Guillermo Aveledo Coll: “Hay que enmarcar las elecciones regionales en la lógica de la protesta”
“No sé con qué otra época de nuestra historia pueda ser comparado este momento que vivimos. Quizás con el gomecismo”, responde el politólogo Guillermo Aveledo Coll cuando se le pregunta si el país ha vivido otro momento como el que atraviesa actualmente.
Con una asamblea nacional constituyente plenipotenciaria, la inflación rampante, casi 4 meses de protestas –con miles de detenidos y más de 120 muertos por la represión de los cuerpos de seguridad del Estado–, y luego de que Smartmatic reconociera una manipulación de los resultados de los comicios del 30 de julio, la Mesa de la Unidad Democrática anunció que participará en las elecciones regionales que, en teoría, se celebrarán el 10 de diciembre.
Una decisión controversial, sin duda. Muchos acusan a los líderes opositores de haber negociado con el gobierno. Pero Aveledo Coll considera que, en esta oportunidad, acudir a elecciones sería positivo si se considera al voto como una herramienta de protesta.
—Evaluando el contexto actual, ¿se debe ir a elecciones regionales?
—No creo que tenga que plantearse como un deber moral. La pregunta no es si debemos ir a elecciones, sino si va a haber. Y si estaremos en un ambiente en el que esto tenga efecto político, que es la posibilidad de proyectar que existe una masiva oposición al gobierno. Aunque eso no está en entredicho, está en movimiento. Así como el gobierno no tiene ninguna lógica al considerar que las presidenciales de 2012 son suficientes para mantenerse en el poder, la Mesa de la Unidad Democrática tampoco puede tomar las parlamentarias de 2015 como un hecho congelado en el tiempo.
—¿Por qué es importante, entonces, participar en las elecciones?
—Ir a regionales es importante si logras concitar el voto como un arma de protesta adicional. Si no, no tiene sentido. Y hay que recordar que la MUD se planteó en sus orígenes con un propósito electoral para crecer y para demostrar que se existe y se protesta.
—Se puede decir que para eso ya ocurrió la consulta del 16 de julio.
—Como hecho de protesta lo es, pero no tiene carácter vinculante y no puede tenerlo a menos que tengas el poder para sostenerlo. Y aquí estamos olvidando que hay un hecho de poder cierto, que no se trata de justicia ni de legitimidad. No se trata ni siquiera de soberanía, sino de poder. ¿Quién decide? ¿Quién hace que cambie la acción del otro? Eso es el poder y quien lo tiene es el Estado del PSUV. Y la constituyente refleja el poder del Estado. ¿Que es ilegítima, ilegal? Sin duda, pero es el Estado el que puede hacerlo. Estamos en una circunstancia de facto extraordinaria.
—Al revisar la historia, ¿en qué momento el país había vivido una situación similar?
—Hay quienes sugieren que estamos pasando por algo parecido a lo que sucedió en 1957, cuando el gobierno hizo un fraude colosal y se desamarraron las coaliciones internas, lo que obligó a que el 23 de enero de 1958 saliera el presidente en la Vaca Sagrada. Pero la gracia de los milagros es que no se repiten. Creo que estamos en una situación más parecida al año 1952, en el que se presentó un escenario electoral en una circunstancia de facto y hubo que decidir si se corría o se encaramaba. En ese momento, las fuerzas democráticas estaban escindidas en qué hacer porque tenían niveles variables de ilegalidad. El PCV optó de inmediato por la insurgencia, de la que salieron hombres como Ruiz Pineda y Pinto Salinas, entre otros. Pero ellos no sobrevivieron a la dictadura. La otra opción fue participar en las elecciones para demostrar que se existía, como hicieron AD, URD y Copei, y forzar a la dictadura a hacer un fraude, como sucedió. En este caso estamos en otras circunstancias. ¿Cómo haces para tener una posibilidad de política autónoma frente a la realidad del Estado? Es cierto que están entrando en la lógica de la dictadura y el patrocinio del autoritarismo, porque dependes del régimen para el situado constitucional y tienes un margen de autonomía muy precario.
—Y la persecución a los alcaldes ha aumentado en las últimas dos semanas.
—Viene desde 2014 y se ha acelerado desde las elecciones constituyentes. Es complejo porque eres una autoridad encargada de mantener el orden constitucional en tu zona y además estás en la resistencia política. ¿Cómo haces con eso? Es un gran drama. No es fácil decidir. Moralmente parece haber una sola salida, que es no ir a elecciones; pero, entonces, ¿qué haces? Hay que pensar, por ejemplo, cuánto más fácil sería la represión en los sitios gobernados por el PSUV. Hay que planteárselo de manera realista. Hay que enmarcar las elecciones regionales en la lógica de la protesta.
—¿Qué criticaría de los voceros de la MUD?
—Haberlo planteado en público. Hay debates y autocríticas que se deben hacer dentro de la coalición. Y no porque sean privadas sino porque estamos en un régimen autoritario. Entonces todo disenso externo le sirve de propaganda al Estado. Quizás fue un modo de presionar, pero es innecesariamente indiscreto en una circunstancia en la que no tenemos libertad.
Instinto reciente
Guillermo Aveledo Coll considera que el instinto democrático del venezolano es reciente, “tan reciente como Internet”. Y, aunque ahora es vital para buena parte de la sociedad, el problema es que no hay consenso sobre qué es la democracia.
“Para unos es prosperidad, igualdad; para otros un régimen de libertades y hay quienes piensan que es una manera de controlar el poder. Pese a que tenemos práctica democrática, no hay un consenso sobre qué es. Y por eso es complicado que el liderazgo identifique una ruta, pues recibe señales mezcladas y él mismo sufre de esas visiones variables sobre la democracia. No hay un solo liderazgo que sea capaz de decir”.