Hallan en un glaciar suizo la prueba para resolver el misterioso asesinato que cambió la historia medieval
A mediados del siglo XII, Inglaterra vivió el enfrentamiento silencioso, y luego muy ruidoso, de Enrique II contra el arzobispo de Canterbury, que fue asesinado sin que nunca quedara claro si el Rey dio o no la orden
Las películas de terror o de asesinatos en el hielo tienen un encanto especial, un escalofrío añadido. Tal vez sea porque la sangre deja un reguero muy teatral en la blanca nieve o porque, como presumían en la nave de «Alien» en otro lugar igual de inhóspito, «nadie puede oír tus gritos» rodeado de la nada. Al arzobispo de Canterbury no le mataron en el hielo y sus gritos fueron bien escuchados, y sin embargo ochocientos años después una prueba aparecida en la nieve suiza da una pista sobre las razones y consecuencias de su asesinato.
A mediados del siglo XII, Inglaterra vivió el enfrentamiento silencioso, y luego muy ruidoso, del Rey Enrique II contra el arzobispo de Canterbury, en su día un amigo, un confidente y un compinche en ciertos placeres mundanos. Su antigua amistad con el Monarca derivó en rivalidad cuando Tomás Becket alcanzó la dignidad eclesiástica y se opuso a las reformas del normando. En poco tiempo pasó de ser un defensor de la independencia del clero inglés respecto al Papa de Roma a ser todo lo contrario. Su labor probablemente retrasó casi un milenio la separación de Inglaterra de la Iglesia.
Un asesinato sin resolver
Estas disputas entre el Rey y el arzobispo sobre la independencia del clero terminaron con la sangre del religioso derramada en el suelo. La tradición afirma, sin respaldo historiográfico alguno, que Enrique II afirmó en repetidas ocasiones «¿no habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?» y «es conveniente que Becket desaparezca». Esta misma versión legendaria de lo que fue probablemente un asesinato de Estado sostiene que, efectivamente, las frases lanzadas al aire del Monarca fueron escuchadas y cumplidas como si se trataran de órdenes.
Cuatro caballeros anglonormandos, Reginald Fitzurse, Hugo de Morville, William de Tracy y Richard Brito, llevaron hasta sus últimas consecuencias el martes 29 de diciembre de 1170 los deseos del Rey. En el atrio de la Catedral de Canterbury mientras asistía a vísperas con la comunidad monástica, Becket fue rodeado por los cuatro caballeros, que le asestaron varias cuchilladas en la cabeza con sus espadas.
Las crónicas de la época ponen en boca del arzobispo unas palabras heroicas: «Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia católica». El asesinato de Becket conmovió al cristianismo por su brutalidad y por las férreas convicciones del religioso, reverenciado por los fieles de toda Europa como un mártir. Fue canonizado por Alejandro III apenas tres años después, en 1173.
El gran misterio nunca resuelto sobre su muerte es si el Rey realmente dio la orden o aquellos caballeros actuaron por su cuenta. Enrique II se mostró públicamente muy afectado ante la tumba de su enemigo, que se convirtió en uno de los lugares de peregrinaje más populares de Inglaterra hasta su destrucción en el siglo XVI, y distintas pruebas señalan que la muerte de Becket, ya fuera por arrepentimiento o por disimulo, marcó un hito en su vida y en su reinado.
Cuanto menos plomo, más agitación
Un grupo de científicos de distintos campos han encontrado evidencias de este sentimiento de culpa, y tal vez con ello pruebas de su implicación en el crimen, en un lugar tan remoto como un glaciar suizo. El descubrimiento incriminatorio no consiste en el arma empleada o la orden por escrito, sino en las distintas cantidades de plomo halladas en las sucesivas capas de un núcleo de hielo formadas en Colle Gnifetti, cerca de Zermatt, a lo largo de estos siglos.
Las capas de hielo, que han podido ser datadas gracias las tormentas de polvo del Sáhara y las erupciones volcánicas conocidas, contienen burbujas de aire que revelan la actividad industrial de cada periodo. Los investigadores han podido identificar unos niveles de plomo inusuales en las burbujas de aire que corresponden a los años de la disputa entre Enrique II y el arzobispo.
El norte de Inglaterra era entonces una de las grandes regiones mineras de plomo de Europa, y el lugar más probable desde donde pudieron llegar arrastrados por los vientos dominantes estas partículas de plomo hasta las montañas suizas. El grupo de investigadores, entre ellos el arqueólogo de la Universidad de Nottingham Christopher Loveluck, han comparado así el registro anual de plomo del núcleo de hielo con los registros detallados de impuestos y gastos reales en Inglaterra.
Los datos demuestran una relación directa entre el aumento o disminución en la contaminación por plomo y los principales cambios políticos en Gran Bretaña que afectaron a la producción de plomo y plata. Las partículas de plomo apuntan a un gran aumento a mediados del siglo XII y, de repente, coincidiendo en 1169-70 con las disputas religiosas, un hundimiento total.
Esto pudo haber sido consecuencia de un colapso de la administración cuando el clero aplicó medidas en apoyo de Becket y boicoteó la autoridad real. Una década después de muerto el arzobispo, se produjo el efecto contrario: un gran pico de contaminación de plomo en el glaciar. Esto se debería, según estos investigadores, a la extracción masiva de plomo para una construcción sin precedentes de construcción de iglesias por la muerte de Becket. El Rey, carcomido por la culpa, habría ordenado levantar estos templos en homenaje a su viejo enemigo.
Tal cantidad de nuevos templos requirió plomo para los techos de la abadía de Clairvaux en el noreste de Francia, la abadía de Waltham en Essex y la abadía de Amesbury en Wiltshire, entre otros.
Otros desplomes en la historia inglesa
En la misma línea de investigación, los científicos han podido correlacionar los niveles de plomo con otros eventos de la historia de Inglaterra. En un artículo publicado en la revista en Antiquity, el equipo concluye que «el impacto de los eventos políticos, como la guerra, las muertes y sucesiones de monarcas y las disputas entre la iglesia y el estado, se reflejan en el glaciar Colle Gnifetti».
Los problemas económicos y los colapsos administrativos repercutieron de forma directa en la extracción y uso de plomo y otros metales en distintos puntos. Entre otras relaciones está la caída del plomo en 1173-74 cuando Inglaterra se sumió en una guerra civil; 1191-92, cuando Ricardo Corazón de León tomó parte en la Tercera Cruzada; y 1215-16 cuando el Rey Juan firmó la Carta Magna y los franceses invadieron Inglaterra.
Sin embargo, la contaminación por plomo refleja aumentos significativos de la producción en 1192-94 cuando Inglaterra estaba recaudando fondos para rescatar al Rey Ricardo después de que fue secuestrado mientras regresaba de su cruzada o en periodos en los que se desataron luchas por la sucesión.