dicho por esos protocolos del lenguaje. Por eso Montalbetti prefiere jugar, tensar, descomponer y recomponer el lenguaje. Irse de lengua: «Eso quiero en mi lápida ‘se fue de lengua’ se liberó», decía. Sus poemas no son interpretables, no dicen nada. Hacen otras cosas. Crean un lenguaje para otro mundo, desde donde podemos intuir las convenciones del nuestro.