Greta, la chica que se ha propuesto salvar el mundo
A sus 16 años, Greta Thunberg ha conseguido que decenas de miles de estudiantes de todo el planeta cambien cada viernes el pupitre por las calles y se manifiesten contra la destrucción medioambiental y el cambio climático. Ahora, los líderes del mundo la escuchan.
Un par de horas después de que les haya vuelto a decir a la cara a los hombres más poderosos del mundo que son unos fracasados, Greta Thunberg va pensando en las clases mientras su tren recorre los Alpes suizos. El lunes, cuando vuelva a su instituto, tiene que entregar los deberes de Mates y de Ética.
Greta sufre el síndrome de Asperger; suelen ser personas muy inteligentes, pero tienen problemas con las relaciones sociales
Es buena en Ética, le dice al periodista. Durante un instante, este cree que sus palabras irán acompañadas de una sonrisa. Pero la primera lección sobre Greta Thunberg, la chica que se ha propuesto salvar el mundo, es que no sonríe prácticamente nunca.
El encargado de poner las sonrisas en este grupo es el hombre que viaja con ella, Svante Thunberg, su padre. Es un tipo simpático, ahora embarcado en una conversación con la jefa de Greenpeace en la mesa contigua del vagón restaurante. Greta y él han conocido durante los últimos meses a un montón de gente importante, como Al Gore o, esta misma mañana, Christine Lagarde.
En estos momentos van de regreso a Estocolmo después de haber asistido al Foro Económico Mundial en Davos. Tienen por delante 24 horas de tren: Greta se niega a montar en avión por sus efectos perjudiciales sobre el clima. Si algo tiene esta chica es constancia y fuerza de voluntad. Incluso ha conseguido que todos en su familia se hayan hecho veganos y que solo viajen en ferrocarril.
¿CÓMO ES QUE NO HACEMOS NADA?
Para entender el fenómeno y la influencia de Greta Thunberg, es necesario saber unas cuantas cosas sobre ella. Tiene 16 años, pero debido a su escaso 1,50 de estatura y a sus trenzas a lo Pipi Calzaslargas aparenta más bien 11. Sufre el síndrome de Asperger, una forma específica de autismo. Las personas con Asperger suelen ser muy inteligentes, pero tienen problemas con las relaciones sociales y procesan los estímulos sensoriales de una forma diferente a los demás. Algunos tienen tendencia a entusiasmarse de manera casi obsesiva con temas concretos.
Greta ha contado ya muchas veces la historia de cómo empezó todo. Tenía 10 años cuando oyó hablar por primera vez del cambio climático, en clase. No podía entender por qué la gente hacía cosas que eran tan malas para todos. Leyó libro tras libro sobre el tema y finalmente acabó cayendo en una depresión muy seria. Dejó de hablar, dejó de salir a la calle y cada vez comía menos. Sus padres empezaron a preocuparse, hablaron con ella y decidieron emprender un giro total en sus vidas. Inspirada por la fuerza que le dio haber cambiado a su familia, en agosto de 2018 se hizo un cartel que decía: «Huelga escolar por el clima». Armada con él se fue hasta el Parlamento sueco, donde desde entonces se manifiesta todos los viernes. En un primer momento, sus padres y profesores quisieron disuadirla, pero Greta no dio su brazo a torcer. Hoy, su protesta se ha convertido en un ejemplo para estudiantes de todos los rincones del mundo, que se manifiestan los viernes en lugares tan distantes como Australia, Canadá, Suiza o Alemania.
Las protestas de los niños impactan por el llamado ‘poder de la inocencia’. Puede que sus objetivos sean utópicos, pero la fe con la que los persiguen es genuina
Los jóvenes que siguen a Greta forman parte de una larga serie de niños y jóvenes que han protestado a lo largo de la historia. Los sociólogos definen el principio que subyace en todas estas protestas con la expresión ‘el poder de la inocencia’. Puede que sus objetivos sean utópicos, pero la fe con la que los persiguen es genuina.
Por ejemplo, pudo parecer utópico que una docena de estudiantes le plantara cara el año pasado al lobby de las armas tras el tiroteo de Parkland, pero pocos pusieron en duda que aquellos jóvenes fueran en serio. De igual modo, la opinión pública reacciona con especial rechazo cuando tiene la impresión de que hay alguien manipulando a los niños. El peligro de que el idealismo de los pequeños pueda ser instrumentalizado es en parte un peligro real, incluso aunque el fin en cuestión sea positivo. La prueba la encontramos en el que probablemente sea el icono adolescente más conocido: la joven paquistaní Malala Yousafzai. Su padre, un profesor, la convirtió desde su más temprana infancia en una figura simbólica de la lucha por la escolarización de las niñas. Fue él quien inició los primeros contactos con la prensa. En 2009, una niña de solo 12 años decía en un documental: «Tengo que hacerme política para salvar a este país, es el sueño de mi padre». En realidad, aquella niña quería ser médica. Tres años más tarde, los talibanes le dispararon a la cabeza. Una cirugía craneal en el Reino Unido le salvó la vida.
Mientras aún estaba ingresada en un hospital de Birmingham, Edelman -una de las más exclusivas agencias de relaciones públicas del mundo- se puso a su disposición de forma gratuita. El lugar de su padre lo pasaron a ocupar ahora profesionales de la imagen, gente que trabajaba para clientes tan importantes como Starbucks. Y transformaron a la convaleciente Malala en un icono. Cuando recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014, una Malala de 17 años llevaba ya tiempo convertida en una marca global. Malala está firmemente convencida de los principios que defiende y no es en absoluto una marioneta de nadie. Aun así, la tímida niña del valle del Swat que querría haber sido médica ya no existe.
“CLARO QUE HAY CULPABLES”
Hoy, los vips buscan empaparse de la luz que irradia Greta Thunberg, lo que ya ha dado lugar a varias escenas curiosas. Una de ellas, la semana pasada en Davos. En su segundo día en el foro, Greta asistió a un almuerzo con invitados de la máxima relevancia. Como cierre del acto, la moderadora se acercó a ella. Greta tomó el micrófono: «Hay gente que dice que la crisis climática es algo que hemos creado entre todos. Pero si todo el mundo es culpable, nadie es responsable. Y claro que hay responsables: empresas y personas con capacidad de decisión que sabían perfectamente las cosas tan valiosas que estaban sacrificando a cambio de acumular unas riquezas inimaginables. Creo que muchos de ustedes, de los que están aquí hoy, forman parte de ese grupo», dijo Greta Thunberg con una voz clara y tranquila. El público se quedó unos instantes desconcertado, luego arrancaron los aplausos.
A la entrada de la sala se encontraba una mujer con un collar de perlas. «Vaya con la niña -dijo-. Tiene más pelotas que la OTAN».
UN MOVIMIENTO GLOBAL
«Hay plástico flotando por todas partes. Nuestro estilo de vida es destructivo. Organizamos una campaña y logramos que se prohibieran las bolsas de plástico en las playas de Bali. El momento de actuar es ahora».