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Groucho Marx, la cara oculta del genio del humor

Fue un genio del humor, pero la ‘adicción’ a su propio ingenio le generó grandes enemistades: era impertinente con todo el mundo. Cuando se cumplen 130 años de su nacimiento, repasamos la vida del hombre que hizo del insulto un arte. Por Fátima Uribarri/Fotos: Getty Image y Cordon

 

• Las hilarantes películas de los hermanos Marx

 

Se corrió la voz entre el público de que una mula se había escapado y coceaba desbocada por las calles de Nacogdoches, un pueblecito de Texas. Todos se levantaron y salieron del local -un teatrillo pequeño y cutre- a ver qué pasaba con la mula. «Éramos tan pésimos que fueron a ver algo más animado», explica Groucho Marx en sus memorias Groucho y yo. Pero ese desplante les sentó fatal a los hermanos Marx. «Estábamos acostumbrados a los abucheos e insultos, pero eso nos puso furiosos», cuenta Groucho. Así que, cuando el público regresó a la sala, Groucho improvisó; jugó con el nombre del pueblo, Nacogdoches, y con la palabra cockcroach (‘cucaracha’) y llamó ‘cucarachas’ a aquella gente, y «en el colmo del insulto -cuenta Groucho- los llamé ‘malditos yanquis’».

La reacción del público fue sorprendente: estallaron en carcajadas. A partir de esa actuación de 1914, los hermanos Marx cantaron menos y trabajaron más las bromas, las frases ingeniosas, los juegos de palabras y las improvisaciones en sus actuaciones en teatrillos del Sur y Medio Oeste de Estados Unidos.

 

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Groucho era el tercero de cinco hermanos. Subió a un escenario a los 15 años y le gustó: «Tuve la sensación de que, por primera vez en la vida, no era un cero a la izquierda», dice en sus memorias.

 

A partir de entonces, la lengua afilada de Groucho no dejó de lanzar pullas ocurrentes, dardos precisos -y a menudo hirientes-, observaciones geniales e incisivas, comentarios corrosivos, chistes, bromas… Buscaba la risa de los demás y se hizo tan adicto a las carcajadas que a menudo despertaban sus comentarios agudos y no siempre amables que las impertinencias se convirtieron en parte importante de su manera de ser. Y le trajeron problemas en su vida: su familia y sus amigos se cansaban de sus bromas pesadas y de sus ‘zascas’ mordaces.

Groucho habla de ello en sus memorias. Le dedica un capítulo entero titulado Meteduras de pata. Reconoce que lo que él denomina «un impulso nervioso, un reflejo automático o únicamente una perversidad básica» le ha traído muchos problemas. «Tal vez un psicólogo lo describiría como enfermedad de la Metedura de Pata», dice. Y él mismo cuenta unos cuantos ejemplos.

También Greta Garbo se enfadó con él

Greta Garbo le dijo en un ascensor que la había confundido con «un sujeto a quien conocí en Kansas City». Ella, que vestía pantalones y chaqueta de estilo masculino, se molestó. «Esta es la explicación de por qué Greta Garbo no apareció en ninguna de las películas de los hermanos Marx», explica Groucho.

De sus insolencias procede su apodo: grouch es ‘gruñón’ en inglés. Se llamaba Julius Henry Marx, nació en Nueva York en 1890 -se cumplen ahora 130 años- y se crió en una bulliciosa casa de locos. Sus padres eran inmigrantes judíos, Samuel Marx (procedente de Alsacia-Lorena) era un sastre poco hábil con la aguja y el dedal, pero un gran cocinero; él era el amo de casa, mientras que su mujer, Minnie, se ocupaba de que sus hijos se convirtieran en artistas de éxito.

Aquel piso era como el camarote de los hermanos Marx. Con ellos vivían los padres de Minnie, que solo hablaban alemán (él, ventrílocuo y ella, cantante e intérprete de arpa), y los cinco hijos. Leonard era el mayor, luego lo apodaron Chico por su pasión por las chicas. Lo seguía Adolf, que se cambió el nombre a Arthur por la guerra con Alemania y que luego se convirtió en Harpo porque tocaba el arpa. Era un genio para la música; y no era mudo. El tercer hijo es Julius Henry, que pasó a ser Groucho. El cuarto, Milton, apodado Gummo porque usaba zapatos de goma y que pronto prefirió ser agente teatral a ser artista. El pequeño era Herbert y lo llamaban Zeppo, derivado de Zippo, un mono que hacía números cómicos.

 

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En el piso de Nueva York donde se crio Groucho vivían sus padres, los cinco hijos, los abuelos y una prima. Era una familia muy artística y musical: el abuelo era ventrílocuo, la abuela y Harpo tocaban el arpa, Chico era muy bueno al piano y Groucho comenzó cantando. Aquí, Groucho, Zeppo, Harpo y Chico en Broadway en 1928.

 

Con 15 años, Groucho contestó a un anuncio del periódico para un espectáculo, hizo una prueba… y comenzó su carrera artística. Él cantaba, otro chico bailaba y el jefe (un bribón que los dejó tirados en la primera parada de la gira) actuaba.

Enseguida, Minnie entró en acción y fue consiguiendo actuaciones y añadiendo familiares a la troupe: Chico, por ejemplo, que era un loco de los billares, las apuestas y los dados, tocaba muy bien el piano. El grupo creció y llegó a llamarse Las Seis Mascotas. Como Minnie era una mujer despierta (durante la Primera Guerra Mundial compró un terrenito para criar aves, declaró que eran granjeros y evitó así el servicio militar de sus hijos) se dio cuenta de que ella y Hannah sobraban. Quedaron cuatro y se llamaron Los Cuatro Ruiseñores, y continuaron sus giras y andanzas con números en los que siempre había música. Hasta la célebre noche de Nacogdoches y, entonces, las bromas fueron ganando protagonismo.

Gummo se desenganchó del grupo, se sumó Zeppo y cada vez les iba mejor en el vodevil. Los hermanos tomaron sus apodos y atavíos. Groucho hacía improvisaciones sobre temas de actualidad; salía al escenario vestido con una levita, encorvado, con unos andares extraños, a grandes zancadas medio agachado, con gafas y un bigote y cejas postizas. En una ocasión llegó tarde y por las prisas, en vez de colocarse los postizos, se los pintó con betún y eso volvió a hacer durante 30 años. El puro lo utilizó porque así podía fumar mientras actuaba y, además, según contó él, dar una calada era perfecto para hacer una pausa cuando no recordaba su parte del guion.

 

Tener dinero le importaba mucho… Y lo perdió. En el crack bursátil se arruinó. Y dejó de dormir. “Soy una lechuza profesional desde 1929”, decía

Los hermanos Marx llegaron a Broadway. Triunfaron con la revista I’ll say she is, en 1924. Y se pasaron al cine. En pocos años llegó el éxito. Sopa de ganso, de 1933, no fue de las más taquilleras, pero es una de las cien películas más importantes de la historia según el Instituto Americano de Cine.

A Groucho le encantó ganar tanto dinero. El dinero le importaba mucho. «El dinero es magnífico, tranquilizador y reconfortante», decía. Le daba miedo dejar de tenerlo. «En lo más profundo de mi ser siempre he sido un gallina», confesó.

Y lo perdió. El crack bursátil de 1929 se llevó 240.000 dólares suyos, sus ahorros. El insomnio de aquellos días se quedó con él de por vida. «Soy una lechuza profesional desde 1929», dijo él. Aquello fue una maldición para sus amigos porque a veces, en las noches en las que no podía dormir, los llamaba por teléfono para combatir el aburrimiento, les soltaba una perorata disparatada y solía añadir «soy Groucho. ¿Cómo estás? Como si realmente me importara». Y luego colgaba. Se comprende que se molestaran.

Tanto ‘zasca’ agotó la paciencia de la gente. No dejó de dar pullazos ni en su boda con su primera mujer, Ruth Johnson. La ceremonia fue una escena de película de los hermanos Marx, con Chico y Harpo de acá para allá cargando macetas y Groucho ‘regañando’ al oficiante. El matrimonio con Ruth duró 21 años. Tuvieron dos hijos: Arthur y Miriam. Groucho se volvió a casar dos veces más y tuvo otra hija, Melinda.

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«El matrimonio es la primera causa de divorcio» es una de sus máximas memorables. Groucho se casó tres veces. Tuvo dos hijos con Ruth Johnson -su primera mujer (izda.)- y una hija, Melinda, con la segunda. Su último amor fue su secretaria, Erin Fleming, 51 años más joven que él (derecha) y a quien sus hijos acusaron de intentar quedarse con su dinero. Acabaron en los tribunales.

 

Fue muy mujeriego, en la realidad y en la pantalla. En varias de sus cintas perseguía a una señora millonaria, personaje interpretado por Margaret Dumont, a quien soltaba en la vida real las mismas frescas poco caballerosas que en las películas. Le decía cosas menos amables que su famoso « quiere casarse conmigo? Es usted rica? Conteste primero a la segunda pregunta».

La última mujer en su vida fue Erin Fleming, que fue su joven secretaria y su pareja. A sus hijos les pareció que se aprovechaba de él y la cosa acabó en los tribunales: su hijo Arthur lo inhabilitó y logró que un juez apartara a la chica -51 años más joven que Groucho- de las finanzas del cómico.

 

Groucho era mordaz e imprevisible, aunque, según su hijo, en realidad “era un sentimental, pero preferiría morirse antes de que nadie lo supiera”

 

Arthur Marx contó muchas cosas de su padre en el libro Mi vida con Groucho; por ejemplo, que cuando iba a un restaurante caro de Hollywood aparcaba lejos para ahorrar unos dólares en parquímetro. Pero también el hijo de Groucho dijo que su padre era mucho más tierno de lo que aparentaba: «Era un sentimental, pero preferiría morirse antes de que nadie lo supiera», explicó.

Lo que era desde luego es surrealista e imprevisible. La siguiente anécdota lo ilustra bien. Los hermanos Marx se habían pasado a la Warner Bros. Llevaban más de dos horas esperando al productor Irving Thalberg en su despacho. Cuando por fin este jefazo entró, se encontró a Groucho, Chico y Harpo desnudos asando marshmallows en la chimenea.

La verdad sobre su supuesto epitafio

A pesar de este extraño encuentro, la alianza entre los Marx y Thalberg dio buenos frutos. Los hermanos Marx filmaron Una noche en la ópera (1935), Un día en las carreras (1937), Una tarde en el circo (1939)… Pero se cansaron. Hicieron algunas películas más sobre todo porque Chico nadaba en deudas de juego. En 1949 rodaron Amor en conserva, en la que participó Marilyn Monroe. Luego se dispersaron. Groucho se centró en el programa Apueste su vida: primero, en la radio y, luego, en la televisión. Lo dejó en 1960 y se dedicó a escribir libros y recibir homenajes. En 1974 recibió un Oscar honorífico. Y en 1977 el hombre del sempiterno puro murió de neumonía.

 

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En 1949, los hermanos Marx filmaron su última película en la que aparecían juntos, Amor en conserva, en la que actuaba Marilyn Monroe. Ella aparecía supersexy y le pedía ayuda a Groucho -que hacía el papel de detective- porque la perseguían unos hombres. Groucho subía las cejas y decía: «No puedo comprender por qué»

 

No es verdad que su epitafio sea «perdonen que no me levante». Sobre el texto que debía acompañar a su tumba dijo: «Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante». En su lápida, en Los Ángeles, solo figura su nombre.

Fue un grande del humor y del cine. Pero no fue un tipo fácil. Se convirtió en un esclavo de su chispa. Su buen amigo el compositor Harry Ruby lo exculpaba: «No quiere ser insultante; para él es una noción involuntaria, como una neurosis compulsiva», dijo. El propio Groucho admitió que «mi problema es que no puedo soportar que nadie más tenga la última palabra».

 

Foto apertura: Groucho caracterizado como su inolvidable personaje. Cuando murió, el 19 de agosto de 1977, The New York Times escribió en su obituario: «Convirtió el insulto en una forma de arte».

 

 

 

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