Hasta ahora sabíamos de la amplia recepción que la prolífica y vigorosa obra de Hannah Arendt tenía y sigue teniendo en la república española de las ideas, pero estábamos prácticamente a ciegas acerca del interés de esta intensa y célebre filósofa por nuestra realidad histórica. Parecía que el vínculo era estrictamente unilateral, pero en este libro Agustín Serrano de Haro nos persuade de que también en el otro polo se prestaba atención a los acontecimientos de España.
Sin duda, el caso de Arendt no es semejante al de otros grandes pensadores europeos de los últimos dos siglos que con cierto fervor se ocuparon de lo hispánico y sus circunstancias. Su interés es puntual y no resulta comparable al que, por ejemplo, exhibió Karl Marx, quien redactó toda una serie de escritos de carácter periodístico sobre los avatares de la historia española del siglo XIX y de su incipiente movimiento obrero (Karl Marx: España y revolución, Madrid: 2017). No es la estrecha relación que Carl Schmitt mantuvo con España, en donde llegó a residir largas temporadas, ni la familiaridad que alcanzó con algunos de sus pensadores, como Francisco de Vitoria o Donoso Cortés, sobre los que llegó a publicar destacados escritos (Miguel Saralegui: Carl Schmitt pensador español, Madrid: 2016). Y evidentemente tampoco es ese grado de compromiso personal que cultivó Simone Weil, enrolada durante un breve período en la Columna Durruti para defender la República Española.
En realidad, el contacto directo de Arendt con España a lo largo de su vida fue más bien episódico. En su territorio apenas estuvo unas jornadas, no se sabe cuántas en realidad: no más que las que precisó en los primeros días de 1941 para poder cruzar el país, desde Portbou hasta la frontera portuguesa, con el fin de tomar un barco en Lisboa con destino a Nueva York. Tras escapar del campo francés para refugiados de Gurs (situado en los Pirineos Atlánticos), huyó, junto a su segundo marido, Heinrich Blücher, de una Europa bajo las botas de un régimen totalitario empeñado en aniquilar a cualquier persona que, como ellos mismos, perteneciera a la etnia judía. En sus papeles no hay rastro de ese periplo por tierras españolas, seguramente nada placentero; tampoco las mejores biografías —empezando por la escrita por su discípula Elisabeth Young-Bruehl— contienen dato alguno de este viaje no exento de riegos por un país tan bien avenido con el régimen nazi. Con la cultura y la política española, su relación fue algo mayor y, si bien es cierto que llegó a establecer ciertos lazos, no cabe decir que fueran estrechos.
¿Hay entonces materia para un libro sobre Arendt y España? A decir verdad, parecía que no había tema hasta que Serrano de Haro escudriñó en él. Este investigador del Instituto de Filosofía del CSIC es un reputado fenomenólogo español, un gran experto en la obra de Husserl y también en la de Arendt, a quienes ha dedicado sólidos escritos. El poco conocido tránsito de Arendt por tierras de España, que se acaba de rememorar y cuyos posibles pasos y vicisitudes son reconstruidos con ejemplar rigor historiográfico por este filósofo español, es precisamente el hilo del que este tira para investigar qué pensaba en términos políticos la intelectual judía no solo sobre la España del primer franquismo, sino también sobre la América de factura hispánica e incluso qué podría llegar a pensar sobre la actual España democrática. En este libro se aúnan fragmentos de la vida de Arendt con fragmentos de sus escritos. Referencias históricas y biográficas, así como textuales, se convierten por la hábil pluma del autor en categorías con enjundia filosófica.
Los trabajos reunidos en Arendt y España son genuinos ensayos de comprensión, en los que se analizan episodios y asuntos controvertidos de la vida política y cultural del país ibérico desde la lúcida óptica de Arendt. El libro en su conjunto constituye una reflexión libre, pero no menos brillante, sobre la formación del juicio en política, y sobre la capacidad de aprendizaje a partir de los acontecimientos, especialmente en su sección final: un largo epílogo sobre «la promesa de la política» y la democracia española de las últimas cuatro décadas. Son estas últimas páginas un excelente ejercicio de ficción filosófica: pensar con Arendt más allá de Arendt. El pensamiento político, según Arendt, va necesariamente detrás de la experiencia. Por eso sus estudios políticos son siempre reflexiones sobre los acontecimientos. Y este es el camino que sigue Serrano de Haro. Como botón de muestra, sirvan las siguientes referencias a algunos de los capítulos que componen su contribución.
En el capítulo tercero de Arendt y España, Serrano de Haro examina con detalle las referencias de Arendt a las circunstancias políticas de la guerra civil y el primer franquismo. Entre otros materiales, el autor rescata la interesante lectura que la filósofa hizo del libro de Georges Bernanos de 1938, Los grandes cementerios bajo la luna. De esta valerosa denuncia de la represión fascista en Mallorca, todo un crudo testimonio de combate —teniendo en cuenta las arraigadas convicciones católicas y la militancia conservadora del escritor francés—, se sirvió Arendt para reflexionar sobre la guerra civil española y, de paso, sobre la crueldad de las guerras civiles europeas que tomaron el territorio ibérico como campo de batalla.
En el que muy probablemente constituya el opus magnum arendtiano, Los orígenes del totalitarismo, publicado en 1951, el lector encuentra algunas referencias a la guerra civil española y a Franco. Aunque son pocas, en el capítulo cuarto nuestro autor hace uso de tales observaciones para recuperar la distinción arendtiana entre regímenes totalitarios (en los que incluía al nazismo y al estalinismo, a los que equipara para escándalo de cierta izquierda dogmática) y dictatoriales. Del mismo modo que Arendt, Serrano de Haro ubica al franquismo en esta última categoría: como una «dictadura no totalitaria». Aunque esta caracterización no siempre resulta pacífica, coincide a grandes trazos con la influyente propuesta de Juan José Linz de tildar el franquismo —sobre todo en su fase tardía y no tanto en su implacable primer período— de régimen autoritario (y no totalitario), etiqueta que con el tiempo se ha ido imponiendo.
El capítulo quinto, y probablemente, junto al epílogo, el de mayor enjundia, versa sobre la relación entre Hannah Arendt y José Ortega y Gasset, una relación de naturaleza no personal, pero sí teórica. Aunque no llegaron a conocerse, Arendt sí que estaba familiarizada con algunos de los escritos del filósofo madrileño. De manera muy convincente, Serrano de Haro pone de manifiesto la existencia de convergencias, paralelismos y afinidades entre ambos filósofos respecto a conceptos y reflexiones clave, pese a sus trayectorias tan distintas. El indicio en esta ocasión es la inclusión de La rebelión de las masas en la bibliografía final de Los orígenes del totalitarismo. En el listado de 800 entradas incluidas en esta obra clave del siglo XX, el libro de Ortega no es solo el único español, sino uno de los escasísimos escritos filosóficos consignado. De Arendt observa Serrano de Haro que fue «una lectora atenta y crítica, a partes iguales» de Ortega (pág. 83), mientras que Ortega constituye «un interlocutor velado pero significativo» de determinados pasajes de Los orígenes, en particular de su capítulo 10, que lleva por título «La sociedad sin clases». Nuestro autor subraya, quizás en exceso (pues no hay realmente pistas textuales, más allá de la inclusión de la obra de Ortega en la mencionada bibliografía), el aire de familia entre ambos pensadores y concluye, y ahí sí que aduce buenas razones, que entre ellos se daba «una afinidad en la discrepancia» o una «afinidad divergente de sus planteamientos teóricos» (pág. 98). Y eso sería así pese al hecho, que Serrano de Haro toma muy en cuenta, de que Ortega descarte la noción de clase social y que Arendt, por el contrario, hiciera descansar su análisis de la sociedad de masas precisamente en esta categoría.
Por lo demás, en el capítulo octavo, Serrano de Haro hace memoria de una serie de sucesos de la vida de la filósofa y teórica política que, aunque de entidad relativamente menor, están vinculados al mundo hispánico en un sentido amplio, como el caso de su presidencia ejecutiva en la década de 1960 del Spanish Refugee Aid, una organización internacional americana de ayuda a los refugiados españoles republicanos «no comunistas». Rescata también, en el capítulo séptimo, la anécdota hoy olvidada de su coincidencia en 1959 con Fidel Castro en una sala de conferencias de la Universidad de Princeton. Como se señala en el capítulo sexto, Arendt, además de tocar un poco de refilón las relaciones políticas entre Norteamérica y Latinoamérica, expuso algunas ideas sobre Latinoamérica y su herencia hispana. Por último, en el capítulo noveno, titulado «Un dislate editorial», el autor llama oportunamente la atención sobre una situación insólita: aún hoy las versiones disponibles en español de Eichmann en Jerusalén y de La condición humana omiten aquellos pasajes que fueron expurgados por la censura franquista y que, por regla general, hacen referencia a la situación española de manera poco favorable para el régimen salido de la guerra civil.
A pesar de su fragmentariedad, la relevancia de los nueve capítulos y un epílogo reunidos en este volumen reside en que nos permiten acceder de manera sumamente sugestiva a la urdimbre teórica de esta autora tan original. Con una notable claridad en la exposición, lo que Serrano de Haro se propone hacer con este libro —y, a mi entender, consigue— son tres objetivos: rescatar la memoria de sucesos pocos conocidos de la vida de Arendt, acercando a un público culto general su proximidad con la realidad española; dirimir un debate apenas iniciado sobre la relevancia de las reflexiones de Ortega para la comprensión de las circunstancias europeas de la primera mitad del siglo XX; y, finalmente, exponer de manera accesible y somera —en unas rápidas pinceladas— algunas de las claves del pensamiento político de Arendt para lectores no versados en los pormenores de su amplia obra. En ninguno de estos tres propósitos se verá defraudado el lector de un libro, que, aunque de lectura ágil, no está exento de profundidad. El texto, plagado de enriquecedoras y matizadas reflexiones, es de muy recomendable lectura. El libro que ahora comentamos tiene múltiples aciertos, pero no es el menor de ellos su invitación implícita, y absolutamente pertinente, de volver a leer a Arendt como una de las propuestas teóricas más resueltas a favor de una rehabilitación de la política como actividad valiosa en sí misma. Su itinerario intelectual osciló básicamente entre la urgencia de comprender por qué nos dejamos atrapar por la barbarie del totalitarismo y la búsqueda de las condiciones requeridas para una vida en libertad, cuestiones de máximo interés para nuestro presente. Tampoco han perdido viveza sus incisivas reflexiones sobre otros muchos temas que nos siguen preocupando: la prioridad de la libertad política y el pluralismo, la necesidad de cultivar la esfera pública para mantener un «mundo común», la relevancia del juicio responsable en política y también del peligro de las emociones en ese mundo, la confusión entre verdad y mentira, entre hechos y opiniones, la emergencia de nuevas formas de autoritarismo, el papel de la disidencia y la violencia o la radicalidad del mal y su banalización. Las palabras, llenas de agudeza y honestidad intelectual, con las que Arendt analizó las turbulencias políticas del siglo XX siguen iluminando a quienes buscan comprender la igualmente convulsa política del siglo XXI.
Juan Carlos Velasco es profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.