¡Hasta la victoria (Secret) siempre!
En estos días Cuba ha sido noticia por el desfile de celebrities que la visitan. Convertida en una suerte de set y pasarela gigantes, el elenco de Rápido y furioso filmó allí escenas de la próxima entrega de la saga, Chanel mostró su nueva colección y las hermanas Kardashian degustaron mojitos sentadas en viejos descapotables. Y la jet set criolla —ésa que reúne a artistas como Jorge Perugorría, empresarios como Hugo Cancio y delfines como Tony y Mariela Castro— se dejó ver, y hasta grabar (¡¡), en un Paseo del Prado convertido en versión tropicalizada de los salones versallescos.
El espectáculo ha sido la mezcla de una fiesta vigilada —para usar un término de Antonio José Ponte— y, a propósito de los aires hollywoodenses, Gran estafa. Lo primero, porque la alegría se concentró en los selectos avalados, por el poder y el dinero, para compartir con las estrellas extranjeras. El Estado se encargó de poner el espacio público al servicio de los potentados y restringir, policía mediante, el acceso a los vecinos que querían compartir algunos minutos de ilusión y colorido. La misma policía que reprime disidentes actuando como guardia privada; siempre usurpando derechos ajenos.
Pero más ofensivo fue ver cómo los estilos de vida y consumo que, con claro aval oficial, se exhibieron en esos minutos de fama contradicen la realidad y el discurso que ese mismo poder ha deparado a millones de cubanos. Ni la épica del sacrificio ni los llamados a construir, sin prisa y sin pausa, una sociedad justa tienen nada que ver con este performance por invitación, aristocratizante e hiperconsumista, que usurpó las calles de La Habana. Y que fue cubierto, desde cierta prensa cortesana y farandulera, con calificativos como “Guateque Fashion” y “Viva Coco Libre”. Todo un monumento a la frivolidad, la cursilería y el desparpajo, entre murallas y caneyes.
Respeto a quienes gustan de estos shows y los ven como síntomas de apertura. Es su derecho. Como es el mío recordar que esa “nueva clase” hambrienta de lujos florece hoy en Cuba con el beneplácito y riqueza de sus progenitores de la “vieja clase” gobernante. Que el show es una dosis (creciente) de capitalismo postmoderno dentro de un océano (insondable) de estalinismo tropical. Que con Karl Lagerfeld y Vin Diésel compartirán un rato, voluntarios y gozosos, sus potentados admiradores; mientras que a los autócratas llevamos resistiéndolos, casi sin alternativa, por más de medio siglo. Caramba, que irrita lo primero, pero entristece y espanta lo segundo.