LA HABANA, Cuba.- No sé si el enardecido llamamiento a lanzarle una lluvia de gargajos a los reporteros de las agencias Reuters y AFP, que intentaron cubrir la manifestación pacífica convocada el domingo pasado por las 14 personas atrincheradas en la sede del Movimiento San Isidro, fue cumplido al pie de la letra.
Esa fue la orden que circuló entre la horda parapolicial de Cuba con evidentes ansías de aplicar la fuerza bruta a todo el que le resultara sospechoso de manifestar algún tipo de solidaridad con los convocantes, airear críticas contra el régimen o simplemente tomar impresiones fílmicas, en el caso de los periodistas foráneos.
Golpes, empellones y arrestos para los cubanos que se atrevieron a acercarse al Parque Central habanero, el lugar previsto para la protesta, y sendos escupitajos para los reporteros de las respectivas entidades acreditadas en la Isla.
Ese es el talante de quienes se presentan como paladines de la decencia y el altruismo. Sencillamente su crónica falta de escrúpulos ha vuelto a ser expuesta en toda su dimensión.
Solo bastaron unos pocos minutos para que aparecieran en las redes sociales esos intentos de linchamiento contra cubanos indefensos que no llegaron a decir ni hacer nada. Las turbas, literalmente, arrasaron.
Es lamentable la repetición de la misma intransigencia oral y gestual por parte de los correligionarios del partido único, practicada durante el éxodo masivo de 1980, por el puerto del Mariel, contra los que trataban de huir hacia tierras de libertad.
Esta vez no faltaron expresiones como “Que se vaya la escoria” y las exaltaciones a Fidel, el principal impulsor de estos actos denigrantes, acompañados de ademanes que anuncian la capacidad y el deseo de asesinar a los “herejes” del socialismo.
Aunque no se han tenido noticias de palizas despiadadas, no se deben descartar del todo. ¿Cuál habrá sido el final del joven que se atrevió a enarbolar un cartel, en la explanada de dicho parque, con una inscripción a favor de los miembros de la sociedad civil independiente reunidos en la casa del artista visual Luis Manuel Otero, uno de los huelguistas que exigen la liberación del rapero Denis Solís y el cierre de las segregacionistas tiendas en monedas libremente convertibles (MLC)?
Sospecho que la golpiza debe haber sido ejemplarizante. Aún se desconoce su identidad. Suficiente para conjeturar un final de puñetazos y patadas, hasta dejarlo sin sentido.
Recuerdo uno de los incidentes que tuvo lugar en Cuba en 1996, durante los eventos represivos contra la iniciativa llamada Concilio Cubano, que reunía a decenas de agrupaciones contestatarias.
La víctima fue también un joven simpatizante al cual llevaron a una estación policial, donde recibió varias palizas que le dejaron serias afectaciones físicas y psicológicas. Al cabo de los años pudo viajar a los Estados Unidos. Para exaltar los ánimos de los sicarios con uniforme que participaron en la tunda dijeron que estaba allí por violar a una anciana.
Así que no me asombraría el uso de algún infundio como catalizador de una ira descontrolada contra el enigmático manifestante.
En conclusión, la arremetida policial en toda la Isla, pues la convocatoria era para todos los parques centrales de cada provincia, ciudad o pueblo, subraya la continuidad de la intransigencia política de la élite de poder.
La serenidad y el sentido común siguen ausentes de las agendas de la clase política que gobierna en Cuba por más de seis décadas.
La discrepancia hay que pagarla con amenazas, golpes, arrestos, cárcel y un sinfín de consecuencias que califican para considerarlas como terrorismo de Estado.
Parece, si no ocurre un milagro, que habrá al menos uno o dos muertos dentro de pocos días, y no a causa de una andanada de trompadas y puntapiés, ni un tiro en el pecho.
Luis Manuel y el rapero Maykel Castillo mantienen su huelga de hambre y sed hasta que liberen a Denis y cierren las tiendas en MLC. No hay indicios de que el régimen vaya a acceder. El silencio de los demandados muestra que les importa poco el destino de ambos. Lamentable, pero cierto.
Por otro lado, las brigadas de respuesta rápida deben estar en máxima alerta para volver a descargar su furia a diestra y siniestra, incluidos los escupitajos reservados para los periodistas de las agencias extranjeras que se atrevan a asomarse en los escenarios de protesta que logren articularse a raíz de los potenciales decesos.
¡Qué país!