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Grupo Maritain: Diálogo y negociación

075_1147-jpg_1718483346Mesa de Diálogo

 

Grupo Maritain *

 

“El poder sin autoridad es tiranía”

Jacques Maritain

 

No hay político que se respete que no se considere un estratega nato y un gran negociador. Con eso tenemos que lidiar los ciudadanos de a pie, con supuestos émulos de Napoleón Bonaparte y de Henry Kissinger.

Hablando de lo segundo, las negociaciones, algunas veces la historia se ha hecho gracias a diálogos exitosos. Un diálogo político es una forma específica de negociación. Se han evitado guerras, y eventos destinados a un determinado final han cambiado de rumbo, debido a astutas negociaciones.

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Henry Kissinger, en la firma de los Acuerdos de Paz de París

Henry Kissinger, Secretario de Estado bajo las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford, fue uno de los actores responsables de la mejora de las relaciones de EEUU con la Unión Soviética, de abrir relaciones con China comunista, y de los Acuerdos de Paz de París, con los que se dio punto final a la guerra de Vietnam.

 Mediante el diálogo, en lugar de la imposición por la fuerza de sus opiniones, los hombres logran discutirlas, confrontarlas. Es el paso del mito a la ciencia, del bárbaro al filósofo, del pre-hombre al ser humano, nos recuerda Jean Lacroix (“El Sentido del Diálogo”). Gracias al diálogo se logran adhesiones libres, o sea el cambio de las adhesiones zoológicas por las adhesiones éticas, que en su culminación producen el tránsito de lo individual a lo universal, así como el reconocimiento pleno de la libertad, que es mía porque acepto y entiendo la libertad del otro.

Lamentablemente, el arte y la ciencia de negociar no es materia que abunde; en este tema, son más los ruidos que las nueces, como diría William Shakespeare.

Algunos comentaristas, al respecto de las conversaciones actuales entre el régimen presidido por Nicolás Maduro y la oposición democrática en la llamada Mesa de Diálogo facilitada por el Vaticano, han puesto como ejemplo el diálogo entre el gobierno colombiano y los terroristas de las FARC. Sin embargo, hay una diferencia esencial por la cual quizá convenga comenzar el fondo de estas líneas.

Si bien el gobierno colombiano y los terroristas han sido enemigos irreconciliables por décadas, al momento en que se inicia el diálogo ambos compartían un objetivo común: alcanzar la paz. No importa que las razones fueran distintas –en situaciones similares casi siempre lo son-, el hecho es que los dos grupos querían llegar a un acuerdo, y de lo que trataba el diálogo era de cuál lado iba a alcanzar más y mejores ventajas sobre el otro en el resultado final.

En el caso de los diálogos régimen chavista – MUD, en cambio, un hecho previo y esencial es que ambas partes tienen objetivos estratégicos distintos: Maduro y su grupo quieren mantenerse en el poder como sea («la oposición no entrará nunca más al palacio de Miraflores, ni con votos ni con balas», bramó Maduro), mientras que la oposición ha prometido a las mayorías ciudadanas que se cambiará de régimen –no solo de gobierno- por vías constitucionales.

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En realidad, lo que hay entre la oposición y el régimen es, según la Teoría de Juegos, un juego suma-cero. Cualquier ganancia de uno es pérdida automática del otro. Entonces, el conflicto es total.

¿Es posible convertir un juego suma-cero en uno suma-variable? En un juego suma-variable la interacción entre los rivales produce resultados positivos para ambos, si bien diversos en cuanto a las ganancias y pérdidas que cada uno obtiene.

Otra afirmación que se ha hecho es que se debe ir a una negociación sin establecer condiciones. Ello no es cierto. Sí hay condiciones en toda negociación; de hecho, no se puede negociar cuando a) las peticiones contrarias no son éticas (poniendo en riesgo la reputación de quien acepta tales peticiones); b) cuando su contrario actúa de mala fe; c) cuando no hay nada que negociar, o cuando no se va a obtener algo realmente sustantivo, dada la postura intransigente de la otra parte.

Es importante, ya iniciados los diálogos, que haya un solo portavoz por cada lado, y que los demás actores respeten tal arreglo. Es imperativo, en el caso actual venezolano, si se quiere avanzar de alguna manera, que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello guarden silencio. Son absolutamente inaceptables sus intervenciones periódicas, destinadas a dinamitar cualquier logro, promesa o propuesta de las partes. Llama la atención el silencio que guardan los representantes opositores en la mesa de diálogo ante esos hechos, como lo llama también que no haya habido al menos algún reclamo público, y que hayan aceptado como miembro del equipo negociador de la dictadura a quien dirigiera el ataque contra la Asamblea Nacional, el alcalde del municipio Libertador. El silencio de los chavistas, en cambio, es perfectamente comprensible.

Es asimismo necesario destacar una vez más dos hechos vitales para que la oposición avance en sus objetivos en la negociación presente: a) el mantenimiento de la unidad de sus integrantes, y b) la colaboración  –estratégicamente implementada y concertada- de factores externos a la MUD, como organizaciones de la sociedad civil tales como el movimiento estudiantil, academias, sindicatos, agrupaciones del capital, gremios profesionales y ONGs; al igual que el apoyo de las instituciones regionales y transnacionales, gobiernos democráticos, y la opinión pública internacional. Hasta ahora esos apoyos han resultado fundamentales y han legitimado decisivamente la causa de los demócratas. No se trata solamente de las periódicas declaraciones de agentes democráticos apoyando las luchas opositoras; se trata básicamente de acciones concertadas que apoyen las actividades propias de la MUD.

A la hora de entender el dilema que confronta la oposición es útil señalar lo siguiente:

En primer lugar, es necesario conocer cuál es el llamado punto de resistencia del chavismo, y tratar de influirlo: es decir, cuál es su punto límite, a partir del cual no se negocia más. Partiendo de allí, se debe buscar el rango de concertación, o sea la zona donde se pueden alcanzar acuerdos; es la distancia que hay entre los puntos de resistencia de cada parte, el espacio donde hay temas que pueden discutirse. Es importante conocer el punto de resistencia del contrario porque a partir de él se puede calibrar correctamente cuánta firmeza se debe aplicar en la negociación.

En un aspecto de su conducta los voceros oficiales desde hace tiempo han sido directos; sus objetivos son tres: mantenerse en el poder, dividir a la oposición, y relegitimarse, al menos frente a ciertos actores internacionales. La percepción existente, al momento de escribir estas líneas, es que el régimen ha fortalecido sus objetivos.

 Es nuestro mayor deseo de que se superen las carencias exhibidas por la representación opositora y se logren resultados considerados como positivos por toda la ciudadanía. Ojalá así sea. Para ello creemos necesario destacar otros aspectos que mencionamos a continuación.

Un dato extremadamente significativo es que los voceros gubernamentales no solo están defendiendo intereses del régimen; están también tratando de salvarse ellos de un posible naufragio. Y este hecho es vital para la estrategia opositora.

Al día de hoy, no hay manera de que la oposición alcance en la mesa de diálogo su objetivo primordial sin ofrecer algo a cambio. Se ha señalado –de forma más oficiosa que oficial, lo cual por ahora no es extraño- que hay gobiernos que estarían dispuestos a recibir en asilo a los principales jerarcas del régimen. No se sabe a ciencia cierta cuál es la postura definitiva de la MUD al respecto, aunque todo indica que habría diferencia de opiniones entre los que desean obtener un 100% de resultados positivos –lo cual hoy luce irreal- y los que estarían dispuestos a hacer concesiones. Estos últimos –Primero Justicia, AD y Un Nuevo Tiempo- tienen el problema de que han sido los protagonistas del diálogo, y por lo tanto responsables directos de las fallas, errores y carencias que el sector democrático experimenta, a los ojos de todos, luego de varias reuniones.

Pero allí están, muy visibles, unos posibles incentivos que no deben desestimarse. La oposición debe primeramente concertar su posición y luego hacer una oferta que sea atractiva al liderazgo chavista, de convencerlos –según lo que señalábamos más arriba- de que cambien su punto de resistencia. De que entiendan que mientras más comprometen el futuro de los venezolanos, más comprometen el suyo. 

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Asimismo, en toda negociación uno de los primeros deberes es comprender con quién me voy a sentar a negociar. Los demócratas debemos asumir que nos enfrentamos a un régimen en ruinas liderado por falseadores de la realidad, basados en el culto a  la mentira, y que hoy están más que nunca atrapados en ella. Un régimen de tal naturaleza debe falsificarlo todo (George Konrad). Así concibe el ejercicio del poder, adulterando el presente, el pasado, el futuro. Las estadísticas. La justicia. Pretende respetar los derechos humanos. Pretende no temer a nada. Un régimen que busca anestesiar moralmente a la población.

Debe destacarse que, además de los llamados mediadores, ex-presidentes amigos hasta ahora del régimen, Maduro y sus huestes cuentan sin duda con el apoyo experto de la dictadura cubana, principal interesada en que nada cambie en lo fundamental. De ella, el chavismo ha aprendido una táctica que ha puesto en práctica desde hace años, con éxito: ¿hasta dónde puedo avanzar sin que me ocurra nada? La oposición no tiene credibilidad a la hora de hacer una advertencia, o proferir una amenaza, dados sus vaivenes, sus idas y venidas estratégicas. Ya es hora de que se unan palabras y hechos, que la palabra sea una sola, que no dependa del vocero que la da, y de que se mantengan las promesas hechas a la ciudadanía.

Un dato también esencial, que ha sido mencionado por diversos analistas y comentaristas: el diálogo requiere del protagonismo de especialistas, con conocimiento y experiencia en dichas lides, no de actores políticos con ganas de figurar, o de “echarle pichón” a la cosa, meros voluntaristas que ni miden consecuencias ni asumen responsabilidades, y que al final pueden hacer más daño que bien.

¿Cómo puede afirmarse que el equipo negociador opositor estaba suficientemente preparado cuando la víspera de la primera reunión de la mesa de diálogo el presidente de la Asamblea Nacional afirmó que «se había enterado de ella por la TV”? ¿Cómo no preocuparse ante el lamentable comunicado después de la más reciente reunión, pleno de oraciones y de alcances favorables al régimen y que utilizaba incluso el lenguaje de este? ¿Cómo no inquietarse ante la propia aceptación por parte de nuestros representantes de graves fallas de comunicación?

Un negociador experto debe combinar armónicamente características tales como ser ético, prudente, experimentado, sistemático y práctico. Siempre tiene presente cuál es el objetivo estratégico central, que se obtiene mediante el uso más eficiente posible de los medios disponibles, balanceando objetivos y capacidades. Todo ello se condensa en estas palabras: ser estratégico. No hay estrategia, por ejemplo, si no se tratan de anticipar las decisiones futuras del rival, según los distintos escenarios factibles.

Asimismo, ser estratégico es tener presente siempre el objetivo fundamental: darle solución a la mayor crisis en la historia nacional mediante un cambio de gobierno y de régimen.

 Ser estratégico implica además fortalecer la empatía hacia los ciudadanos; la MUD debe oír el clamor de la gente. La MUD no puede poner en riesgo su propia legitimidad al angostar cada día la esperanza del pueblo de que se puede lograr el cambio tan anhelado. Proponemos a la Unidad convocar de inmediato a la amplia y diversa sociedad civil, con el propósito de oír sus planteamientos, analizar sus propuestas y poner en marcha todos los correctivos en su línea estratégica que deriven de las opiniones allí emitidas que sean reputadas como ponderadas y convenientes.

Ser estratégico es también estar alerta y tener siempre presente que todos los que le han planteado algún tipo de diálogo al chavismo se  han conseguido siempre con una auténtica muralla china de burla y manipulación.

En estos días es bueno recordar lo que se firmara y afirmara en los acuerdos entre el régimen y la Coordinadora Democrática en mayo de 2003. Allí estaban señalados casi todos los puntos que al parecer hoy están de nuevo en discusión pero lo obvio es que el gobierno no cumplió ninguno. Por cierto, Nicolás Maduro fue uno de sus firmantes. Pero, al final, el único actor con una buena fe burlada fue la oposición.

¿Qué acordaron hace 13 años? El respeto absoluto a la constitución; la creencia en una democracia pluralista y participativa; la consolidación del pluralismo contenido en la carta magna, y el respeto a los principios de la OEA, de la Carta Democrática Interamericana y de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, en especial el derecho de los pueblos a vivir en democracia, y la obligación de pueblos y gobiernos de promoverla y defenderla; la celebración de elecciones libres, justas y transparentes; la separación e independencia de los poderes públicos; el monopolio de la fuerza por parte del Estado para combatir la delincuencia,  y el que ninguno de los cuerpos del Estado sería usado “como instrumento de represión arbitraria o desproporcionada, así como para ejecutar acciones que impliquen intolerancia política”; una vigorosa campaña de desarme efectivo de la población civil;   la conformación de una Comisión de la Verdad en el parlamento, a fin de que la misma coadyuvara en el esclarecimiento de los sucesos de Abril de 2002; la solución de la crisis del país por vía electoral, es decir, mediante la celebración de referendos revocatorios del mandato de los cargos y magistraturas de elección popular; la necesidad de contar con un árbitro electoral “confiable, transparente e imparcial”, designado según la forma prevista en la constitución. Finalmente, un compromiso tajante con la libertad de expresión.”

Sobra cualquier comentario acerca de cuál fue la real voluntad del régimen chavista a la hora de respetar lo entonces firmado.

Por último, la negociación ¿es un arte o una ciencia? Es un arte porque sin duda alguna exige creatividad, y la capacidad de adaptarse a las cambiantes condiciones del debate negociador. Es una ciencia porque requiere pensamiento crítico –y autocrítico- muy serio, y un análisis muy cauto y racional de la situación.

 Un hecho final imposible de obviar es que esta peculiar mesa de diálogo se caracteriza porque los ex-presidentes, supuestos mediadores, son afectos al régimen. Todos los actores internacionales deberían tener claro hoy que los actores políticos venezolanos no son éticamente iguales, sino de que se trata del intento de diálogo entre una dictadura y una oposición democrática.

Un posible objetivo alternativo de la MUD es que si el diálogo fracasa -como pronostican las experiencias después de 24 años conociendo a estos ególatras que dirigen al chavismo- que se logre al menos que el Vaticano y la comunidad internacional atestigüen ante el mundo quiénes son los villanos verdaderos, dispuestos a hundir al país con tal de mantenerse en el poder.

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Para ello, bastaría con que se tomaran en cuenta los diversos comunicados, declaraciones y notas publicados desde hace mucho tiempo, diáfanos en su diagnóstico y certeros en sus propuestas, de la Conferencia Episcopal Venezolana, así como de diversos voceros, como el cardenal Baltazar Porras, o los obispos Diego Padrón, Roberto Lückert y Ovidio Pérez Morales. Como muestra tomemos tan solo uno de sus diagnósticos. Dice así la recientemente celebrada 106º Conferencia Episcopal Venezolana: “La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizador que el Gobierno se empeña en mantener”.

 

Nota: El Grupo Maritain agradece el valioso aporte a este documento del Dr. Alberto Lovera Viana.
*El Grupo Maritain está formado por un grupo de ciudadanos venezolanos, comprometidos con el pensamiento demócrata-cristiano y con las causas de la libertad y la democracia plenas. Sus miembros son: Marcos Villasmil, Abdón Vivas Terán, Haroldo Romero, Sadio Garavini di Turno, Oswaldo Álvarez Paz y Julio César Moreno León.

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