Hablemos de Wcs
¿Y por qué no?
¿Qué de extraño tiene que junto a las conmemoraciones apiñadas en el almanaque, en general con fines comerciales -el día del periodista, del anciano, del lobo, de la ardilla y el jaguar, del mazapán, del chicle, del circo, de la esclerosis múltiple, del orgullo zombie y un folklórico y variopinto etcétera- las Naciones Unidas instituyesen hace veinte años el 19 de noviembre como el día mundial del retrete?
Desde luego con la noble intención de alertar sobre su ausencia en buena parte del globo –con casos extremos como Haití, Papua-Nueva Guinea y algunos estados insulares del Pacífico- y de que más de 800 niños mueren cada día de diarreas causadas por aguas contaminadas; aunque con éxito mitigado cuando sabemos que 3.6 millardos de personas viven todavía en condiciones sanitarias indignas de ese nombre y que resulta ilusoria la meta de generalizar su empleo, fijada para el año 2030.
Como es ya normal, también en este asunto es duro constatar el foso abismal que separa a los privilegiados del primer mundo del resto del planeta, reflejado en la evidencia que la ONG World Visión recogió sobre la India, donde 200 millones de personas hacen sus necesidades al aire libre y la sanidad sigue siendo un lujo reservado a un minúsculo sector de la población.
En algunas provincias, los escorpiones y las cobras han obligado a instalar retretes en los árboles, sobre todo en la época lluviosa cuando las inundaciones obligan a aliviarse en plataformas flotantes sobre troncos de plátanos; en el Bangladesh vecino, son los tigres quienes convierten la necesidad en una lucha por la supervivencia y, en ambas naciones asiáticas, junto a tantos peligros naturales deben también las mujeres precaverse de la amenaza de violadores agazapados.
Son incomodidades humillantes, comunes al tercer mundo, que contrastan con la sofisticación creciente en el primero, como refiere el GUARDIAN al visitar un laboratorio de la Universidad de Duke, Inglaterra, donde perfeccionan una toilet que, además de calefacción y sistemas de lavado íntimo, utiliza sensores e inteligencia artificial para analizar los desechos.
Estaríamos en la aurora de una nueva época, con un enorme potencial comercial, donde el utensilio servirá para algo más que trasegar porquerías resignadamente hasta devenir instrumento sanitario básico, transmitiendo en permanencia la data necesaria para el monitoreo de patologías crónicas e incluso, en una etapa más avanzada, sugiriendo automáticamente cambios dietéticos para corregirlas.
En los laboratorios de la Universidad de Wisconsin-Madison, la tecnología se enfoca en la orina, más fácil de recoger y analizar, a fin de detectar detalles de nuestra vida cotidiana –la calidad del sueño y el volumen de grasa y calorías en la ingesta, entre otros- y proponer el remedio a las situaciones irregulares, mientras investigadores de la Escuela de Medicina de Stanford colaboran con un fabricante coreano en un prototipo que identifica al usuario –porque, desde luego, cada culo es diferente- y elabora un analprint que es tan único y personal como nuestras huellas digitales
Y, por supuesto, la tendencia de ha extendido por su potencial de mercados. A China, por ejemplo, donde Panasonic lanzó hace cuatro años un retrete inteligente que analiza la orina y las grasas; a Japón, donde el fabricante Toto acaba de presentar otro en una afamada feria internacional, sensible a los olores, capaz de detectar problemas de stress y sugerir de inmediato remedios para recuperar el bienestar, mientras el californiano de origen hindú Vic Kashyap propone TrueLoo, que reconoce al usuario por su teléfono, aprovechando el hábito de una vasta mayoría que suele aprovechar sus visitas al trono para platicar amistosamente o cerrar algún negocio.
Todo esto tiene una importancia superior a lo anecdótico, porque son invenciones dirigidas especialmente a un mercado de adultos y ancianos, incapacitados hasta cierto punto para verificar sus condiciones fisiológicas, que contarían así con un auxilio inteligente cuyo carácter permanente y masivo permitiría reducir costos de seguridad social.
Algunos predicen ya que los WCs inteligentes serán la pieza clave de los hogares futuros pero tendrán que superar dificultades muy diversas, como la reticencia de muchos a ver eventualmente sus traseros exhibidos en Facebook, en registros fílmicos cuya data podría caer en manos criminales o ser manipulada con fines comerciales por la todopoderosa industria farmacéutica.
O incluso algo más novelesco: por la geopolítica. Como refieren que experimentó Nikita Khruschev, mientras visitaba Washington oficialmente en los años 60 y los inefables servicios de inteligencia se las arreglaron para recoger sus ilustres deposiciones en la Casa Blanca y descubrir en profundidad, literalmente, los achaques del entonces líder supremo de la URSS.
Varsovia, diciembre de 2022