No hay fenómeno Petro ni súper Fajardo
Gustavo Petro y Sergio Fajardo
Aparecer tan fuertes en las encuestas en febrero puede ser “el beso de la mujer araña”, un espejismo cuyo efecto real sea desatar todas las fuerzas de oposición y resistencia en su contra, como pasó con Mockus en 2010.
Creer en la solidez del fenómeno Petro o en la consagración de Sergio Fajardo para las próximas elecciones presidenciales, porque así lo dicen las encuestas, es una temeridad, como lo certifica lo sucedido en las elecciones presidenciales de 2010 y 2014.
Hace ocho años, por estas fechas, el país estaba hechizado ante el estallido repentino del fenómeno Mockus y su “ola verde” que parecía aglutinar -desde las redes sociales- a un nuevo país –jóvenes, independientes, librepensadores, antisistema-, cuyo respaldo en todas las consultas de opinión creció como espuma. Desde abril hasta la primera vuelta -que se realizó el 30 de mayo- el exalcalde siempre superó en las encuestas a Juan Manuel Santos – 50 por ciento a 37 por ciento, Ipsos Napoleón Franco; 47,9 a 42,2, Invamer Gallup; 53 a 42, Centro Nacional de Consultoría; 52 a 30,5 por ciento, Datexco. Las distancias se mantuvieron casi idénticas hasta el final, siempre en favor de Mockus pero en las elecciones Juan Manuel Santos obtuvo 6.802.043 (46,67 por ciento) de votos mientras la “ola verde” apenas 3.134.222 y se escuchimizó al 21,51 por ciento del respaldo, muy poco frente al panorama arrasador que presagiaban las encuestas.
En las elecciones de 2014 Juan Manuel Santos arrancó ganador pero la estrella ascendente era Enrique Peñalosa, quien hasta mediados de abril superó, en casi todas las encuestas a Óscar Ivan Zuluaga del Centro Democrático. Este a su vez fue creciendo pero hasta finales de mayo marcaba perdedor en la primera vuelta frente a Santos en Datexco, Cifras y Conceptos e Infometrika y ganador en Gallup e Ipsos Napoleón Franco. En las urnas Óscar Iván obtuvo 3.769.005 votos -el 29,28 por ciento- y Santos 3.310.794 (25,72 por ciento). Esto sin mencionar desaciertos escandalosos de algunas encuestas para congreso y las de todas en el plebiscito de 2016 en las cuales el Sí duplicaba al No, que fue la opción que ganó.
En Colombia muchas cosas importantes se olvidan fácilmente. La distancia –a veces abismal- entre los resultados electorales y las predicciones de las encuestas han terminado muchas veces en cataratas de reproches y protestas de candidatos y organizaciones políticas y disparatadas solicitudes de intervención o de prohibición, pero inexorablemente el país vuelve a sucumbir a sus artificios. Considerando lo que ocurrió en los certámenes anteriores, el aura triunfalista de Petro y de Fajardo podría desatar pánicos o impulsar una radicalización en su contra.
El juego político verdadero vuelve a girar en torno de las Farc, algo en lo que tampoco hemos aprendido. El país que eligió a Pastrana por el reloj de Tirofijo, a Uribe contra el Caguán de Pastrana, a Santos como continuador de Uribe y a Santos II “para salvar la paz” vuelve a decidir –como en el plebiscito- entre amigos y enemigos del proceso y quedan relegados de la agenda los temas determinantes para el futuro del país: salud, educación, justicia, desempleo -que afecta tan severamente a los jóvenes-, narcotráfico, minería criminal, devastación del territorio, informalidad, los deplorables índices de productividad, integrar la economía a las cadenas de valor mundiales, modernizar el estado, combatir la corrupción, impulsar la innovación y el emprendimiento en la sociedad del conocimiento, entre otros.
En la consulta contra su sparring Caicedo, Petro busca captar votación que dispare su opción en la primera vuelta. Pero no está exento del riesgo del “vote por Caicedo para parar a Petro”. Las Farc ya están viendo en la calle la información que antes recibían en papel: rechazo, rencor, impopularidad.
Es un ambiente espeso que también parece minado para la guerra sucia –el caso Claudia Morales, el pasado de Humberto de la Calle con los Nule, Carlos Romero y Clara López, las malas amistades de Vargas Lleras, las basuras de Petro y el detrimento patrimonial en Bogotá.
En marzo se hará patente la debilidad o fortaleza de los candidatos en términos de congresistas elegidos. Se medirá el nivel de supervivencia de La U y del Partido Liberal, el tamaño real del Partido Conservador, el efecto de la estrategia de listas abiertas de Uribe y lo que recoja la izquierda. Puede ser la verdadera aparición en escena del ogro grande y controlado que ha sido hasta ahora Germán Vargas, mal en las encuestas pero dueño de los votos de la maquinaria.
Nada está claro ni nada definido. Tampoco hay hechos de fondo que aseguren que las encuestas estén señalando la ruta, por lo dicho: aparecer tan fuertes en febrero puede ser para Petro y para Fajardo el beso de la mujer araña. Un espejismo cuyo efecto real sea desatar todas las fuerzas de oposición y resistencia en su contra. Harían bien en preguntarle a Mockus cuánto vale y cuánto significa en votos en Colombia, la gloria inasible de puntear en las encuestas.
@germanmanga