Han tenido que pasar veinte años para que el libro de Pío Moa ‘Los mitos de la guerra española, 1936-1939‘ fuera finalmente traducido y publicado en Francia. Es algo sorprendente, ya que este libro fue un éxito de ventas en su país de origen, con 300.000 ejemplares vendidos. Desde el principio, Pío Moa se convirtió en el historiador más odiado y leído de España. Es fácil entender por qué: el autor, de extrema izquierda, después de haber estudiado los archivos del período 1934-1939, considera que el principal responsable de la guerra civil no fue el golpe militar de 1936 contra la República, sino el Frente Popular. Lo acusa de crímenes contra la humanidad, de destruir el Estado y la unidad nacional, y de intentar transformar España en una sociedad comunista con el apoyo de la Unión Soviética. El Ejército nacional no tenía más remedio que intervenir.
Los documentos que cita Pío Moa no son controvertidos, pero la interpretación que propone es, quizás, abusiva. En un enfrentamiento tan complejo como la Guerra Civil española, los hechos se sucedieron sin que fuera fácil desentrañar las causas y las consecuencias. Pero entendemos la furia que su libro desató en España, al contradecir la historiografía oficial que atribuye todo el Bien a la República y todo el Mal a Franco y sus aliados fascistas.
Obviamente, la realidad estaba entremezclada, pero es innegable que el Frente Popular fue más hábil que el bando nacional a la hora de contar la historia de la guerra. Además, me parece que lo más interesante y menos discutible del libro de Pío Moa es el desmontaje de los mitos creados u organizados por el Frente Popular, como la idealización de la resistencia de Madrid, el Alcázar de Toledo o la elevación del bombardeo de Guernica por parte de la aviación alemana a rango de mito indiscutible. El Frente Popular fue hábil a la hora de denunciar las –innegables– masacres de los nacionalistas y aún más hábil para minimizar las masacres del clero católico.
¿Por qué ha habido que esperar veinte años para que este libro se publicara en Francia? El Frente Popular ha logrado, desde 1936, imponer su versión única de los hechos. Para que conste, en 1936 el Gobierno francés también obedeció a la lógica deseada por Stalin del Frente Popular contra el ascenso del fascismo. Así pues, Franco fue desde el principio el aliado de nuestros enemigos. Después de 1939, los republicanos se retiraron en masa a Francia, donde muchos se quedaron. De modo que importaron su versión de la guerra. Algunos se unieron a la Resistencia francesa contra los nazis, fortaleciendo así su popularidad. El pueblo donde nací entre Burdeos y Toulouse, en 1944, fue liberado por un maquis español que por el camino masacró a algunos burgueses y propietarios franceses.
Después de la guerra, algunos de estos refugiados del Frente Popular se incorporaron a la enseñanza y la literatura, cimentando su tesis del Bien y del Mal. Una tesis aceptada por la derecha francesa, ya que Jacques Chirac, que asumió la Presidencia en 1995, concedió el estatus de Veteranos a los refugiados republicanos españoles, con las ventajas sociales y la legitimidad política que acompañaban a esta distinción. Es comprensible que Pío Moa tuviera dificultades para encontrar una editorial francesa.
Curiosamente, el único francés destacado que tuvo una visión positiva de Franco fue el general De Gaulle. De Gaulle, que había abandonado voluntariamente el poder en 1969, decidió ir a España, que no conocía, en la primavera de 1970 y reunirse con Franco, a quien nunca había visto. Reconoció a Franco el mérito de haber salvado a España del comunismo, de haberla mantenido al margen de la Segunda Guerra Mundial, de haber preservado su unidad, modernizado su economía, preparado su entrada en la Unión Europea y organizado el retorno a la democracia. El único comentario negativo de De Gaulle sobre Franco en sus ‘Memorias’ fue: «¡Dios mío, menuda mano dura tenía!».
Cuando De Gaulle se reunió con Franco en Madrid, solo habló él; Franco se limitó a hacer algunas preguntas sobre el estado del mundo. De Gaulle encontró a Franco muy debilitado por la enfermedad y la edad; concluyó que él, De Gaulle, había hecho muy bien en dejar el poder antes de hundirse en la vejez. Pero Franco sobrevivió cinco años a esta reunión, mientras que De Gaulle murió tres meses después. Y se piense lo que se piense del libro de Pío Moa, es una lástima que en España la reconciliación de los adversarios retroceda en lugar de dar paso a un estudio conjunto de la atroz historia de esta guerra civil. Sin duda, los mitos tienen una vida más larga que la realidad.