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«Hace falta mucho Orfidal»

Sin ser un místico, Emiliano García Page ha creado un nuevo salmo responsorial

En el frontispicio de lo barbitúrico, Emiliano García Page ha tallado esta semana un nuevo salmo. No es que el presidente de Castilla-La Mancha sea un místico, ni que esté precisamente en su mejor momento demoscópico, pero justo por eso, por tener el agua al cuello de las encuestas, parece dotado de una clarividencia muy por encima de su estilo atrabiliario.

El episodio en cuestión ocurrió en una entrevista con Carlos Alsina en el programa ‘Más de uno’. Blasonando sentido común, y con una ironía envuelta para regalo, el socialista discrepó no sólo de Pedro Sánchez, al que le tiene cogida la medida desde hace rato, sino con el espacio político entero. «En la política nacional, de la M30 para dentro, hace falta mucho Orfidal», dijo. Y lleva razón.

El Estado de perpetua apocalipsis, frentismo y dislocación sobrepasa el coto de los partidos y se vierte sin remedio en la vida cotidiana. Del verano de nuestro descontento, el de una factura de la luz prohibitiva y el destierro de las corbatas para ahorrar en aire acondicionado, el debate público ha pasado a una fase pre-electoral en la que todo es susceptible de ser agrupado según apetencias ideológicas.

Toda actividad cotidiana es susceptible de obedecer a un bando. Incluso para quienes ejercen la literatura y el periodismo como mujeres, resulta un peaje insoportable entrar a la eterna gresca del género. «Hace falta mucho Orfidal», sin duda. Y no es que Emiliano García Page sepa demasiado de ansiolíticos, tampoco que sea un Heródoto manchego, y, sin embargo, ha dado en el clavo de la mala leche que recorre nuestras venas como la mutación de un virus que mezcla la desmemoria, la estulticia y el tribalismo.

El tumulto, la turba, el síndrome del enfado y el agravio, el brochazo, el adanismo y el cuñadismo se esparcen como un veneno sin torniquete. Lo que era obvio necesita subtítulos y hasta las operaciones políticas más simples, como los acuerdos presupuestarios, son vendidas como una proeza. Los liderazgos tienden a la utilería, desde una Yolanda Díaz que ríe siempre y un Sánchez narciso, hasta un independentismo que ya ni siquiera se soporta entre sí.

«Hace falta mucho Orfidal» para entender lo que ocurre desde 2015 hasta hoy. «Volvemos a luchar contra el terraplanismo», dijo la artista norteamericana Carrie Mae West a Javier Díaz-Guardiola en una soberbia entrevista que se publica este sábado en ABC Cultural. Desde el terreno de arte, esta mujer, la primera artista negra en exponer en el Guggenheim, retrata esa pulsión a lo simple, esa querencia a renombrar las cosas, como si asignando un eufemismo a la realidad, ésta acabara por convertirse en algo distinto.

Salmo responsorial. «Hace falta mucho Orfidal» ya no para aguantar la política que se hace de la M30 para adentro, sino para cruzar a la autopista de la estupidez voluntaria sin convertirse en un Kamikaze. La sobreactuación de los debates públicos y la hipérbole de los sentimientos invitan a una gragea diaria de cualquier cosa, sea o no el Orfidal de Page.

 

 

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