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Guillermo Sheridan: La muerte le avisa a uno

Persiguiendo a una evasiva diosa oriental leí un curioso libro del orientalista Stephan Beyer (Magic and ritual in Tibet. The cult of Tara). Me enteré ahí de que en aquella región magnética, además de sanar enfermedades, la medicina tradicional educa a la gente en la correcta lectura de las señales de su muerte próxima. Predecir la muerte, es bien sabido, es un arte que recurre a complejas metodologías: desde la ornitomancia que interpreta el vuelo de aves de mal agüero, hasta la aruspicina que lee mensajes que La Muerte –ocurrente que es– redacta en el hígado de una oveja o en el corazón de un pollo.

El giro tibetano consiste en saber leer el propio cuerpo. Su vademécum, titulado Bar-do thos-grol chen-mo, explica que se puede ingresar a los “estados intermedios” (o sea: morirse) ya por vejez y agotamiento del karma, ya por golpe cruel y a destiempo. Mezcla de básica psicología, observación pragmática y lo que en Occidente llamamos “pensamiento mágico”, ese manual arcaico registra las señales que deben atenderse para tomar providencias. Anoto algunas, para emolumento de las buenas gentes y sudor de hipocondriacos:

Si las uñas pierden lustre y brillo, en nueve meses vendrá la muerte.

Si a uno se le nubla un ojo, es cosa de cinco.

Tres meses, si el cabello de la nuca crece hacia arriba.

Si las encías ennegrecen, vendrá la muerte en nueve días.

Si alguno defeca, orina y estornuda al mismo tiempo, se muere al día siguiente.

Si se le obstruye a uno cualquier orificio corporal, morirá tres días después, al mediodía.

Defecar durante el orgasmo: se muere el siguiente domingo.

Si al miccionar la orina se bifurca, uno se muere en siete meses.

Si en un amanecer de invierno uno defeca en el campo y las heces no despiden vapor, uno se muere en nueve días.

Soñar que uno trae abrigo de piel de cabra negra y se cae: muerte inminente.

Lo mismo soñar que una mujer negra y furiosa le abre a uno la barriga con un cuchillo.

Si uno sueña que se le acerca un hombre con un mazo de fierro y le dice a uno que se vaya, estará muerto antes de un año.
Soñar que uno es viejo y está en un cementerio aterrador, con una pesada carga en la espalda, significa que va a morir pasado mañana.

Si uno lanza su semen sin gusto ni sentimiento, va a morirse pronto.

Lo mismo si en el semen de uno hay partículas brillantes, como de mercurio, con forma de ajonjolí.

Si el semen de uno está rojo, morirá en seis meses.

Si el menstruo de una no cesa, y además sueña que recoge flores rojas por el campo, se va a morir luego.

Si el menstruo de una es blanco, le quedan aproximadamente dos meses de vida.

Si uno fornica de manera ininterrumpida y se halla obsesionado de lubricidad y no hace otra cosa que pensar en mujeres, se morirá en tres meses.

Léanse los fosfenos que aparecen en los ojos cuando uno los talla: si no hay luces en el ojo izquierdo, abajo, la muerte vendrá en seis meses; si no los hay arriba, en tres; si no hay junto a la nariz, en dos. Lo mismo en el ojo derecho, solo que en ese caso la medida es en días, no en meses.

Cuando uno es incapaz de ver la punta de la propia nariz, morirá en cinco meses.

Cuando uno sopla en su mano izquierda y el soplo es frío, se muere en tres días.

Si cuando uno se baña el pecho no queda mojado, le quedan dos días.

Quien al mirar su reflejo en el agua observe que le falta la cabeza, sepa que se morirá en dos horas, más o menos.

Si uno aplaude y no oye su aplauso, y si pisa arena y observa que no dejó huella, y si advierte que su cuerpo no proyecta sombra, ya se murió.

El libro registra un par de recursos para, si hay esas señales, hacerle “trampa” a La Muerte. Una es muy laboriosa: acudir a un sitio solitario el primer día del mes temprano por la mañana, desnudarse, presentar siete veces sus respetos a los “dioses de las direcciones” y decir cien veces el mantra ¡om ayuse samharakeshvare hum phat! La otra es más sencilla: inhalar el propio semen por la nariz cuando aún esté caliente, pero solo si es blanco y no muestra deterioro.

Y listo. No se muere uno. ~

 

 

Guillermo Sheridan: Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.

 

Nota publicada el 14 de marzo de 2016.

 

 

 

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